Escritor perteneciente a la Generación de los 70, crítico literario y periodista, Javier Lostalé tiene en la palabra a su más fiel aliada. Autor de poemarios como Jimmy, Jimmy, Figura en el Paseo Marítimo, Hondo es el resplandor y La estación azul (nombre también del programa de RNE que dirigió y en el que hoy sigue colaborando), ahora acompaña los pasos de Cielo, que completa la trilogía compuesta por Tormenta transparente y El pulso de las nubes. “Hace tiempo que no estoy en Vitoria. De hecho, creo que la última vez fue cubriendo una campaña electoral con Felipe González”, sonríe el autor, reconocido a lo largo de su trayectoria con los premios Nacional de Fomento a la Lectura y Francisco de Quevedo. Este sábado 26 toca ponerle remedio a ese paréntesis.

Acude para presentar ‘Cielo’, que vio la luz el año pasado. Más allá de que cada lector es diferente, ¿qué le gustaría producir en quienes se pierdan en él?

-Sí, sigo todavía con las presentaciones. De hecho, en 2019 también iré a Bilbao, Alicante... Efectivamente, cada persona va a hacer su propia lectura. Suelo repetir algo que Francisco Brines ha dicho más de una vez, que el lector de poesía, cuando se enfrenta a un buen poemario, termina por ir escribiendo, mientras lee, su propio poema. Es el poema de su vida, la interpretación que desde su experiencia y vivencia hace de lo que lee. La poesía actúa un poco como los relámpagos que nos van iluminando. Cuando vas leyendo un libro, de repente hay versos que te iluminan. Cielo invita a la aceptación de la vida con todas las perdidas y todos los fracasos. Incluso a hacer de la perdida y el fracaso un acto de consumación.

Ahora que sigue en ese momento de las presentaciones y teniendo en cuenta que también es periodista, ¿se le hace difícil hablar de sus ‘hijos’, de sus poemas?

-Mucho (risas). Es muy difícil hablar de lo que uno escribe, sobre todo porque no siempre tienes consciencia de todo lo escrito. En la poesía lo fundamental es el lenguaje. Es el que manda. Como decía Octavio Paz, durante el proceso de creación, hay una lucha con el lenguaje, que unas veces nos ayuda, y otras se nos pone de frente. Hasta que no se termina el poema, no se sabe realmente qué es lo que uno iba a decir. Así que es complicado hablar de los poemas. En todo caso, lo importante es que los poemas tengan una reacción, sobre todo, emocional, más allá de que la poesía también invite a pensar. Aún así, en las poesías más conceptuales, como puede ser Cántico de Jorge Guillén, hay emoción. Así que la poesía tiene que dejar alguna huella en el lector. Si no pasa eso, es un fracaso del poema, que puede deberse al lector o al autor, aunque creo que la mayor parte de las veces ese fracaso se debe al autor.

¿Es muy duro ejerciendo de crítico literario de sí mismo?

-No, no. Es verdad que cuando uno termina un poema está más que satisfecho, incluso eufórico. Luego, si lo dejas reposar y vuelves a él dos o tres días después, la euforia ya no es tanta. El autor sabe si lo que ha hecho tiene algún valor. Un autor nunca debe ser vanidoso, ni creerse más que otros. De hecho, debe alegrarse por los libros que se publiquen que sean mejores que los suyos. Todo lo que sea mejor siempre ayuda a todos. Pero sí puede pedir el reconocimiento a lo que ha hecho si cree que tiene valor. Eso no implica vanidad.

¿Cómo es la poesía de Javier Lostalé?

-Creo que mi obra mantiene una unidad, pero ha ido creciendo, haciéndose más despojada cada vez. Aunque la creación poética sea siempre una tentativa, a cada paso vas aprendiendo, escribiendo mejor. O, por lo menos, creo que es mi caso. Hay una escritora amiga, Pureza Canelo (que acaba de publicar un libro que es una maravilla, Retirada) que dice que al escribir un nuevo libro siempre hay que sumar algo, ya sea en cuanto al contenido, a la forma... Cielo, como los otros dos títulos de la trilogía, es reflejo de una poesía más reflexiva y despojada. Aquí no importa tanto el brillo del idioma si no lo esencial. A todo ello, añadiría que el amor es, por así decirlo, el núcleo de mi poesía desde el primer momento. Lo sigue siendo, aunque en Cielo se hable de la pérdida del amor o incluso del amor que no existió. El amor, tenga concreción en una figura determinada o no, es inmortal.

Después de tantos años de relación con ella, ¿qué le sigue aportando la poesía?

-Para mí sigue siendo fundamental. Me ha enriquecido, también en todos mis años de periodista, más allá de que el lenguaje a usar sea diferente. El estar 36 años en RNE me ha dado la posibilidad, además, de estar en contacto con los poetas de diferentes generaciones, manteniendo relación y amistad con muchos. Por supuesto, también con los de la mía, con los de la Generación de los 70, que muchas veces no tienen el reconocimiento que debería, como les pasa también a los autores de los 60.