lain Delon irradiaba una belleza insolente que atrajo a espectadores, directores y mujeres, muchas mujeres, en casi 100 películas. Alejado de los focos con un silencio mediático que rompe de forma puntual en las redes sociales, cumplió ayer 85 años.
Su última aparición pública se remonta al Festival de Cannes de 2019, un certamen en el que había presentado en competición Il Gattopardo (1963), Nouvelle Vague (1990) o Le retour de Casanova (1992), pero donde su único premio fue esa Palma de Oro de Honor por su trayectoria.
Su recibimiento ese día puso en evidencia las diferentes aristas de la persona y el personaje, tan venerado por el séptimo arte como criticado por asociaciones feministas debido a declaraciones y comportamientos tachados de homófobos y misóginos.
“Nadie está obligado a estar de acuerdo conmigo, pero hay una cosa en el mundo de la que estoy seguro y orgulloso, una sola cosa, y es mi carrera”, dijo al recoger ese reconocimiento que le entregó, entre ovaciones, su hija Anouchka.
En Cannes comenzó de hecho su leyenda. Fue allí por primera vez en 1956, invitado por una de sus muchas conquistas, y pese a que todavía no había rodado ninguna película su físico y descaro no tardaron en darlo a conocer y en facilitarle el salir de esa edición con una buena agenda de contactos.
“Si no hubiera sido actor estaría muerto. El cine era mi destino”, reconoció en 2017 en la revista Paris Match el intérprete, nacido en Sceaux, en el seno de una familia desestructurada que le hizo acabar en manos de padres de acogida.
Abrazó la profesión de forma autodidacta por petición expresa de su primer director, Yves Allégret, quien en 1957, con Quand la femme s’en mêle, le dio un consejo que se convirtió en su mantra: “Sé tú, no actúes”.
La lista de cineastas de primer orden con los que trabajó posteriormente hace que Delon sea no solo un icono del cine francés de los años 60 y 70, sino uno de los grandes emblemas de la cinematografía internacional.
La consagración le llegó en 1960 de la mano de Luchino Visconti con Rocco e i suoi fratelli, pero en su filmografía destacan también títulos como La Piscine (1969), de Jacques Deray, o, en ese mismo año, Le clan des siciliens, de Henri Verneuil.
“Fueron las mujeres que me han amado las que me hicieron meterme en esta profesión y las que lucharon por mí”, recordó el actor en Cannes.
Algunos de sus romances más sonados los tuvo con compañeras de trabajo. A la austríaca Romy Schneider la conoció en 1958 en el rodaje de Christine, de Pierre Gaspard-Huit, cuando ella ya era famosa gracias al éxito de Sissi y él un debutante.
Durante cinco años fueron los “novios de Europa”, hasta que Delon rompió con ella por carta para irse junto a la modelo y actriz Nathalie Canovas, que en 1964 dio a luz a su hijo Anthony.
La gran pantalla los reunió después en filmes como La Piscine y Schneider se mantuvo como una figura importante en su vida. “Una estrella no se apaga nunca”, dijo de ella el pasado septiembre con motivo del que hubiera sido el 82 cumpleaños de la actriz, fallecida en 1982.
Su relación con Brigitte Bardot siempre ha sido platónica, según defienden ambos protagonistas, y de historias más largas, como la que le unió a la modelo y presentadora holandesa Rosalie van Breemen, de la que nacieron sus dos hijos pequeños, Anouchka (1990) y Alain-Fabien (1994).
“Hago tres cosas muy bien: mi trabajo, tonterías e hijos”, ha afirmado en el pasado Delon, premio César del cine francés en 1985 al mejor actor protagonista por Notre Histoire, de su compatriota Bertrand Blier.
La vejez lo retiró progresivamente del foco mediático y el accidente cerebrovascular que sufrió en 2019 acabó de recluirlo. Tras ser operado en París y pasar parte de su recuperación en una clínica suiza, ha encontrado refugio en su propiedad de Douchy, al sur de París, donde asegura que querrá ser enterrado.
“Hay una cosa en el mundo de la que estoy seguro y orgulloso, una sola cosa, y es mi carrera”
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