Llega el momento de la despedida. Desde el pasado 23 de julio, una veintena de jóvenes se encuentran participando en la capital alavesa en la tercera edición de Zineleku, un proyecto para la formación, producción y exhibición audiovisual que también cuenta con un programa paralelo de proyecciones, conciertos, performances y otras actividades abiertas al público. De hecho, esas dos caras se van a volver a encontrar hoy en el Jardín de Falerina, donde por la noche se podrán ver tanto los trabajos realizados por los asistentes al encuentro formativo y cultural como el documental Europa en 8 bits, de Javier Polo.

“Ojalá les hayamos podido transmitir motivación, interés e ilusión”, apunta la productora Merry Colomer (Morena Films), una de las profesionales invitadas en esta ocasión por el colectivo Kalakalab para ejercer de profesora durante estas casi dos semanas. Junto a ella, la productora, guionista y directora Leire Apellániz -que repite por segunda vez en Zineleku- asegura que su objetivo general en este encuentro pasa por “demostrarles que no puedes hacerlo todo solo, que tienes que saber determinar tus fortalezas y, sobre todo, tus debilidades; tienen que saber, y he titulado así un par de conferencias que he dado, que solo no puedes, pero con amigos sí”. Además, señala que “hay que ser perseverante, no te puedes dar por vencido si realmente te interesa”.

Ambas, como sucede con otros de los profesores del proyecto, no se limitan a estar en contacto con los participantes en las horas prefijadas, sino que están compartiendo con ellos las 24 horas del día, incluyendo la estancia en el albergue de la Catedral Santa María. “Vienes a compartir algo que para nosotras es trabajo pero también nuestra pasión y lo que nos gusta. A mí la producción de cine me fascina, me parece la cosa más maravillosa e interesante del mundo. Si puedo compartir eso con gente que está interesada, con las futuras generaciones, me parece fantástico. La convivencia hace que sea una experiencia mucho más completa”, describe Colomer, sin olvidar que “además hace buen tiempo y se come rico, así que ¿quién no quiere venir aquí?”. “Lo mejor es que no existe una organización vertical. Eso hace que el acceso y el contacto sea permanente. No sólo aprenden ellos, también nosotras”, añade Apellániz.

Las dos coinciden al señalar que el del audiovisual “es un oficio complicado” pero “eso no significa que no puedas tener ilusiones y soñar con querer hacer, con dirigir o producir tus películas. Todos los que estamos aquí como profesores hemos pasado por un proceso muy largo para llegar a un sitio en el que más o menos nos sentimos cómodos”, un camino que quienes están en Zineleku también tendrán que recorrer.

Lo harán en una sociedad que es más audiovisual que nunca, aunque eso no signifique que sea “más cinematográfica”. Como dice Apellániz, “no todo el mundo sabe hacer un comentario de texto de una poesía. Y no todo el mundo sabe leer imágenes. Dar clases de audiovisual en la enseñanza reglada es algo que se va a ir instaurando. Hay que aprender a entender que hay una intención y una forma de comunicación concreta en lo que vemos”.