- Su vida la ha desarrollado en el campo, entre las viñas de Samaniego, de Rioja Alavesa, a donde llegó hace años y dónde se integró como uno más. Y por esos conceptos: viticultor y vecino, es conocido, pero también porque su impresionante moto aparece en todos los acontecimientos importantes y allí donde está, Jorge está realizando fotografías que luego son seguidas a través de las redes sociales con verdadera pasión.
Por eso, un día se planteó que esas fotos, que se disfrutan en la pantalla del ordenador, podrían ser las protagonistas de unas exposiciones donde verlas en formato papel y grandes. Y acaba de terminar su tercera muestra, mientras va pergeñando las próximas: comenzó acercando el cielo a la tierra, siguió compartiendo sus miradas de un viaje a Bali y en la tercera ha maridado la fotografía de sensaciones con la poesía. Con ese viaje, Jorge Bravo ya ha consolidado un nombre y una forma de transmitir lo que observa.
Sobre el origen de esta vocación, Jorge Bravo cuenta que la pasión por la fotografía es algo que fue llegando poco a poco. "Me gusta viajar y conocer sitios y al final me pasó lo típico: que te compras una cámara y quieres hacer fotos bonitas. Y siempre en modo automático, sin flash, porque entras en los sitios y te advierten que no se puede utilizar y te terminas preguntando que cómo haces una foto sin flash porque seguro que no te sale". La cuestión es que un día vió un anuncio de Foto Gasteiz, en Vitoria, en el que se anunciaban cursos de fotografía. "Llamé, pregunté que cómo eran los cursos y me explicaron que me enseñaban a utilizar la cámara, los diferentes modos que tiene y me apunté".
Él es agricultor, viticultor. Y esto de la fotografía surgió como una pasión según reconoce. "Porque al final, al que le gusta pintar, pinta, al que le gusta hacer puzles, lo mismo. Pero para mi, más un hobby, la fotografía se ha convertido en pasión. Esa pasión de contar cómo veo yo el mundo. Al final, esa es la misión del fotógrafo: decir cómo vemos nosotros el mundo, que cada uno lo interpretamos de una manera".
Para reforzar esa formación, se matriculó en Foto Gasteiz, "que me dio los conceptos técnicos. Allí me han enseñado la fotografía urbana, los retratos Gustavo Bravo, que es el profesor, me da mucha caña, porque le mando fotos muy buenas cuando hablamos de proyectos y él me machaca para que las saque mejores, aunque creo que lo hace para que no me ponga topes"
También poquito a poco, "según me he ido metiendo en la fotografía te das cuenta de que vivimos demasiado rápido y hay muchos detalles que no nos paramos a verlos. Y no hablo solo de la fotografía, sino de la vida en general". Y explica que "muchas veces junto lo que es la vida con la fotografía. Vivimos muy rápido, no te paras en los pequeños detalles. A mi me pasaba con mi hija que vives tan rápido que piensas que el darle un mimo, porque lo mismo yo estaba ocupado haciendo otra cosa, no me cuesta tanto y dentro de unos años yo no estaré aquí para dárselo".
Eso es lo que está intentando hacer con la fotografía: no andar tan rápido, "ver los pequeños detalles, las sombras", eso es lo que me gusta reflejar, esas pequeñas cosas. Aunque la primera exposición fue sobre los espacios más grandes, las noches y las luces del cielo.
"Aquello salió de un curso de fotografía nocturna que hicimos", comenta al explicar cómo nació la exposición Una mirada diferente de las noches de Rioja Alavesa. Una estrella vale más que mil palabras, en la primavera de 2008.
En realidad el curso lo hicieron en Mansilla, en La Rioja, cuando el nivel del embalse había bajado tanto que dejaba ver toda la trama fantasmal de las ruinas del viejo pueblo, en el que emerge parte de la iglesia, el puente o el quiosco de la música. "Hicimos fotos fantásticas, pero me dije que esto lo tenía que hacer en la comarca, en Rioja Alavesa". Lo comentó con el profesor y este le dijo "¿te has dado cuenta de una cosa". "Si -le dije- hay muchos sitios con muchas luces". Gustavo Bravo le replicó "¿y qué es lo que te pasa?" y le contestó que "hay muchas luces, de los pueblos, de las ciudades". "¿Y eso qué puede ser?, le preguntó. "Contaminación lumínica", le respondió. "Pues haz una colección de fotografías quejándote de esa contaminación. Pero no lo hagas de forma tan directa que la gente lo vea sin más, sino que haga pensar sobre esa situación". Y así salió esta exposición.
El tema no lo tiene abandonado, sigue saliendo por las noches, cuando los hijos lo permiten, y a las fotos del firmamento les está sumando otra colección de relámpagos.
Luego llegó otra clase especial: un viaje a Bali organizado por Foto Gasteiz. De aquel viaje conserva más de 10.000 fotografías, que sigue editando y guardando, pero una selección de ellas confirmó la segunde exposición de Jorge Bravo en Laguardia. "En los primeros días ibas como loco tratado de documentar en imágenes todo lo que veías y luego me organicé en cuatro grupos: retratos, foto urbana, paisaje y religión-cultura". Cuando termine de organizarlas decidirá si finalmente se convierte en un libro de viajes o qué. Será, sin duda, una obra singular, porque el viaje no tenía ninguna connotación turística, sino que se organizó para ir a lugares poco frecuentados por el turismo, para conocer la realidad más dura de esa isla y buscando la integración con los naturales de cada pueblo.
Tras ésta llegó la tercera, Complicidad. Es una colección de fotografías nacida en un momento especial, "el tiempo en el que hemos permanecido confinados en nuestras casas, unas fotos nacidas de mis sentimientos, un ejercicio para congelar momentos y mostrar las sensaciones que producen las sombras y las luces". Cuando las terminó se puso a editarlas y vió que sentía cosas con cada una de ellas. Trató de escribir algo, pero "reconozco que soy muy malo escribiendo". Fue cuando recordó que en Vitoria se había realizado el evento 'Poetas en mayo' y se puso en contacto con Arantxa Guinea, la coordinadora. Le explicó lo que le ocurría y Arantxa le dijo que le enviara las imágenes para verlas. "Al día siguiente me escribió y me dijo que en una semana tendría unos textos, e incluso le floreció una poesía", porque también a ella le afloraron sensaciones con las fotos.
Esa tercera exposición, Complicidad, se va a convertir ahora en cuatro temas clave, que aún no quiere desvelar en profundidad, pero serán fotografías con poesía. Y aunque le gusta trabajar solo, confiesa que en esos proyectos el primero será con Aratxa Guinea, el segundo con Gustavo Bravo, el tercero tendrá como compañera a su hija y el cuarto lo hará con una compañera fotógrafa, experta en flash y retrato.
No son los únicos. Cuando puede sigue con un proyecto sobre la cultura de festividades en Rioja Alavesa, otra colección de lo que llama "mis locuras" fotografías inesperadas y sorprendentes, fruto de momentos concretos, también tiene en ciernes algo sobre Samaniego y confiesa que "me veo en la obligación de hacerlo, porque Samaniego me recibió y me integró y le tengo que dar algo a cambio". De momento hace un par de años la asociación que coordina e impulsa la representación histórica de El lugar de Samaniego, le encargó una serie de fotografías para repartir entre los actores. De los ensayos y del estreno de aquel año salió un hermoso libro de fotos que refleja la implicación de los vecinos de Rioja Alavesa en narrar su historia novelada.
En cuanto al futuro de la fotografía comenta que "las redes sociales han hecho mucho daño, porque coges el móvil, haces una foto y ya está. No se es fotógrafo por haber hecho una foto, sino que éste se va haciendo a lo largo de su vida". Añade que esto es como lo que explicaba de vivir demasiado rápido. La foto no depende de la cámara, "depende en primer lugar del sentimiento que tengas tú en ese momento, después, si eres profesional, debes tener los conocimientos técnicos adecuados" y añade en cuanto a las diferentes cámaras que tiene, tres de segunda mano. "En cualquier caso, la fotografía es para vivirla desde la pasión", sentencia con sentimiento Jorge Bravo.