El fenómeno conocido como okupación okupa desde hace días los medios de comunicación locales. Y lo hace, como todos sabemos, a raíz de los últimos sucesos acaecidos en el barrio de Errekaleor. Un lugar, recordemos, cuyos techos que llevan abandonados varios años están siendo utilizados desde 2013 por centenar y medio de jóvenes. Jóvenes que han insuflado vida a ese barrio. Jóvenes a los que se les quiere desalojar ahora para posteriormente derribar Errekaleor. La idea, parece ser, según señala estos días nuestro Consistorio, construir sobre lo derruido huertos ecológicos. El conflicto estallaba hace unos días en los medios cuando Iberdrola se acercó al lugar para dar tijeretazo al suministro eléctrico.
El problema no lo han desencadenado los okupas. El problema lo originó, quince años atrás, nuestro Consistorio cuando, en plena orgía urbanística, proyectó construir en ese barrio 400 viviendas de lujo realojando en otras zonas de la ciudad a las cerca de 200 familias que ahí vivían. De aquellos barros vienen estos lodos. Por entonces algunos de los vecinos se negaron a ser dispersados pues el barrio tenía una identidad que iba a ser borrada del mapa. Como ahora, se aducía que Errekaleor no reunía condiciones de habitabilidad. La realidad es que Errekaleor está en la zona sur de nuestra ciudad. La zona más cálida. Es un lugar tranquilo que huele a campo. El espacio ideal para que ricas familias vivan y no “pobres obreros” o, ahora, “díscolos okupas”. Además, de carambola, la ciudad podía así completar el trozo de Anillo Verde que queda aún por trazar.
Pero más de cuarenta familias se negaron a abandonar un barrio que contaba con todos los servicios deseados -iglesia, bar, parque, polideportivo, centro cultural, cine, parada de autobús?- a cambio de pisos en Salburua o Zabalgana. Y crean, en 2006, una plataforma reivindicativa. Mas en 2010 el Ayuntamiento decide expropiarles sus casas como medida de presión. Doce familias se siguen resistiendo al realojo. Para entonces, la crisis económica es una realidad. No hay ya negocio para este Ayuntamiento que desde siempre ha especulado con el terreno público. El nuevo plan urbanístico se paraliza. No hay derribo. Después de quince años de planes negociaciones, reuniones, reubicaciones, expropiaciones, dramas vecinales? el plan inicial no se puede ejecutar.
Así que en 2013 un grupos de estudiantes de la UPV okupa con el permiso de los vecinos las viviendas de uno de los edificios para denunciar, como todo movimiento okupa que se precie, la especulación urbanística así como la dificultad que tiene la juventud para acceder a un derecho fundamental recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: una casa digna.
Ambas partes deberían dialogar. Como así se ha hecho en otras ciudades más avanzadas. En Barcelona, por ejemplo, existe una extensa red de centros sociales y casas okupadas que cuenta con el apoyo de la ciudad. Sería algo mejor que el mejor de los huertos.