Junto a Fran Serrano (contrabajo), Juan Sebastián Vázquez (piano), Inhar Val (trompeta) y Dani Domínguez (batería), Itziar Yagüe vuelve este domingo a subirse a un escenario gasteiztarra. Será, ya que el covid obliga a ello, ofreciendo dos pases (mediodía y tarde) en el Urban Rock para poder así atender al mayor número de gente posible. Todo ello de la mano de la asociación vitoriana Swingvergüenza. Antes, eso sí, la gasteiztarra habla con DNA entre las paredes de Vinylora.

¿Qué extraño actuar en estas condiciones, no?

-No queda otra. De todas formas, en el último año solo he dado un concierto, que fue para la Sociedad de Blues de Madrid. Estábamos en un teatro y voy a decir algo tremendamente impopular pero que no se pudieran tomar copas y apenas hablar, no me importó (risas). No, ahora en serio, mi música es también bailable y es verdad que es una pena no ver a la gente bailar. Yo misma echo mucho de menos bailar. Es más, cuando estoy en el escenario, me bailo todos los solos, no perdono ni uno. Es verdad que la experiencia ahora es totalmente distinta, pero tengo que confesar que no echo tanto de menos esa actuación en el bar con la barra llena, las copas, la gente de un lado para el otro y esas cosas. Ahora la gente que está, lo hace porque justo quiere estar en tu concierto, en ese momento, en ese lugar. Está concentrada en lo que haces y muy metida en la actuación, y eso se siente desde el escenario. La lectura no tan positiva pasa por lo que hablábamos, por el hecho de no poder bailar. Pero bueno, hay que saber adaptarse.

Pero dos conciertos casi seguidos para la voz...

-Te lo cuento el lunes, pero también te digo que ha habido algún momento en mi carrera en el que he llegado a dar cuatro conciertos en 48 horas con diferentes formaciones y repertorios. Eso sí que fue una paliza que me alegro de no repetir. Lo bueno de este caso es que vamos a sentir las dos actuaciones seguidas casi como la misma en dos pases.

Más allá de que pueda haber otros alicientes y sorpresas, será 'Delicious' el eje central del repertorio, un primer EP en la senda de Yagüe que se publicó el pasado septiembre. ¿Satisfecha con el recorrido que ha tenido en estos meses?

-No me ha podido dar más alegrías. Me siento muy agradecida. Hice este disco para mí, aunque suene muy ególatra. Era una especie de reto o de desafío después de tantos años cantando pero sin grabar algo propio. A la única persona a la que quería convencer con este EP era a mí. Lo que pasa es que, de repente, salió y a la gente le encantó. Me sigue sorprendiendo para bien el recorrido que está teniendo. Me ilusiona y me da más ganas para hacer otras cosas. Cuando alguien me dice que le gusta mi música, me impresiona mucho, me sigue pareciendo algo extraterrestre. Me encanta que me lo digan y me siento en deuda.

Es volver a casa tanto para usted como para algunos de los músicos que le van a acompañar. ¿Es especial o un recital más?

-Es absolutamente especial para mí y lo es por muchas razones. La principal es que el último concierto que ofrecí antes de este despropósito fue en Vitoria. Eso fue el 15 de febrero. Una semana más tarde entramos a grabar Delicious. Es muy especial volver un año después a presentar estas canciones, y además hacerlo de la mano de Swingvergüenza. Muy, muy especial, aunque mis padres no van a poder estar.

Va a estar el Urban lleno en los dos pases. ¿Cómo le gustaría que saliese la gente?

-Con unas galas locas de bailar. Y que digan que se les ha hecho corto.

Está sucediendo con muchos discos publicados estos meses que se están quedando en el olvido al no hacerse tantos conciertos.

-Delicious cumple siete meses la próxima semana y en este tiempo solo he podido llevarlo al directo en tres ocasiones, incluyendo las de este domingo. Pero aún así, gracias también a la respuesta del público y del interés de los medios de comunicación, veo que tiene todavía recorrido por delante. Para verano ya tengo cerrados, de momento, dos actuaciones más. Y veremos.

Le costó unos cuantos años, no es por nada, entrar a grabar este EP. ¿No habrá que esperar tanto para el segundo, no?

-(Risas) No, no. De hecho, está ya en marcha. Una vez que me pongo, y esto me pasa en muchos aspectos de la vida, ya no puedo parar. Tengo dos canciones grabadas de un trabajo que va a producir Greg Izor, y creo que principios de 2022 puede ser un buen momento para la publicación.

En estos tiempos de música urbana, su camino va por géneros como el blues, que parecen minoritarios ante la avalancha de lo otro, aunque es evidente que tienen su público.

-Claro que hay público, por supuesto. Yo no hice mi disco para que se vendiera, sino para darme a conocer y me he encontrado con una respuesta tremenda por parte, por ejemplo, de los medios de comunicación. Hay gente que quiere cosas que no son tan sobreproducidas. Mi disco no está sobreproducido, es una cosita modesta que está hecha con amor. No hay ni correcciones. Voces tratadas ya hay en todos los demás discos. En el mío no se toca porque así, quien lo compra, sabe que lo que está escuchando es una voz, no el tratamiento de una voz. No son cosas tan obvias como pudiera parecer. Nuestros oídos se han acomodado y hemos perdido un poco de espíritu crítico. Por eso creo que se está apreciando tanto Delicious, porque es y suena natural.