madrid - Pilar Jurado lleva once meses al frente de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), tiempo en el que asegura haber revertido la mala situación en la que se encontraba la entidad en los últimos años. Y es que tras las malas praxis del pasado, editoriales multinacionales amenazaban con marcharse de la SGAE; autores, con retirar su repertorio de la misma, e, incluso, la sombra de la intervención por parte del Ministerio de Cultura asolaban a la entidad. Pero “tras abrir mesas de diálogo con todas las partes, hemos conseguido que se vuelvan a ilusionar por esta SGAE”, asegura. Esta ilusión, incide Jurado, abrirá una nueva etapa a partir del día 30. ¿Por qué? Porque se votará en la asamblea general la reforma de los estatutos para “modernizar y conseguir transparencia”. De momento, cuenta con el apoyo de los socios. Ejemplo de ello es la asamblea territorial llevada a cabo ayer en Donostia, en la que la reforma fue aprobada por unanimidad, con 362 votos. Hoy será el turno de Iruñea y la próxima semana tendrá lugar la asamblea general de Madrid, en la que se sumarán los últimos votos -la mayoría- para decidir así el futuro de la entidad.
¿Por qué es tan importante la próxima asamblea general?
-Porque los puntos que tenemos que aprobar son fundamentales para el futuro de la entidad. Aprobar los estatutos es imprescindible para cerrar el capítulo de conseguir todo lo que necesitábamos para estar dentro de la transposición de la Ley de Propiedad Intelectual que venía desde Europa. Con esto se cumplirían muchas reformas que estamos haciendo dentro de la entidad. Es fundamental para solventar cualquier problema que se pudo generar en épocas anteriores.
¿En qué se notará?
-Ya se está notando porque, aunque no está aprobado, estamos trabajando en ello desde hace meses. Lo que busca la reforma es hacer una entidad más flexible, más cercana a los socios, a los cuales se les da más poder en la asamblea general. Es normalizar funciones. Hemos aprobado más de cuarenta cuestiones importantes. Ahora falta corroborarlo con los socios. Hará que sea más transparente y flexible.
¿Qué implican dichas reformas?
-La verdad es que muchas de ellas son meras adaptaciones a la Ley de Propiedad Intelectual. Es aplicarlo, sin más. En cuanto a órganos de gobierno, incluir una comisión de supervisión? En la anterior asamblea general metimos esta cuestión en estatutos y reglamentos internos, por lo que nunca hemos estado en ilegalidad. Por eso, aunque necesitamos una confirmación, ya funciona a nivel interno. Por otro lado, tenemos que afrontar cuestiones como la creación de consejos territoriales como una parte de la entidad que depende directamente del órgano de gobierno, que es la junta directiva,.
¿Si no es aprobado?
-No lo contemplo (risas). Sería un desastre absoluto, ya que querría decir que no se puede hacer algo que es un mero trámite administrativo. Habiendo transformado toda la entidad no podríamos justificar a nivel jurídico que se haya hecho. Afortunadamente, en las preasambleas hemos tenido aprobaciones por unanimidad. Tenemos ese apoyo. Es fundamental, sobre todo, porque se percibe un cambio importante en la actividad interna y externa de la entidad. Eso ayudará a que se vea la luz del futuro.
En la asamblea general celebrada en junio no consiguieron aprobarlos. ¿Qué ha cambiado?
-Bueno, pero por muy poco. Por un 3,5%. Estuvimos a punto. La diferencia es que en estos meses ha habido mucho diálogo entre las partes, se ha consensuado con todos y se ha entendido que hay que acabar con los enfrentamientos. Todas las amenazas de abandonos se han revertido. El repertorio se mantiene en la SGAE y eso hace que la situación sea diferente. Hemos conseguido que todos se sientan cómodos con esta nueva SGAE.
¿Cree que los socios son conscientes de la importancia de aprobar esta reforma de los estatutos?
-Yo creo que sí. Lo que me demuestran es que entienden el cambio y están contentos. Son conscientes de que tienen que remar en la misma dirección.
Este año ha tenido que hacer frente a problemas, como la sanción de Cisac por “prácticas desleales en los repartos de derechos”.
-Bueno, es mucho más complicado. Han sido llamadas de atención respecto a prácticas que ha habido durante años. Yo llevaba tres meses cuando ocurrió y, según llegué, me reuní con ellos y vieron una actitud totalmente distinta. Pero faltaba aprobar estatutos. Por eso, por primera vez en la historia, nos pusieron esa especie de sanción que tenía mucha flexibilidad; es decir, que en cualquier momento se levantaría. Todo lo que había que modificar lo hemos hecho y hace días hemos mandado un informe en el que hablamos de cómo se ha revertido la situación. Estoy convencida de que a partir de la asamblea cambiarán su visión.
Desde que asumió el cargo le ha tocado apagar fuegos.
-Todos. Los que se llevan gestando durante años han aparecido en estos once meses. Pero tengo un equipo maravilloso y, entre todos, hemos conseguido dar solución a todo.
La sombra de la intervención de la SGAE por parte del Ministerio de Cultura ha asolado a la entidad.
-Sí, pero lo primero que hice fue preocuparme de que las alegaciones llegaran a tiempo, ya que anteriormente no se habían hecho bien. No había motivos para aconsejar una intervención. Y cuatro meses después, el juez dijo que no a la intervención. El ministerio recurrió, pero desestimaron el recurso. Si antes no había motivos, ahora menos.
¿Está descartado entonces?
-En la vida no se puede descartar nada, pero es muy improbable dadas las circunstancias.
Aunque ha conseguido ‘parar’ la marcha de autores y multinacionales de la institución, no ha surtido el mismo efecto en el mundo audiovisual.
-La legislación dice que los autores puedes estar en la entidad que quieran. En audiovisuales está también DAMA. Algunos han decidido cambiar de entidad debido a la imagen que dada por la SGAE en los últimos años, pero estoy convencida de que cuando sean conscientes de cómo ha cambiado la situación muchos de ellos volverán.
La ‘rueda de las televisiones’ fue uno de los mayores lastres de la SGAE. Facturaba un alto porcentaje por las emisiones nocturnas.
-Eso ya está corregido. El Congreso de los Diputados hizo una ley en la que ponía un tope en el reparto, el 20%. Llevamos aplicándolo todo el año, incluso en el segundo semestre de 2018. Ya no es un problema, se ha resuelto de forma legal.
¿Qué balance hace de estos meses al frente de la SGAE? Ha tenido que lidiar con errores del pasado.
-Ha sido muy duro. Cuando la imagen está formada, ver los progresos es complicado. La gente está con resquemores, pero los socios vuelven a creer y se ilusionan por esta nueva etapa.
¿Y la opinión popular? ¿Cómo cambiarán la mala imagen de la SGAE?
-Haciendo las cosas bien, como estamos haciendo ahora. Tenemos que cambiar la imagen de cobrador del frac. Todos formamos parte de una industria cultural y esto se sostiene en la medida que hay gente que produce y otros que consumen. Teatros, bodas, bares? utilizan este servicio y eso tiene que ser remunerado. Cuando se entienda esto, se valorará más al autor. Es el reto que tenemos: empoderar al autor, hacer entender que hay gente que se dedica a la producción. En las bodas, por ejemplo. Se entiende que se pague por agua, luz, comida... Pues para que haya música, ha habido gente que ha trabajado para que exista. Hay que remunerar ese servicio para que se siga creando.
¿Cómo vislumbra el futuro?
-Esta asamblea marca un antes y un después. Necesitamos construir esta nueva etapa y para eso se necesita ilusión y mucha creatividad. Tenemos que adaptarnos a este siglo. Si se consigue lo planteado, nos colocará en otra situación respecto a la sociedad. Defendemos a 126.000 socios.