Una mesa, dos ordenadores y una tablet. El trabajo no para. Aún así, Iara Solano abre un paréntesis para asomarse a la inminente séptima entrega de inTACTO y, desde ahí, reflexionar sobre el presente y futuro del sector cultural alavés en estos momentos de planes estratégicos y buenas intenciones.

¿Con qué ideas sobre la mesa afronta esta séptima edición?

-Los primeros años sirvieron para asentar el festival como formato y ver qué era o podía ser dentro de la ciudad. Hemos visto que funciona la intensidad de un fin de semana y que eso se traduce en que tanto agentes como espectadores de fuera pueden venir para estar estas jornadas, lo que no sería tan fácil si la propuesta se desarrollase en dos o tres semanas, por ejemplo. Eso se traduce en que a lo largo del festival se crea un caldo de cultivo más allá de la programación artística. Al principio, sí queríamos reivindicar un tipo de lenguaje escénico, un espacio y un contexto, demostrando que hay un público para ello. Pero ahora, cuando creemos que esto ya lo hemos conseguido y que tenemos un público fiel tanto de la ciudad como de fuera, queremos aprovechar la presencia de artistas, programadores, gestores, mediadores y productores culturales para seguir generando un escenario donde podamos estabilizar el ecosistema de las artes escénicas y los nuevos lenguajes, al tiempo que analizamos qué podemos hacer más allá de la exhibición pura.

Eso se ejemplifica en...

-Por ejemplo, en la colaboración que hemos establecido con Zuloa para crear una biblioteca temporal compuesta por títulos que han propuesto los artistas ya que han influenciado, de una manera u otra, su práctica en general o un montaje en concreto. Junto con la librería, hemos adquirido estas publicaciones para que estén disponibles a modo de consulta y de compra durante el festival, pensando tanto en el resto de profesionales que van a acudir como en el público interesado en ir más allá de la representación escénica. Pero pongo otro ejemplo. Como el año pasado, de la mano de Acción Cultural Española, vamos a tener invitados especiales que llegan, en el caso de cinco de ellos, de América Latina. De ellos, queremos aprovechar el conocimiento que nos puede dar las fórmulas y estrategias que se llevan a cabo en otros lugares y otras realidades, para ver cómo las podemos aplicar a nuestro contexto vasco y, sobre todo, gasteiztarra. Nuestra intención, sobre todo, es ver las posibilidades que tenemos de crear contextos y contenedores en los que los artistas podamos también cogestionar en colaboración con las instituciones, estabilizando proyectos a largo plazo. En el caso del Proyecto mARTadero (Bolivia), que es una de las experiencias que vamos a conocer, la cesión de uso es de diez años. Claro, nosotros aquí estamos en una dinámica de ir año a año, de estar sujetos a plazos temporales con los que es imposible mirar muy lejos.

Con todo el esfuerzo que ya supone organizar el certamen, ¿por qué hacerlo crecer como este año, implicando además a más espacios como Zuloa o Zas?

-Porque necesitamos aprovechar el festival, la repercusión que ya tiene a nivel no sólo local, sino también regional y estatal. Es uno de los pocos festivales de artes vivas que sigue en funcionamiento a pesar de la situación. Y eso se valora mucho, comparándolo con Naves Matadero o La Casa Encendida. Tenemos que aprovechar ese tirón para crear y asentar bases para otras posibilidades en la ciudad más allá de inTACTO. Así podremos generar otras vías de contacto con otros posibles jóvenes hacedores para que no tengan que marcharse de la ciudad. Estamos pensando en intentar mantener y retener aquí a los futuros posibles artistas y evitar una fuga de cerebros, que es algo muy triste.

¿Qué va a encontrar el público habitual de distinto con respecto a otras ediciones y qué se le puede decir al espectador que no ha acudido hasta ahora?

-El programa, cada año, lo hacemos también en base a las respuestas que están teniendo los artistas y cada vez están creando piezas más participativas, no en el sentido de te saco dos segundos y nos echamos unas risas. Son artistas que se cuestionan qué necesita su público, que trabajan para el público. Y el espectador también empieza a demandar ciertas cosas, una conexión directa, a veces física, con lo que está sucediendo en la escena. Así que casi todas las propuestas de este año interpelan o colaboran directamente con el público. De hecho, en la mayoría, el rol que se le ofrece al espectador es casi el de intérprete. Bueno, en el caso de Anarchy, que es para 40 personas, la banda sonora a la pieza se la ponen los 40 espectadores que tienen 40 guitarras con sus 40 amplificadores. O está el caso de Alberto Cortés, que viene y trabaja durante una semana y media previa al festival con diez participantes que no son artistas, personas del público, personas valientes, como las llama él.

¿Y la gente se atreve?

-Pero es que la gente lo necesita, lo está deseando. Es una necesidad que tiene de formar parte colectiva de algo. Ya no queremos ser sólo testigos. Así que, siempre y cuando la propuesta tenga esto en cuenta, el espectador esté protegido y haya, entre comillas, un contrato claro, el público tiene ganas. Quienes vienen al festival, lo están demandando. El público va entendiendo los códigos cada vez más, y nosotros, como festival, también escuchamos.

Aunque Zas y Zuloa son espacios siempre predispuestos, ¿cuál fue su primera reacción este año cuando llamaron a la puerta?

-Vitoria es un lugar muy amable para esto, para realizar cosas juntos, para colaborar y romper todas las etiquetas. De hecho, el acercamiento de Zas fue de ellos hacia nosotros en una conversación sobre distintas cuestiones. ¿Por qué no hacer y pensar juntos? Salir de tu zona de confort y de tus estructuras es bueno. Y esta ciudad favorece mucho esa colaboración. Estamos muy cerca y tenemos disposición. Además, el público tiene ganas. Esto es algo que tenemos que proteger y cuidar.

Ya sé que elegir es imposible para quien ha hecho la programación, pero qué seleccionaría, sobre todo, por su singularidad.

-Quizá Quim Bigas, que cierra el festival con Molar, y Poliana Lima, con Las cosas se mueven pero no dicen nada. Ella trae una pieza con ocho bailarinas en escena, que es algo muy difícil de ver dentro de nuestros contextos de lo alternativo. Claro, estás hablando de una pieza que dura 15 minutos y de ocho bailarinas. Económicamente no es algo fácil de mover, pero en el festival queremos apostar también por estas cosas. En cuanto a Quim, él trae una pieza que trabaja con el afecto. Parte de algo que puede parecer muy callejero y gamberro para llegar a un momento catártico con el público en el que se trasciende del lenguaje textual para hablar de la condición humana, del afecto, del encuentro. Eso es algo que desde inTACTO siempre queremos celebrar, el encuentro, el aquí y el ahora. Quim permite que sucedan cosas más allá del texto y de la propuesta. Se trata de que no solo pasen cosas en escena, sino que le sucedan a quien está frente a la escena.

Los que están apareciendo en escena este año son los planes estratégicos aplicados a la cultura. ¿Detrás de las palabras, ven hechos?

-Habrá que ver. La idea del largo plazo ya es un paso muy grande. No se puede pensar de año en año, sacando convocatorias limitadas en el tiempo y en la tipología. Eso no permite un desarrollo en la cultura. Que haya un pensamiento a largo plazo, ya es un primer paso. Casi te diría que, para mí, es lo más estimulante. Pero habrá que ver. Muchas veces, te consultan y luego hacen lo que quieren. Creo que por eso nos hemos cansado muchos. Hemos estado en la reunión del Gasteiz Antzoki, en la de tal, en la de cual... y son horas en las que dejas de trabajar para ti, en las que ofreces tu conocimiento pero luego ves que no se implementa nada de lo que has propuesto. La gente está cansada por eso.

El lunes 27, ¿qué sensaciones debe sentir para mirar a 2018 y a una nueva edición del festival?

-Necesitamos ver que hay una apuesta a futuro. Por ejemplo, que podamos tener una economía no ya para mantener el festival sino para poder hacer las cosas mejor. Con tiempo se pueden crear programas muy interesantes que ahora dejamos de lado porque no sabemos si tenemos financiación.

¿Pero por qué las instituciones no dan un paso en este sentido?

-Porque van con los calendarios anuales de convocatorias. Por ejemplo, la del Ayuntamiento de Vitoria se cerró en abril y para ese momento, ya había cosas que nosotros habíamos dejado de hacer porque no sabíamos si íbamos a tener financiación. Hay propuestas de colectivos y compañías vascas muy interesantes que hemos tenido que dejar de programar. Estamos dejando de visibilizar la cultura vasca, también ante los programadores internacionales que vienen a inTACTO, porque no sabemos si podemos hacer frente a estos espectáculos. Después de siete años, el festival ha demostrado cosas en cuanto al público y a su capacidad de activar otras actividades desde otros lugares, igual estaría bien un apoyo que no sólo sea de boquilla y que sea con hechos, con una apuesta más a largo plazo. Es que además, nosotros queremos trabajar y dialogar con las instituciones y cogestionar. Quienes formamos el sector conocemos herramientas que están funcionando en otros lugares y que podemos implementar aquí.