Para Jesús Mari Lazkano, uno de los artistas vascos más interesantes de las últimas décadas, 2016 fue especialmente intenso. El pintor (Bergara, 1960) cerró el año con la publicación de una extensa monografía y con su retrospectiva Ikusmira en la sala Kubo de Donostia, que constituyó un emotivo y sentimental viaje por toda su trayectoria, desde sus primeras obras hasta la más reciente, un gran lienzo de ocho metros, que preside su estudio de Urdaibai, consiguiendo atrapar al espectador en una visión apocalíptica y sublime.
“Quedé muy contento, pero también agotado. Este tipo de exposiciones te obligan no solo a repensar todo lo que has hecho estos años sino a plantearte cuál es el siguiente paso porque no dejan de ser puntos de inflexión”, confiesa el artista, cuya carrera como pintor ha marchado en paralelo a la actividad docente.
Lazkano suele tomarse un tiempo alejado de los lienzos después de épocas muy intensas de trabajo. Es un pintor que no llega al pincel de forma intuitiva, lo hace sabiendo lo que quiere realizar, aunque luego, durante el proceso, su pintura tome otros derroteros. “Necesito un tiempo de reflexión, de recogida, de trabajo de campo, de escribir, de pensar... dejar de pintar para trasladar los pensamientos a una visión más global que la del cuadro. Para mí, la pintura siempre ha sido un ejercicio de pensamiento, de construcción intelectual. Es más de lo que finalmente queda plasmado en el cuadro, en el que se esconden reflexiones, estados de ánimo, una serie de acontecimientos, todo un proceso, una historia y muchas preguntas añadidas”.
Expedición
Hace unos meses decidió que su próximo proyecto tendría que estar en el Ártico y se embarcó como parte de una expedición impulsada por la fundación The Arctic Circle, en un velero de tres palos que reunió este verano a científicos, filósofos y artistas para recorrer el polo norte durante un mes.
La fundación neoyorquina hace dos expediciones al año, en octubre y en junio, coincidiendo con el solsticio de verano, y el pintor decidió presentarse a la convocatoria que realizan a nivel mundial. “Tuve la suerte de que me aceptaran. La verdad es que es una magnífica oportunidad; por un lado, tienes la posibilidad de enfrentarte a un paisaje desconocido, y por otro, te permite convivir con gente muy interesante. Hay una interacción entre arte y ciencia, lo que aporta diferentes formas de entender el paisaje. El equipo de 25 personas que viajamos era muy interdisciplinar: había desde biólogos marinos, científicos que trabajan sobre el terreno y están preocupados por el medio ambiente, performers, artistas vinculados con el arte y el sonido, directores de cine, coreógrafos...”.
El punto de partida fue Longyearbyen, capital del archipiélago de las Svalbard, en el Océano Ártico, a medio camino entre Noruega y el Polo Norte. En la ciudad poblada más septentrional del planeta, se dieron cita artistas y científicos, para iniciar un viaje que les llevaría a recorrer fundamentalmente el norte de la isla e intentar llegar hasta donde la barrera de hielo no les permitiera avanzar más.
Durante casi tres semanas, un barco velero, con el nombre de Antigua, construido en Rotterdam, recorrió este archipiélago de hielo, montañas y glaciares, poblado por más osos polares que habitantes. “Nos acercábamos a los pequeños fiordos hasta fondear frente al glaciar y una vez allí, como punto de base, iniciar las incursiones. Normalmente, dos al día. Allí cada uno se desperdigaba por el área y en función de sus intereses, dibujaba, sacaba fotografías, buscaba localizaciones, investigaba...”, explica Lazkano.
El pintor guipuzcoano confiesa que él personalmente iba buscando esa idea que en las últimas series le rondaba la cabeza. “Encontrarme ante un paisaje sublime, no imaginario, sino real. Un paisaje poderoso que, de alguna forma, te hace cuestionar tu propia sensación de control, ese punto sutil, extraño pero atractivo de sentirte con una naturaleza que te desborda. Y lo cierto es que es lo que me encontré, una naturaleza extrema, glaciares de una escala increíble, el impresionante sonido del hielo cuando se desprende del glaciar...”.
Silenciar la pintura
Perfeccionista, minucioso, detallista, con una impecable realización técnica. Lazkano ha pintado con el mismo realismo los restos de la Roma imperial que los jardines clásicos, los rascacielos de Nueva York, las ruinas industriales del País Vasco o marinas y montañas imaginarias. A lo largo de su trayectoria, ha habido un interés arquitectónico, que muchas veces se centra en series en relación con ciudades, por ejemplo, Nueva York, Roma, incluso en Bilbao, en los años 80, con la arquitectura industrial. Y, por otro lado, está su amor por los paisajes.
“En este viaje, también iba buscando, empujado por mis últimos trabajos, una especie de silenciamiento en la pintura, que en cada cuadro ocurran menos cosas. Las imágenes arquitectónicas están muy cargadas de información, de demasiadas historias. Ahora, mi interés está en vaciar el cuadro, no solo a nivel narrativo, sino también a nivel de color. Este viaje me ha llevado a imágenes más sencillas, como pueden ser la idea solo del mar, la nieve, el blanco del glaciar, el cielo... El tamaño, la escala, lo sublime del paisaje y buscar la esencia del paisaje se han mezclado muy bien en esta experiencia y creo que de ella pueden surgir cosas nuevas. Creo que esto va a determinar el tipo de pintura que voy a hacer en adelante. Lógicamente, esto necesita un tiempo, ir digiriéndolo poco a poco”.
Acompañado de sus cuadernos de dibujo, el artista ha realizado pequeños bocetos, anotaciones... “Un material que puedo utilizar o no, pero que siempre me acompaña cuando viajo”. De esa experiencia, de sus anotaciones, de las pequeñas acuarelas que pinte, y de la discusión con sus compañeros de viaje, surgirá posiblemente una nueva obra. “No tengo ni idea de qué surgirá, pero algo saldrá. Puede que en soporte documental, fotográfico o pictórico. Incluso para mí será una sorpresa”, asegura Lazkano.