Las mañanas de la tele son un invento reciente, que pusieron en marcha las nuevas cadenas privadas en un intento de ganarse segmento de audiencia importante, monopolio de la radio con sus grandes magacines conducidos por señeros comunicadores como Gabilondo, Del Olmo y otros que supieron aguantar el tirón de las privadas con formatos de entretenimiento y compañía en las mediáticas mañanas, coexistiendo producto radio y tele. La tele tardó en descubrir la potencia informativa de los programas mañaneros que se inclinaron hacia la cobertura de espacios de larga duración en el arranque de cada jornada y así fueron surgiendo los/las profesionales de tele que construyeron espacios más allá de los consejos del médico para cuidar el colesterol o las andanzas de cama de tal o cual celebridad o famosillo con tono distendido y cercano. La coyuntura política ha ayudado a llenar de contenidos las mañanas de la tele, y asuntos de tribunales, cuestiones de comisaría o paseíllos de ida y vuelta de los juzgados llenan los minutos de estos magacines mañaneros que se convierten en una mezcla de crónica negra, crónica rosa y mesas redondas politiqueras y de actualidad. Las reinonas de estos espacios se han convertido en referentes para la Opinión Pública. Con sus análisis, opiniones y reflexiones sobre el día a día de procesos políticos de los que juzgan con desparpajo y facilidad van decantando opinión audaz y dicharachera. Las conductoras de la hispana mañana se echan al ruedo con arrojo y desparpajo, sacudiendo estopa a los protagonistas del procés catalán, satanizando o bendiciendo a políticos que no son de su cuerda y atacando a los que ponen en duda las esencias patrias en un ejercicio de invasión de campo profesional y político. Es una pelea de gallos, traspasado el campo del entretenimiento con conductoras metidas de lleno en el terreno informativo que ni saben ni dominan. Es la pura banalidad de la tele.