Pienso en el camino recorrido hasta hoy y no puedo evitar recordar a Paul de niño: era alegre, bailarín y muy teatrero. Tenía un karma especial. Se sabía todos los dinosaurios, era un amante acérrimo y auténtico defensor de los animales. Los dibujaba a todo detalle, pero además desde muy txiki dibujó monstruos. No es casualidad que el día antes al rodaje de Errementari Paul me dijera: “Izas, los pies en la tierra. El ego y la vanidad son nuestro peor enemigo”. Y es que estas palabras definen a Paul. A mi noble y pequeño hermano, tirano jefe en ocasiones.

Me vienen a la cabeza algunos momentos. Yo era adolescente cuando los aitas compraron una pequeña cámara de vídeo. No le hicimos mucho caso, pero Paul siendo niño empezó a grabar. Hizo cortometrajes con sus muñecos de aquella época como He-man, Skeletor o Trompo. Intercalaba planos generales y medios de los muñecos, con primeros planos y de detalle grabados a sí mismo disfrazado interpretando el personaje.

También recuerdo a Paul en la entrada de casa diciendo:¡Me bajo al cine!”. Y es que vivíamos en frente a los cines y él iba cada semana. Yo no podía entender que se gastase la paga así.

Solemos acordarnos, con una risa, de cómo Paul en campamentos de verano era el monitor que cuenta historias de miedo en las gaubelas, y hace llorar a los pequeños. Pobrecitos, más de uno no lo habrá olvidado.

Y bueno, hay una anécdota que guardo con especial cariño, y es que estando yo enferma, Paul me leía pasajes de la Biblia como lectura entre cómica y terrorífica, pero cultural al fin y al cabo. Desde nuestra educación no-religiosa comentábamos las jugarretas del mister, como la que lió en el diluvio universal. Y es que Paul lee todo sobre historia, mitología, culturas, creencias y religiones.

Se licenció en Bellas Artes con Matrícula de Honor, haciendo lo que le gustaba. Ya entonces era importante para él que los dibujos tuvieran “actitud”, que expresaran y no fueran meros dibujos. Recuerdo cómo al dibujar un monstruo con intención de que fuera muy pero que muy desagradable, nos lo enseñaba para ver reacciones: “¡Mira esto!” Y yo: “¡¡¡Buaaaaagh!!! ¡¡¡Joder que asssco Paul, da grima!!!”. Y él sonriente y satisfecho: “¡¡Bien!!”.

En aquella época lo recuerdo en su escritorio con su larga y negra coleta, dibujando, leyendo, trabajando en el ordenador, viendo una peli o modelando algún ser en plastilina, mientras escucha música metalera: así le cogí yo cariño a esa música. Comenzó a realizar pequeños cortos, dejando huella por donde pasaba: con amigos en el camarote y muebles saqueados de casa; o tiñendo de rojo un baño de casa que era blanco, dejando las juntas rojas durante meses. En casa nadie ponía muchas pegas.

Tendría 22 años cuando se fue a Madrid a trabajar durante unos seis meses con Álex de la Iglesia en la serie de TV Plutón BRB Nero, de combo. Yo fui a visitarle para asegurarme de que estaba bien, y vi que se desenvolvía con soltura y que algo se estaba fraguando.

Paul se puso serio con los cortos. Hizo Clavos (2006). Un minuto de animación para el cual no se movió en dos meses de la silla. Ganó el primer premio EITB Kultura 2006, y a partir de ahí comenzó un nuevo ciclo. Vinieron: El pez plomo, Jugando con la muerte, Los monstruos no existen, Naara, El bosque negro? Paul nos contaba sus proyectos, y nos seducía con su manera de trabajar y de ser. La familia, al igual que los amigos, nos volcábamos. Eran cortos guerrilla, de los cuales parecía que realmente volvíamos de una batalla campal. Hemos madrugado a las cinco de la mañana para dormir cuatro horas, tras un frío día de invierno, con lluvia y barro; construido una casa desmontable en tiempo record; movido troncos como para llenar un bosque; nos hemos metido en aguas heladas; y hemos acabado con las manos ajadas y negras. Nunca olvidaré a nuestra ama tiñendo kilos de estopa en la bañera o trayendo empanadas de bonito al rodaje; y a aita moviendo tablas en el fango. Y sin embargo rara vez era suficiente, porque la frase de Paul era: “¡Quiero más! ¡Más barro, más troncos, más tablas, más humo, más estopa, más mugre?!”. Las risas que nos echábamos con eso. Y es que ha habido momentos muy emocionantes. Como cuando Paul y Ortzi (socio y amigo) nos reunieron al equipo de Jugando con la muerte en pleno rodaje, porque no llegábamos, y nos propusieron tirar unas horas más rodando para terminar. Nunca lo olvidaré. La gente empezó a aplaudir y se generó una energía y una fuerza brutal. Terminamos el rodaje.

Para mí hubo un antes y un después a partir de diciembre de 2009. Me incorporé al equipo. Yo me disponía a hacer un viaje y él me acompaño a coger el autobús. Nevaba. Tanto que el bus no salió y no pude hacer ese viaje. De camino a casa me dijo: “Izas, quieres hacer la dirección de arte de Jugando con la muerte?” A lo que yo respondí: “¿qué es una dirección de arte?”. Yo me dedicaba a la arquitectura y no sabía nada de cine, pero sentí que él confiaba en mí y acepté. Debía averiguar cómo podía realizar ese trabajo y hacerlo. Y lo hice. Eso sí, gracias a las personas que me ayudaron de una u otra manera, con su mano de obra o cediendo atrezzo.

Trabajar con Paul durante años ha sido mi escuela de cine. Pero también lo ha sido la escuela de arquitectura. En ella aprendí a trabajar duro y dar el máximo de mí; a desarrollar la capacidad de análisis, estética, técnica, artística y espacial; y ha enfrentarme a situaciones diversas. Aun así creo que mi mayor aportación a Paul en este camino ha sido la tranquilidad de saber que puede contar conmigo.

Paul consiguió hacer su primera película empleando para ello la misma formula de siempre: “1% inspiración, 99% expiración: trabajo, trabajo, trabajo”. Y siendo él mismo, al margen de modas. Paul me ofreció la dirección de arte en Errementari y acepté recordando la frase que una vez me dijo un profesor de la uni: “Eres lo suficientemente buena como para intentarlo”. Además de esta frase ha habido otras que me acompañaron durante el rodaje, como: “Izaskun, en el cine no se hace así”, a lo que yo respondía: “Pero nosotros lo vamos a hacer así.” Yo sólo pensaba en que saliese el proyecto adelante y la verdad es que todo fue bien hasta el final. Eso sí, los mejores momentos fueron cada mañana, cuando al entregar el decorado, Paul y Gorka Gómez (foto), con una sonrisa, me daban un abrazo diciéndome: “¡De puta madre, Izas!”. En el mundo del cine comencé por amor al arte y amor a mi hermano. Hoy, además, disfruto mucho y me siento muy libre como creativa.

Paul tiene ya su primera película. Es un hecho. Un sueño realidad. Y la semana que viene se estrena en los cines. Por fin se cierra el ciclo de estos últimos años, para que pueda abrirse otro nuevo. Y es que el mundo del cine es una rueda que no para? y una vez estás dentro te engancha y no lo puedes dejar. Algo efímero, pero que te hace sentir viva y libre.