- La historia de la cultura en general y de la música en particular está llena, por desgracia, de ejemplos de creadoras en distintos campos cuyos nombres han sido y son ignorados por completo. Una realidad ante la que hay quien ni quiere ni puede permanecer impasible. Es el caso de la pianista gasteiztarra Susana García de Salazar, que en los últimos tres años ha estado dando forma al proyecto Inéditas (La voz invisible de las compositoras), que ahora ha dado un nuevo paso con la publicación del disco en el que se recoge parte de la producción de Julie-Adrienne Carricaburu, Emiliana de Zubeldia, Emma Chacón y Anita B. Idiartborde, cuatro autoras diferentes entre sí a la hora de afrontar su trabajo musical pero a las que les unen la coincidencia en el tiempo, finales del siglo XIX y el siglo XX, y en el lugar, el País Vasco a un lado y otro del Bidasoa.

Grabado el pasado mes de diciembre en el aula magna del Conservatorio Jesús Guridi por la propia García de Salazar junto a Eugenia Boix (voz) y Teresa Valente (violoncello), el álbum -que se edita con el apoyo del Gobierno Vasco y el Ayuntamiento de Vitoria- se puede conseguir ya solo en formato físico a través de la página vocesineditas.com. “Han sido tres años de pelear mucho”, confiesa la pianista, que espera que, cuando se recupere la normalidad, se retome la agenda de conciertos vinculados a esta aventura, como los ya realizados en ciudades como la capital alavesa.

Cristaliza así una iniciativa cuyos cimientos tienen dos referencias claves. La primera viene de su etapa de estudiante en Basilea, del encuentro con una cantidad ingente de partituras, discos... “De las primeras cosas que descubrí allí fueron los tríos de Fanny Mendelssohn. Era la primera vez que oía hablar de ella”, de una mujer, como tantas otras, silenciada e invisibilizada, como pasaba con Clara Schumann, que simplemente era la esposa de relacionada sentimentalmente con Brahms. “Pero no se hablaba de ella como compositora”. Años después, cuando la pianista estuvo en Eresbil para preparar la grabación del disco Paisajes del recuerdo junto a Carlos Mena -un trabajo que buscaba rescatar obras de compositores vascos que no eran conocidas y que merecían un punto de atención- “Jon Bagüés nos dio una obra de Emiliana de Zubeldia, que es una joya. Y Jon me comentó que tenía más música que me podría parecer interesante”. Fue el segundo y definitivo acicate para hacer Inéditas una realidad. “He ido recibiendo música, la he ido leyendo, ordenando y ensamblando, porque a mí me gusta mucho que los programas y los discos tengan un nexo”.

Desde una mirada libre y sin condicionantes previos, García de Salazar se ha encontrado con cuatro compositoras que, entre ellas, “no tienen nada que ver”, explica. Julie-Adrienne Carricaburu, de la que gracias a Aita Donostia hay algunas breves referencias, “es la más sencilla. Se dedicó a recoger las canciones que escuchaba a los campesinos para luego crear una serie de acompañamientos que he intentado enriquecer dándoles más variedad sonora”. Sí se conoce más, de la mano de Isabel Díaz Morlán, de Emma Chacón, de quien “hay grabaciones tocando en la radio, en las que se le oye hablar y se ve que era una mujer de carácter y que era muy buena pianista, muy inquieta y con un marido peculiar, de esos excepcionales que había y que hay, que permitió, y uso esa palabra porque hay que tener en cuenta la época, que ella no abandonase la composición ni la interpretación”. Ella era alumna de Granados, un sello que marca su producción puesto que no pudo seguir formándose. “Tuvo ocho hijos, vivía en Bilbao y no paraba”.

Para Emiliana de Zubeldia y Anita B. Idiartborde guarda el adjetivo de “rompedoras”. La primera “tenía que se un auténtico torbellino. Se nota que era inquieta, curiosa. Buscaba incansablemente la novedad”. En cuanto a la segunda, la pianista describe que componía “de una manera mucho más complicada. Anita es, para mí, la gran desconocida y tenía que ser una mujer interesantísima. Fue la que más viajó y más estuvo en un ambiente cosmopolita. De ella hay postales que le escribió a Aita Donostia”, más allá de la carta que también le escribió antes de morir. “En ella, le pedía a Donostia que llevase su música al Museo Vasco de Baiona porque quizá alguien unos años después se molestaría en encontrar su música y sacarla adelante. Cuando leí aquello pensé: esa persona voy a ser yo”.

Con ese reto en mente, “mi objetivo era, lo primero, sacarlas a las cuatro de las baldas. Y el segundo, que hubiese empatía con ellas, que la gente entendiera la labor descomunal que suponía en el 1900 dedicarse profesionalmente a la música”, describe García de Salazar, que hace dos años llevo por primera vez su labor a los escenarios. “El público no espera lo que se encuentra”, apunta quien quiere seguir tirando del hilo en paralelo a otros proyectos, sobre todo porque le gustaría profundizar en la parte instrumental de las partituras que sigue recopilando.

Todo ello para poner el foco no solo en estas cuatro creadoras, sino en todas aquellas que han sufrido el olvido de la historia. “Es una situación que, de otra manera, se sigue dando. Tenemos metido hasta el tuétano al patriarcado. Vamos dando pasitos pero queda mucho por hacer. Nos sigue costando valorar a las compositoras. Coge 20 programas de conciertos de cualquier ciudad grande de España. En más de la mitad, los compositores son hombres y los directores son hombres. Va cambiando poco a poco pero...”.