Vitoria - Es un lugar al que llegan personas diferentes que están buscando ayuda. Quieren encontrar una guía que les lleve a alcanzar la perfección. Lo hacen, sin saberlo, a lo largo de un espectáculo que “es un grito, como un aullido conjunto a una libertad inventada”. Es Otsoa y mañana llega el momento de su estreno. “La verdad es que estamos nerviosos” sonríen Jordi Vilaseca y Aritz López, cuerpo y alma de la compañía gasteiztarra Proyecto Larrua. Es lógico y normal, aunque su experiencia individual y el significativo camino que el grupo lleva desarrollando en el último lustro dentro de la danza es garantía suficiente para saber que no hay hueco para las dudas.

Esta vez, eso sí, toma peso dentro de la producción también el teatro, haciendo que ambas herramientas se pongan al servicio de una propuesta que empezó a gestarse hace algo más de un año y que ha ido componiendo sus distintas fases siempre desde Vitoria, a pesar de que la agenda de Larrua y sus responsables siempre está ocupada dentro y fuera del territorio. De hecho, en las últimas semanas, gracias a la Red de Teatros, se ha podido llevar a cabo una labor intensiva desde las tablas del Jesús Ibáñez de Matauco (centro cívico Hegoalde), donde hoy habrá que dejarlo todo desmontado para desembarcar en el Principal.

Así, este primer encuentro con el público se producirá mañana a partir de las 20.30 horas en el escenario de la calle San Prudencio, quedando todavía entradas disponibles por 18 y 12 euros. Además, en el marco de la cuadragésimo cuarta edición del Festival Internacional de Teatro de Vitoria, tras la representación se producirá un encuentro con el público que aunque no muchos, todavía tiene algún hueco disponible.

Ante los espectadores, junto a López, se encontrarán Miguel Ballabriga, Helena Wilhelmsson y Maddi Muñoz -que regresa a una ciudad en la que pasó algunos años de formación dentro del Conservatorio de Danza José Uruñuela-, sin perder de vista la presencia de la actriz Begoña Martín (El Mono Habitado), con quien Larrua también está compartiendo otros proyectos, como el que se está desarrollando dentro del programa Atalak 2.0. “Se ha adaptado muy bien a nosotros, también porque este trabajo le permite afrontar facetas distintas más allá de que la parte física que llevamos a cabo es bastante fuerte. Al fina, baila, toca la tuba, relata el texto”, apunta Vilaseca, coreógrafo de una pieza que también bebe de los textos de Pedro Casas, el espacio sonoro de Luis Miguel Cobos (ganador del Max en 2018 por Solitudes y también participante en el estreno, hace unos días en el Festival, de Quitamiedos), la escenografía de Enric Planas e iluminación del alavés David Alkorta.

Ese encuentro de la danza y el teatro marca una narración, un argumento que también quiere ser un aliciente frente a quienes todavía hoy, y a pesar de todo, “tienen pánico a la danza contemporánea; para nada y aquí tienes una propuesta accesible para todo el mundo”. De hecho, mañana mismo empieza en el Principal su recorrido.