Nani (alter ego de la cómica Henar Álvarez) en su novela La mala leche, ilustrada por Ana Müshell, a su vez autora de la biografía Patti Smith. She has the power, es una joven y atribulada madre primeriza que sufre pequeñas explosiones de ira. ¿Los motivos? Un deseo sexual no resuelto, los machismos encubiertos, el miedo a la muerte y la culpa por no dar la talla como madre ni ser la pareja perfecta. Así, entre sueños húmedos, camisas de lactancia y chats clandestinos de Telegram, discurren estas viñetas autobiográficas, provocadoras y libres de tabúes sobre cómo nos relacionamos con el deseo en las diferentes etapas de nuestra vida, y con las que resulta muy fácil identificarse.
La expresión mala leche
Es que su origen se basa en la antigua creencia de que a leche con que se amamantaba influía en el carácter. El humor es mi herramienta para contar historias.
¿Siempre quiso ser cómica?
No, lo que tenía muy claro es que quería escribir, pero sí que es verdad que cuando ahora leo cosas de cuando era pequeña o adolescente siempre estaban escritas en tono cómico. Incluso he sido articulista y me pongo a releer los textos y son monólogos. Creo que con el humor entran mejor las historias.
¿Buscaba que esta novela fuera provocadora?
La verdad es que yo no la veo tan provocadora. Cuando la gente la lee me dice que he sido muy valiente, pero realmente es que el personaje central soy yo, tal cual. Lo único que he intentado es contar cómo vivía personalmente el maremágnum cuando estaba cambiando mi manera de desear en un momento tan convulso como el de acabar de ser madre. Lo que he hecho es relatarlo desde mi punto de vista, el de la forma en que me comporto. Puede ser que la sociedad no esté muy acostumbrada a que las mujeres hablen de sexo, y es que cuando los hombres hablan de sexo pasa totalmente desapercibido; ellos, en programas de humor, hacen mención a sus genitales y a chistes de pajas todos los días. Sin embargo, como pasa a diario, eso no llama la atención, pero cuando lo hacemos nosotras sí.
¿Qué busca con este libro?
La idea es que quien lo lea pueda evadirse, sobre todo en estos momentos, y troncharse de risa de la mano de una protagonista que da mucho que hablar. También espero que les guste a los amantes del cómic. Hablo de cómo nos relacionamos con el deseo en las diferentes etapas de nuestra vida. Resulta fácil identificarse con Nani, la protagonista, porque los ingredientes de la novela giran en torno a la maternidad, el sexo y el feminismo.
No le gusta el calificativo de humor feminista. ¿Por qué? ¿El humor tiene género?
Porque las categorías siempre son limitantes. El humor tiene las características de la persona que lo hace, y eso es lógico no solo en el humor, sino en cualquier obra cultural. Las personas escriben teniendo en cuenta su propia experiencia y su forma de entender la vida, y eso es guay, porque así tenemos una visión más amplia de lo que es el mundo.
Esta obra, en la que habla sobre los roles que se asignan tanto a chicos como a chicas, ¿es autobiográfica?
Tiene mucho de autobiográfica, pero también es verdad que hay muchas cosas que son ficticias, y las he inventado para encajarlas en la historia y relatar mi verdad de cómo vivo yo el deseo y la maternidad. Pero sí es cierto que hay una cosa que me ha sucedido y que a otras compañeras con las que he hablado también: que cuando era más joven todos los novios que tenía eran señores mayores que se quedaban calvos antes de los 40 y a los que necesitaba para admirarlos y que me llenaran intelectualmente. Y cuando tienes tu vida tranquila, de repente te das cuenta de que un cuerpo bonito igual tiene su gracia, que un tronista de estos también puede ser divertido en un momento determinado. Pienso que esto les ha pasado a muchas mujeres. En ellas el valor estaba en la juventud y la belleza y en ellos en el prestigio y el poder. Sin embargo, muchas mujeres empezamos a transitar por el camino complicado de buscar poder y belleza.
Cada vez hay más mujeres cómicas. ¿Hasta hace poco era un coto masculino?
Siempre las ha habido, el problema es que los medios de comunicación no les habían dado tanto espacio. Cuando hablas de eso siempre te citan a las mismas, pero salían en los medios una de cada cincuenta. Eso sigue siendo un poco así, continuamos sin darles la oportunidad de ser visibles. Ha sido gracias a la explosión del feminismo del 2015 cuando se empezaron a poner temas encima de la mesa y se vio que faltaban mujeres en todos los sectores públicos y mediáticos. Donde está el micrófono es donde están el poder y la relevancia. En los últimos dos años los medios se han preocupado de que en espacios de humor por lo menos haya una mujer, que es un drama igualmente, pero mejor una que ninguna.
¿No deprime que haya mujeres contrarias a las cuotas?
Sí, aunque por otra parte lo entiendo.
¿Por qué?
Porque hace muchos años también estaba en esa posición, antes de darme cuenta de las cosas. A mí me habían metido en la cabeza la cultura del sufrimiento. Me habían inculcado el "yo quiero llegar a los puestos según mis capacidades". Y mi pregunta es: ¿qué pasa, que porque se ponga una cuota va a llegar cualquiera? ¿No hay mujeres válidas? Se está dando por hecho que se ofrece ese puesto a una mujer que no vale, pero la cuestión es al revés, no llegas porque eres mujer. El día que haya el mismo número de mujeres mediocres que hombres mediocres en cualquier ámbito, ese día habremos alcanzado la igualdad, pero ahora mismo necesitamos cuotas para que salgan las brillantes.
En su novela habla sobre la maternidad. ¿A las mujeres se nos obliga a ejercerla mientras que para los hombres la paternidad es una opción?
Cuando yo tuve a mi hijo, y estando mi pareja delante, me llegaron a preguntar si iba a dejar el trabajo, como si estuviéramos en los cincuenta. Esa pregunta me dejó perpleja. Sí que tuve la sensación de que ejercer la maternidad para nosotras es obligatorio y para los hombres es optativo. Es una cuestión supercultural que nos han metido por tierra, mar y aire. He visto mil películas en las que si la madre desaparece es una inhumana, una bestia salvaje, mientras que si el padre desaparece es un señor que se va pero vuelve cuando el niño está criado, y cuando tiene 18 años le invita a una cerveza y todo arreglado.
¿La infidelidad masculina no está mal vista y la femenina está demonizada?
Para contar la historia que quería narrar, que es el cambio del deseo, necesitaba meter el tema de la infidelidad para poner el contrapunto del hombre más mayor, responsable e incluso buena persona, ya que las pasiones no tienen nada que ver con eso. Deseaba contraponerlo con un chico más joven, más trabajado. Desde hace mil años, cuando se habla de las infidelidades masculinas no se habla tanto de la infidelidad, sino de hombres que están superados por la situación que viven o porque en su casa no tienen lo que necesitan.
Lo que ha hecho cargar a las mujeres con mucha culpa.
Sí. Yo he escuchado miles de veces la frase de que si un hombre no tiene en su casa lo que quiere, lo va a buscar fuera. En la novela intenté darle la vuelta a la tortilla y decir: y si yo no tengo en casa lo que deseo, ¿dónde lo busco? ¿O se piensa que simplemente queremos coger a un hombre y atarle en corto? Todo esto también viene de la herencia de generaciones y generaciones de mujeres a las que no les dejaban trabajar. Durante mucho tiempo se ha creído que a una mujer lo único que le interesaba era un hombre con una buena posición social y con dinero en la cartera. Y cuando tienes que dejar de trabajar resultaba algo lógico, porque el trabajo de la mujer era él, encontrar a alguien que te mantuviera con una vida más o menos aceptable. Ahora que las mujeres tenemos nuestros propios medios, que podemos tener nuestra carrera profesional, esto ha cambiado. En el libro también cuento la casualidad de que mujeres con poder, como Madonna o Cher, y cada vez más, tienen novios más jóvenes que ellas. ¿Por qué será? Porque igual no tiene que ver con el género sino con el poder, pero como no nos lo han dejado debían buscar a un poderoso, porque todo el mundo quiere vivir lo mejor posible.
¿Cree que somos monógamas por naturaleza o es una construcción social de deseo, de poder?
La monogamia sí que es una construcción social hecha solo para las mujeres. Si escuchas a nuestras abuelas siempre decían: Es que tu abuelo tenía sus cosas, pero ya sabes cómo son los hombres. Las mujeres no podían tener ningún rollo porque estaban en la casa un poco medio prisioneras, y sin medios económicos, ¿con quién se iban a liar para que la echaran a la calle con una mano delante y otra detrás? Y encima con el estigma de ser una puta, una zorra que engaña a su marido. Antes todo estaba muy bien montado, pero queda claro que la monogamia no funciona.
¿Los hombres tienen que ser nuestros aliados para conseguir llegar a puestos de decisión?
Tengo mis sentimientos encontrados con esto. Una cosa que está clarísima es que si ellos están en los puestos de poder se necesita que alguien te abra la puerta para dejarte pasar. No solo en los puestos de poder, sino también los medios de comunicación, en cualquier lugar. Por otra parte, está clarísimo que en decenas de años de lucha feminista ellas han hecho muchas cosas sin ayuda de nadie, y han sido las mujeres por sí mismas las que han salido adelante. Aunque me imagino que si tenemos a hombres que ayudan será más fácil, y también estaría bien que la ayuda fuera real, no queriéndose poner la medalla y coger espacio para hablar de nosotras. Cuando les escucho todo me parece cansadísimo.
Ahora, con la pandemia, el mundo artístico lo esta pasando muy mal, ¿también las humoristas?
Claro. Somos un sector bastante maltratado, incluso sin pandemia. En los medios de comunicación ya sabemos cómo van las cosas: te despiden en verano y te contratan en septiembre. Este es un trabajo muy precario, y encima con los teatros cerrados al 50% la situación es absolutamente dramática. Yo me siento una privilegiada porque tengo un programa en la radio y sigue. Admito que ahí he tenido suerte, porque cuento con ingresos mensuales, pero hay muchas compañeras que no. Incluso así nos hemos tenido que reinventar.
¿Porque tienen que hacer humor sin público?
Sí. Nosotros tenemos un programa en la Cadena Ser de humor y antes contábamos con la presencia de gente, pero ahora no. Y hacer humor sin público es como dar un mitin sin personas. Es horrible, algo así como estar gritando en el desierto. También hemos tenido que aprender de nuevo a hacer nuestro trabajo, sabiendo que estamos los tres solos en el estudio y reinventarnos de esa manera. Confío en que la vacuna llegue pronto y todo esto pase cuanto antes.
La comedia, el humor, los monólogos, ¿cree que están en alza?
Sí, creo que la comedia está viviendo un tiempo bueno, en los medios hay más comedias que nunca y al mundo del monólogo, con la llegada de las mujeres, ha llegado una ola de aire fresco, ya que las mujeres contamos historias que el público no estaba tan acostumbrado a escuchar, y eso siempre sienta bien.
Personal
Nacimiento: Madrid (1984).
Profesión: Cómica, guionista y presentadora de radio y televisión
Experiencia: Presentó un programa de radio con Leticia Dolera en la Ser, escribió crónicas feministas en El Confidencial, fue guionista de Hoy por Hoy y presentadora de los programas de televisión Likes y Las que faltaban (Movistar+).
Monologuista: En marzo de 2019 debutó en el programa Late motiv, conducido por Andreu Buenafuente, con el monólogo La puta de la clase, que se hizo viral y disparó su popularidad. Actualmente presenta Buenismo bien (Ser), junto a Quique Peinado y Manuel Burque, además de colaborar como guionista y tertuliana en varios programas de televisión.