Mientras las celebraciones del cuarto de siglo recorrido finalizan, la Escuela Municipal de Música Luis Aramburu mira a su futuro. Para empezar, a un próximo curso en el que quiere realizar un Plan Estratégico que marque por dónde debe desarrollarse un centro “moderno y del siglo XXI”, como explica Paco Galve, un director que, dependiendo de la senda de crecimiento por la que opte el Ayuntamiento de Gasteiz, pone sobre la mesa la posibilidad de un cambio de sede.

¿Qué tiene que haber sumado o ganado la escuela después de este 25 aniversario?

-El continuar trabajando, como mínimo, otros 25 años más. Eso y que el espíritu que hemos querido transmitir de celebración para con la ciudad, se nos quede dentro de la escuela. Lo que hemos pretendido mostrar a toda la ciudadanía durante este curso es la predisposición de Luis Aramburu a la colaboración, a estar presente en la ciudad, a ser visibles. Todo sin olvidarnos del objetivo que tiene la escuela, que no es otro que enseñar música a toda la ciudadanía de Gasteiz. Luis Aramburu es y tiene que ser para Vitoria sinónimo de música y buen hacer.

El día 20 se pone el broche a la programación especial de un aniversario que ha implicado unos cuantos esfuerzos...

-En este aniversario llevamos trabajando desde un año antes. Se creó una comisión de trabajo y gracias a ella se han sacado todas las ideas. Ahí han estado siete profesores, la jefatura de estudios y yo. Después de todo lo que hemos hecho, el 20 en el Principal queremos hacer un resumen de todo lo que ha sido este curso-aniversario y mostrarlo a la ciudad. Pero hay detalles que nos vamos a guardar de momento (risas).

¿Qué ha salido mejor de lo que esperaban y qué no ha terminado de cuajar como pensaban?

-Siempre hay cosas que mejorar, pero, por ejemplo, nos lanzamos a hacer un flashmob, que es algo que nunca habíamos probado, y fue un éxito. No esperábamos que hubiese tanta gente. Por supuesto que hay cosas a mejorar en el aspecto organizativo, pero el resultado de todo lo que se ha planteado ha sido muy interesante, desde las charlas con Juanjo Mena o Sabin Salaberri hasta los conciertos de antiguo alumnado o las colaboraciones... Todo el mundo ha quedado sorprendido. Sí me gustaría que algunas cosas que hemos hecho como algo especial por el aniversario, permaneciesen en el futuro, como las conferencias o las actuaciones en los barrios.

¿Se ha quedado alguna locura en el tintero?

-No, creo que las hemos hecho todas... Lo que sí hemos procurado es contenernos un tanto porque nunca hemos querido perder de vista que la escuela tenía que seguir con su trabajo diario.

Una labor educativa y cultural que se desarrolla en una sociedad, y no hay más que fijarse en la enseñanza reglada, en la que la música en particular y la cultura en general pintan bien poco.

-La sociedad vitoriana tiene la cultura, y en este caso la música, muy presente. Tenemos que ser conscientes, por ejemplo, de todos los conciertos que se hacen durante el año, no sólo en la escuela o el conservatorio sino en teatros, salas, bares... O no hay más que ver los datos de matriculación y demanda de esta escuela. La sociedad de esta ciudad demanda música y cultura. Y creo que el departamento de Educación del Gobierno Vasco tiene también bastante interiorizada esta cuestión y, de hecho, está apoyando lo que son las enseñanzas musicales y artísticas. Pero en el ámbito estatal, ahí sí que igual nos encontramos un punto más flojo, aunque habría que diferenciar entre la sociedad y la clase política.

¿En qué sentido?

-La música se manifiesta por muchos sitios vayas donde vayas en el Estado. Galicia, Cataluña, País Vasco, Valencia, de donde yo vengo,... son ejemplos de sociedades donde la música está muy arraigada. Pero tal vez es una labor nuestra, de las escuelas municipales, hacer ver a otras instituciones que tienen competencias sobre la enseñanza reglada que la música es esencial. Yo acabo de ser padre y a mi hijo le canto todos los días. Desde que nacemos somos emoción y lo que hace la música es desarrollarla. En ese sentido, tenemos que concienciar a la clase política que tiene competencias en Educación de que en el currículum de las enseñanzas obligatorias, la música no tiene que ser una asignatura maría, sino una asignatura en la que se pueden entroncar muchos otros conocimientos y valores. De hecho, el objeto de la creación de las escuelas de música es el de socializar la música en todos los hogares.

Hay quien puede preguntarse qué necesidad hay de una escuela pública en una ciudad con el tamaño de Gasteiz, donde existen centros privados que trabajan en el mismo campo.

-Te doy la vuelta a la pregunta. Las escuelas privadas nacen, en parte, en casos como el nuestro porque las escuelas municipales como la de Vitoria no dan abasto. Tenemos que convivir y, de hecho, debemos dar las gracias al trabajo que aquí hacen Udaberria, Vedruna y otras escuelas y academias de las que no me gustaría olvidarme puesto que la suya es una labor muy buena. Nosotros no podemos abarcar a todo el mundo.

¿En qué tiene que crecer Luis Aramburu de cara a futuro?

-Aquí dividiría la respuesta en dos caminos, si me permites. Uno en cuanto al crecimiento en capacidad y otro en lo que se refiere a la oferta a la ciudadanía.

En el primer caso...

-En lo que se refiere al crecimiento de plazas para abarcar a más personas, el edificio se nos está quedando ya pequeño. Estamos en un proceso de aumentos de jornadas y ya nos vamos a tener que salir a los centros cívicos para poder dar encaje a las personas que nos solicitan. Una de las ideas que se podría valorar y tener en cuenta es ampliar esa red de centros cívicos.

¿Pero están preparados los centros cívicos para acoger sus clases?

-Por eso estamos pensando en hacer clases grupales. Hombre, hay salas que igual no están insonorizadas como en nuestra sede, pero sí cuentan con una insonorización. De todas formas, es una idea que tenemos que tratar. Lo del curso que viene va a ser una experiencia piloto. Además, aquí también hay que tener en cuenta la decisión política. En el último consejo municipal de la escuela, por ejemplo, se planteó que tenemos que ver hasta dónde queremos crecer. Tenemos que hacer un plan. Es lo que vamos a trabajar durante el próximo curso para ver qué queremos, para realizar un plan estratégico para la escuela. Tenemos que saber hasta dónde podemos abarcar, hasta dónde quieren que abarquemos y todo ello sin perder de vista, que las mencionabas antes, a las escuelas privadas, que también tienen derecho a desarrollar su trabajo.

En cuanto al segundo camino de crecimiento que mencionaba...

-Ahí nos tenemos que ir adecuando a las nuevas tecnologías. No es lo mismo cómo se dan las clases hoy a cómo se hacía cuando la escuela empezó. El cambio tecnológico que hemos vivido todos en estos 25 años es tremendo. No es igual cómo recibía yo clase a cómo se imparte ahora. Hoy hay más interacción con el alumnado. Les puedes mandar los deberes por mail con ejemplos gráficos y visuales, por poner un ejemplo. Hay que pensar en las nuevas herramientas para darle un giro a cómo se dan las clases. Las cosas se pueden hacer más atractivas. Aquí nos los pasamos muy bien, pero sin perder de vista que para disfrutar, hay que trabajar. La música es muy buena, te lo pasas muy bien, pero para alcanzar unos mínimos es necesario un trabajo, y eso no se puede perder de vista.

La ‘familia’ de esta escuela, de 1.032 personas, cuenta con gente de 5, 10, 30, 60... años. ¿Es complicada atenderla desde esa diversidad?

-Es que en un mismo curso te puedes encontrar a una persona de 8 años y a otra de 23, otra de 50 y otra de 61. Si eso lo multiplicas por los 12 cursos que tiene la escuela para poder estudiar, imagina. Lo que intentamos aquí es dar una receta particular a cada una de las personas que vienen. El fin, para todos, es el mismo: tienen que llegar a unos mínimos en cada curso. Pero el cómo hacerlo es diferente con cada persona.

Para atenderles, el centro cuenta con 37 profesores, aunque no todos están al 100%.

-Cuando accedí a la dirección, entre los 37 hacían unas 20 jornadas completas. Ahora, con el plan de aumentos de jornada, de cara al curso que viene, ya hemos quedado que todo el mundo va a estar, como mínimo, al 50%. Es una demanda que teníamos desde aquí porque si queremos que la escuela municipal de música de Vitoria, que es la capital de Euskadi, sea un centro moderno, es algo que debemos pedir. ¿Queda recorrido todavía? Sí, pero ahí ya nos encontramos con un problema de espacio. Es decir, no podemos aumentar muchas más jornadas porque si vemos el plan de todos los días de la semana en la escuela, el único hueco libre que queda es los viernes por la tarde.

Lo que pasa es que este edificio de la calle Correría es lo que es, aquí no hay posibilidades de crecer.

-Exacto.

Pero no creo que ningún partido político se vaya a plantear un cambio de sede.

-Bueno, yo lo plantearía. Es una oportunidad. Estamos hablando de mucho dinero e inversión. Pero bueno. De hecho, hemos estado mirando aquí, en La Casa de las Duchas, y con una pequeñita inversión se podría conseguir un incremento de espacio justo al lado de nuestra sede. Bueno, y también se puede soñar. Mira, estuve hablando con Miren Fernández de Landa, la presidenta de la Asociación de Concejos de Vitoria, porque siempre hablamos de los barrios de la ciudad, pero nos olvidamos mucho de los pueblos del municipio. De hecho, el próximo día 15 hacemos la primera colaboración con esta asociación. Y estuvimos diciendo: ¿por qué no soñamos y pensamos en el edificio de Betoño que está vacío? (risas). Más allá de eso, tanto con un cambio de sede o con otros aspectos, estamos hablando de qué quieren nuestros responsables políticos de la escuela municipal.

¿Pero le gustaría que se plantease la posibilidad de una nueva sede?

-Me gustaría que se tuviese en cuenta por lo menos. Siempre digo que hay que discutir de todo hasta para quedarse en el mismo sitio. Pero si quieren que la escuela crezca, es algo que hay que tener en cuenta.

Entre tanta labor de gestión y planificación, ¿se acuerda de la última vez que tocó para el público?

-Esto lo ocupa todo. El último concierto de piano y trompeta fue en septiembre del año pasado en Ataria. Como director de banda de música, tras ocho años en Agurain, el curso pasado volví para echarles una mano con los ensayos porque se habían quedado sin director. Bueno, y en Santa Cecilia de 2017 ahí estuve con la trompeta como miembro de la Banda de Agurain.

¿No le cansa este papel administrativo, alejado de esa parte de la música que ahora hablábamos?

-No. Cuando me ofrecieron la posibilidad de hacer la dirección de la escuela a tiempo completo, lo asumí con ganas y porque veía que se podía hacer un buen trabajo en este centro para ser moderno y del siglo XXI. Y sigo creyendo que el proyecto vale la pena. Después de ocho años, si el Gobierno municipal quiere, yo estaré al frente hasta cuando el Ayuntamiento diga.