Vitoria - Tras despedir 2019 con una mirada a la creación literaria portuguesa, el nuevo año llega para Cita con la Poesía de la mano de Amalia Bautista, poeta madrileña de largo y premiado recorrido que, sin embargo, no deja de afrontar nuevos retos, como la publicación hace unos meses de su debut en el cuento en verso para los lectores más jóvenes, Floricela. Para hablar de su trayectoria a través de una selección de sus creaciones, mañana a las 19.30 horas se encontrará con el público en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa.
¿Qué es lo que el público va a poder encontrarse?
-Como es una lectura mía, sin compartir el mismo encuentro con otros autores como se suele hacer en ocasiones, la idea es hacer un recorrido biográfico y bibliográfico, arrancando del primer libro, que es del año 1988 (Cárcel de amor) hasta lo último que he estado haciendo. Se trata de leer una pequeña muestra de cada uno de los títulos para que la gente que acuda pueda conocer un poco la trayectoria que he seguido a lo largo de estos años.
¿No da un poco de vértigo hacer ese repaso de lo que hecho y, además, tener que seleccionar lo que se considera más adecuado para un recital como el de Vitoria? No siempre está una contenta con lo hecho, además.
-No, no siempre (risas). Pero también te diré que yo me preparo poco las lecturas. Voy recuperando sobre la marcha lo que me voy encontrando. Pero bueno, al margen de eso, sí es cierto que da un poco de vértigo al ver los años que han pasado, lo que una hacía cuando era jovencita... pero tampoco hay que avergonzarse. Para nada.
A lo largo del camino, ¿ha encontrado su voz propia o, en realidad, está ahí desde el principio?
-Las dos cosas. Una no deja de buscarse nunca. En cada nuevo poema que haces te puedes reconocer porque sigue siendo tu voz, pero también es un paso más allá en esa tarea de búsqueda eterna. Eso no se acaba nunca. Incluso te puedes autor-sorprender.
De hecho, ahí está 'Floricela', que es algo nuevo en su carrera.
-Es algo muy peculiar en mi trayectoria. Es un libro para niños, un cuento en verso. Es algo que no había hecho nunca. La editorial La Bella Varsovia decidió, después de muchos años publicando poesía, empezar una línea para niños, de poesía infantil. En ese marco, me invitaron a publicar. En principio, mi respuesta fue que no tenía nada, que nunca había hecho algo para niños, pero que podía intentarlo y ver qué podía salir. A partir de esa invitación y de darle vueltas a alguna idea previa salió este cuento, que es la historia de una niña que nace con dientes. Así de raro.
Enfrentarse a estos nuevos retos tiene que ser divertido.
-Sí, sí. Es muy estimulante y atractivo. Además, ya partes del no. Quiero decir, si no sale nada, pues ya está, qué le vamos a hacer, ¿no?. Pero ¿y si sí sale?. Ese proceso tiene su buena parte de ilusión.
Poesía para niños. Seguro que muchos le han dicho que ahí no hay nada que hacer. ¿Hay esperanza?
-Sí que la hay. Por supuesto. El otro día tuvimos una presentación del cuento de una librería de Madrid y todos los niños que asistieron compraron el libro. No está mal. Y parece que a los padres también les gustó, que son los que pagan (risas). Así que parece que no está todo perdido.
Igual sí hay un vacío entre los jóvenes. Digo con respecto a la poesía.
-Pero ahora se está produciendo un fenómeno muy peculiar y es que los jóvenes, incluso desde la adolescencia, están enganchados a un tipo de poesía, que es la que circula por las redes. Incluso las grandes editoriales están haciendo apuestas por este tipo de poesía. Es otro producto, por así decirlo, y otro tipo de lector. Así que moverse, algo se mueve. No descarto que algunos de esos lectores, en algún momento, lea otras cosas.
¿Se ve escribiendo esa poesía para las redes?
-No, la verdad es que no. Me pilla mucho más lejos que el cuento en verso para niños (risas).
Por cierto, volviendo un poco a la cita de mañana. ¿Qué es lo que la gente más le suele preguntar en este tipo de encuentros?
-Bueno, hay preguntas típicas sobre cuándo empezaste a escribir, qué te impulsó, a qué poetas admiras... Y luego hay siempre alguna nota sorprendente porque hay alguien que ha descubierto en un poema algo que ni siquiera yo había visto o pensado. Eso siempre es enriquecedor. Es verdad que el poema lo termina el lector o el oyente. El poeta hace lo que puede y el lector lo completa con su visión de ese momento. Hay gente que encuentra matices en los que yo no había caído.
Y si le piden algún consejo para escribir...
-Hay una receta bastante infalible para esto, casi como una receta de cocina: una parte de escritura por cada mil de lectura.