Vitoria - A finales de 2018, los cuatro expusieron en Zas los trabajos con los que ganaron la última edición del certamen de fotografía y vídeo Gazte Klik Klak. Como sucede desde que hace diez años se pusiera en marcha esta propuesta, el premio consiste en producir de la forma más profesional posible y con el acompañamiento de artistas consolidados, un proyecto creativo que se muestra de manera conjunta bajo el título genérico de Tetrapack. Así, desde hoy hasta el próximo 4 de mayo, Estíbaliz Aguirre López de Munain, Esther Fernández Amorín, Xabier Martínez Ortiz de Pinedo y Oihane Gil Cirión completan este camino, proponiendo a quienes se acerquen a la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa cuatro propuestas diferentes en fondos y formas pero con una característica en común, la mirada crítica, bien sea a la homogeneización de la sociedad, al consumismo, a la situación de la mujer o al mercado de la música.
Con la tutorización y comisariado esta vez de Ibon Sáenz de Olazagoitia, el proyecto queda ahora en manos de los visitantes, que si arrancan desde el último piso se encontrarán en primer lugar con Poker face, en el que Aguirre López de Munain (que este año también se ha hecho con una de las dos ayudas de la convocatoria Batera) despliega 54 retratos en los que el marco se repite pero para nada sus protagonistas, gestos, indumentarias... “aunque estemos en el mismo sistema, pensamos y somos diferentes”, una idea que ella subraya en una producción que, como confiesa con una sonrisa, ha conllevado mucho esfuerzo y contar con la colaboración “de una larga lista de amigos”.
En el piso intermedio comparten espacio Gil Cirión y Fernández Amorín. La primera presenta Plaga, una serie de imágenes repletas de objetos captados en tiendas de segunda mano, instantáneas -enmarcadas con lo que fue un antiguo mueble- con las que pretende lanzar una reflexión sobre el apego sin sentido que el ser humano siente hacia cosas y utensilios que no son más que materiales inanimados de consumo. “Le damos valor a cosas que, en realidad, no lo tienen”. La segunda propone Esencia quiescente, un recorrido visual que se sigue como las agujas del reloj en el que se representa la vida en todas sus fases a la que la sociedad conduce a la mujer. “Parece que nada cambia”, se lamenta, mientras contempla la imagen central de la muestra, esa que “hilvana” todo el proyecto como las manos que se ven cosiendo.
En el piso más bajo, Martínez Ortiz de Pinedo, con la colaboración de Ben Soza, se sirve del vídeo y la fotografía para dar vida a Groovin, en el que el hip hop se convierte en el modo de expresar su cuestionamiento “de la industria musical actual”.