Ha llegado el momento de redondear tantos meses de trabajo y encuentro. Como ya describió el pasado abril este periódico en estas mismas páginas, Parasite Kolektiboa está desarrollando por primera vez dentro de su trayectoria un proyecto de mediación artística e intervención social que, en esta experiencia inicial, tiene al Casco Viejo como origen y final. La última fase de este participativo e intenso proceso, bautizado como Ibili Ganbaran, va a tener, de cara la ciudadanía en general, dos puntos de atención. Por un lado, los paseos escénicos que hoy, mañana y el sábado se producirán en la almendra, los tres días a partir de las 19.00 horas. Por otro, la exposición que también desde mañana hasta el próximo 8 de septiembre permanecerá abierta en Montehermoso.
Ambas propuestas se complementan y tienen la misma base, aunque se desarrollen con formas diferentes. Las dos son el resultado de la interpretación y el desarrollo de un proceso en el que la compañía gasteiztarra ha contando con la participación tanto de vecinos del Casco que residen en el barrio desde hace más de 50 años como de quienes llevan menos de cinco en él. Junto a quienes han querido tomar parte, se han ido recopilando recuerdos, anécdotas, vivencias, historias personales y colectivas, así como reflexiones sobre el propio lugar, su futuro y necesidades. Para ello se han realizado actividades de todo tipo, desde charlas en torno a una mesa bien surtida hasta talleres creativos con el artista Arima que, en este caso, han cristalizado en dos libros que también forman parte de la muestra. “Está siendo una experiencia muy bonita. Es que el Casco tiene tanto material”, apunta Hannah Whelan, al tiempo que señala que uno de los grandes objetivos de Parasite con esta experiencia es que “la ciudadanía descubra cosas nuevas en aquello que ve todos los días; tenemos que recuperar o fomentar esa actitud de estar en Vitoria y apreciarla”.
No es que la exposición que se abrirá mañana quiera ser un resumen o una especie de, por así decirlo, catálogo multidisciplinar del proyecto, sino una interpretación final del camino recorrido junto a tantas personas. Es ese material, todo lo que Parasite ha sentido y recopilado, lo que además sustenta los paseos escénicos que se van a hacer estos días y que toman el relevo a las acciones de calle que en la primera parte del año se llevaron a cabo en el barrio, acciones sencillas, según el colectivo, como andar muy despacio o escucharlas paredes. De hecho, en los recorridos actuales, de una hora y tres cuartos más o menos, Paraiste toma como punto de partida las historias escuchadas para hacer su propia lectura sirviéndose de un “trabajo muy físico”, como describe Garazi López de Armentia.