- Han pasado cinco años desde que Fernando Aramburu (Donostia, 1959) publicó Patria, un fenómeno literario y social, traducida a 34 lenguas y que fue llevado a una serie de televisión por HBO. “Se convirtió en un fenómeno para el cual yo no tengo explicación, ni quizá la literatura la tiene“, dice Fernando Aramburu que confiesa que el éxito le absorbió mucho pero ante el que tuvo un antídoto, la serenidad: “De hecho después escribí tres libros que eran todo lo contrario a comerciales. Y me las arreglé para que Patria no vertiera su sombra encima del escritorio”. Ahora, Aramburu, que vive en la ciudad alemana de Hamburgo junto a su mujer Gabrielle, acaba de publicar Los Vencejos, (Tusquets ), la historia de un hombre desencantado y hastiado con el mundo que quiere poner fin a sus días.

Muchos de sus lectores estarían esperando otra novela sobre el conflicto vasco...

—Si los he decepcionado lo siento mucho, pero no soy un escritor -camarero que sirve los libros que le piden. Me apetecía entrar en otros mundos humanos y no siempre con la misma nota. Con Patria ya he hecho un recorrido, yo tengo otros proyectos y, mientras la salud aguante, me gustaría abarcar un abanico de temas relativamente amplio y meterme en caminos donde nunca había andado.

¿Cómo afronta el regreso a las librerías? ¿Siente mucha presión?

—Suelo aludir al caso de Carmen Laforet, que triunfó con el primer paso que dio. Ella fue, por desgracia, juzgada y medida con respecto a su primer libro, Nada, hasta el punto de que no lo superó y sabemos que sufría escribiendo. En cambio este éxito descomunal o incluso excesivo de Patria me ha llegado en una edad en la que uno, más o menos, se ha tenido que serenar. Siempre he escrito lo que me ha dado la gana. estuviera o no de moda. Siempre me he dicho: chaval tu tienes que escribir lo que quieras, aunque no guste, no sea comercial... He sido un escritor durante muchos años más o menos desconocido, pero no trabajaba menos ni con menos convencimiento que ahora. Quizá en un momento determinado apreté sin darme cuenta la tecla oportuna en el momento oportuno y tuve suerte. Pero no aspiro a publicar una novela que tenga el mismo recorrido que Patria.

¿Y cómo surgió ‘Los vencejos’?

—Las novelas, cuando tienen cierta dimensión y cierta complejidad no surgen de la noche a la mañana. Lo que hay es una especie de cocción lenta en algún rincón del cerebro donde este se entretiene con la posibilidad de poner cara y circunstancias a cuestiones que uno lleva consigo y a las que uno se enfrenta, no de manera teórica porque yo no soy ensayista, ni mucho menos un filósofo. Todas mis novelas son de convivencia, son personas que conviven en un contexto temporal y espacial. Ideo unos personajes, los coloco en un contexto, un lugar, un tiempo y los pongo a convivir. Y de esa convivencia surge todo un universo narrativo.

Y en ‘Los vencejos’ ha puesto a convivir a varios personajes con Toni, su protagonista, un profesor en crisis que pone fecha a su suicidio.

—Así es, en realidad, me apetecía mucho repasar temas de actualidad; por ejemplo el feminismo, que considero una reclamación legítima de la democracia. Pensaba en esos varones, como mi personaje Toni, a los que estos avances les pillan a traspiés y no terminan de adaptarse. No son malas personas, no son violentos, pero quedan los pobrecitos un poco solos, inadaptados. Ese fue un estímulo y el otro, que quizás tenga más relevancia a la hora de elegir la trama de Los vencejos, era escribir sobre lo que le pasa a una persona que sabe con exactitud qué día y a qué hora va a morir. Quería que esta persona supiera el tiempo que le queda por vivir, que es una situación en la que muchos a veces pensamos pero no tenemos la certeza. Eso no le pasa a mi personaje, un hombre solitario, que se ha divorciado y que no consigue conectar con su época, ...además sabe el tiempo que le queda de vida.

¿Y usted? ¿Piensa mucho en la muerte?

—Yo creo que la muerte está presente en todos nosotros como un motivo de reflexión. El ser humano es muy cuco y ha desarrollado numerosos recursos para ignorarla, antídotos como la risa, la comedia, el baile, las vacaciones, las buenas comidas... Todo aquello que reafirma la vida y nos invita a omitir ese hecho de que tarde o temprano se producirá. A mí no me obsesiona la muerte pero es una compañía que está ahí todo el tiempo en forma de posibilidad.

¿Y por qué se quiere suicidar Toni?

—Mi sospecha es que este hombre desearía vivir algo grande en su vida. Es una conclusión a la que he llegado después de poner el punto final a la novela.

Esta vez no ha querido ambientar su novela en el País Vasco.

—Quería abordar un proyecto literario que no tuviera que ver con el País Vasco. Aunque no se menciona en ningún momento en el libro, Los vencejos transcurre en Madrid porque me parecía el escenario ideal para describir el ambiente social de la España actual y porque en esta ciudad hay mucho barullo, mucha peripecia y eso para un novelista es una bicoca.

Una sociedad actual española que provoca malestar y enfado entre sus personajes.

—En general, en toda Europa la situación actual es muy parecida, estamos todos ocupados con nosotros mismos, azotados por esta pandemia, con parecidos ciscos políticos buscando culpables, quejándonos a menos de que tengamos responsabilidad de gestión, que entonces nos autodefendemos... Voy a jugar a ser profeta, creo que estamos acercándonos a una etapa nueva, que no sé describir y que nos va a sorprender un poco. Y que tiene que ver probablemente con diversos factores, el primero y que me parece muy preocupante, es el problema climático, al que tarde o temprano habrá que prestar atención. Y me temo que va a ser tarde. El otro fenómeno es la hegemonía de China. Y, por otro lado, están las debilidades de nuestro sistema democrático, económicas, militares..., y también una corrupción tan extendida en tantas instituciones que roe los cimientos del sistema.

La novela tiene 700 páginas...

—Sabía que esta novela iba a ser larga, porque cuando la diseñé tomé la decisión de que constase de 365 secuencias, ninguna de ellas muy larga, correspondientes a los días de año. Me di cuenta de que me iba a llevar cuatro o cinco años y que el libro sería voluminoso. Luego interfirió la pandemia y tuve un suplemento de tiempo con el que no contaba. Esta novela está escrita en una situación ideal con una dedicación e intensidad máxima, de lunes a domingo. Está estructurada como el diario que escribe, noche a noche, el protagonista, a modo de cuenta atrás.

En la novela toca el tema de la prostitución. Le han caído algunas críticas de machista...

—Pero yo no abordo el tema de la prostitución, lo que ocurre es que mis personajes están solos, tienen unas pulsiones que no pueden controlar y las satisfacen con sexo de pago. Quiero recordar que hay un pasaje en el que el propio protagonista se pone a sí mismo a caldo por recurrir a esos servicios, sabiendo que hay explotación de la mujer. Hay que leer con un poco de atención. Si se me preguntan a mí directamente yo me opongo a todo tipo de explotación, incluida la de la mujer. Sé que ha habido críticas en las redes sociales pero hoy en día se vierten juicios como mis personajes cuando creen que están solos. No es que me parezcan injustas, me parecen pueriles, me he postulado como feminista repetidamente y además no solo de palabra sino que he reseñado libros de jóvenes escritoras, etc., etc. Creo que hay personas que quizás están un poco aceleradas a la hora de juzgar, no han leído bien mi novela.

Terminemos con ‘Patria’. Ha dicho en numerosas ocasiones que se ha politizado...

—Yo entregué una novela, pero no soy inocente, sabía que en algunos lugares -no en todos porque se ha publicado en muchos países y las interpretaciones han sido muy diversas- iba a suscitar una lectura política. Desde el punto de visto antropológico era muy interesante leer algunas críticas aunque fueran negativas, porque mostraban, sobre todo en personas relacionadas con la política vasca, en qué personaje se proyectaban o identificaban. Y si no le devolvía una imagen grata, entonces no les gustaba, pero yo como escritor ya tenía la tarea hecha. No tengo que comentar comentarios. Cuando un libro se convierte en un fenómeno ya no se puede explicar exclusivamente desde la literatura, que es mi ámbito de trabajo. Siempre he dicho que es una ficción protagonizada por personajes que me he inventado, que se parecen a gente cercana, de mi ciudad. Pero una novela no debe suplantar jamás a los estudios historiográficos.

“Quería escribir en ‘Los vencejos’ sobre el suicidio, sobre lo que le pasa a una persona que sabe qué día va a morir”

“Mi novela ‘Patria’ se convirtió en un fenómeno para el cual yo no tengo explicación, ni quizá la literatura la tiene”

“Voy a jugar a ser profeta, creo que estamos acercándonos a una etapa nueva, que no sé describir y que nos va a sorprender”