La teoría es sencilla: varios músicos se reúnen de manera informal para tocar juntos e improvisar. En muy pocas palabras y en su fórmula más simple, ésa es la definición de una jam session. Eso sí, a partir de ahí, la variedad de modelos está servida. Un claro ejemplo es lo que sucede cada último domingo de mes en el Zeppelin (salvo en julio y agosto). Incluso entre el público se reparten instrumentos. No hay excusas. No hay barreras. No hay impedimentos. Al contrario, lo que se procura es que todo sean facilidades para que cualquiera pueda dejarse llevar por la música.

Aunque en el local de la calle Nieves Cano se lleva trabajando en esta propuesta desde el pasado mes de septiembre, buscando sobre todo ampliar el número de asistentes, lo cierto es que el camino viene de años atrás, de las experiencias vividas tanto en el desaparecido Arrantza (hoy Apolo) como en el Sonora. “En el origen, la idea que estaba sobre la mesa era hacer una primera parte de explicación sobre la historia y el recorrido de la música moderna para después dar paso a la improvisación”, recuerda Julen Postigo. De todas formas, como todo evoluciona, esta fórmula también.

De las experiencias acumuladas nació la idea de crear una herramienta que sirviese como acicate a las personas más reacias a subirse al escenario para tocar un solo. “Igual no has tocado nunca delante de nadie o no tienes la oportunidad de contar con un grupo o no te atreves a improvisar”, apunta Markel de Reparaz. “Nosotros te proponemos que vengas a una jam y nos dejes escrito una propuesta de un tema para la siguiente. Tú te la vas a preparar, nosotros también, vamos a hacer un ensayo previo” y eso va a crear las condiciones de seguridad necesarias para dar el paso, comenta Postigo, quien añade que “no queremos un determinado nivel musical, sino que la gente participe, que todo sea muy interactivo, que unos traigan a otros, que hagas música tengas unas características u otras. El fallo es bueno. Nosotros somos los primeros que fallamos”.

En cada sesión se interpretan unas cinco de estas propuestas, a lo que se une un standard de jazz preparado en cada ocasión por los cuatro intérpretes que conforman el set básico, los ya mencionados De Reparaz y Postigo, junto a Ibai Encina y Pablo Gutiérrez, más allá de que de manera regular cuentan con la colaboración de una presentadora y cantante. Por supuesto, dentro de la estructura de cada jornada está la parte dedicada a la improvisación, una puerta abierta a la participación de cualquiera. En total, algo más de dos horas -desde las 19.30 hasta pasadas las 21.30 horas- en las que no hay posibilidad de escape. “Hay mucha gente que viene y acude a disfrutar, sin querer participar de manera activa más allá de dar palmas. Pero termina siendo partícipe de una manera u otra”, describe Encina, que destaca las emociones que se generan en cada cita.

Funky, reggae, soul, blues... No hay límites. “Al final estás en manos de las personas que vienen. Ellos y ellas marcan por dónde va cada momento. Se trata de sorprendernos entre todos y la verdad es que lo conseguimos”, dice Encina, quien junto a Postigo se encarga de organizar todo lo que supone cada jam. Ahí, improvisaciones las justas.

Eso quiere decir que cada lunes ambos tienen una reunión en Errekaleor, donde el grupo motor de esta iniciativa tiene su sede. El primer encuentro después de uno de los eventos sirve para, en base a una tabla de once puntos, evaluar lo sucedido y cómo se puede mejorar. A partir de ahí se cierran las propuestas para la siguiente cita y se establecen los ensayos entre la banda, más allá del trabajo particular que hace por separado cada uno de los músicos. Al margen, hay que realizar en cada ocasión una labor de promoción vía redes sociales, más allá de las labores de coordinación con la parte técnica y otras cuestiones.

Así se llega al último domingo del mes (por ejemplo, el próximo 28). A la mañana se lleva a cabo el montaje, por la tarde se realizan los últimos ensayos y a las 19.30 horas empieza lo bueno, aunque después hay que recoger y vuelta a Errekaleor. “Es mucho trabajo e Ibai y yo estamos un poco quemados. Hay mucha gente que ni entiende ni valora que a esto le dedicas horas que nadie paga, más allá de que el Zeppelin es uno de los pocos sitios en esta ciudad que, en este sentido, está más que a la altura. Yo me quito el sombrero. Aún así, aunque vienen muchos músicos y te dan las gracias por montar algo así, no es suficiente”. Por ello, al margen de que se ha solicitado una subvención al Gobierno Vasco, ambos ya se están moviendo para que la gestión de la iniciativa tenga su relevo.

Al margen de esa situación, que tiene que ver mucho con una Gasteiz en la que no existe voluntad por parte de las instituciones de ayudar de manera efectiva a iniciativas culturales privadas o asociativas de este o de cualquier tipo, en la mente de los impulsores de estas jam del Zeppelin está seguir generando red, propiciando el encuentro. “Sabemos que de estos eventos han nacido grupos de música”, ponen como ejemplo de esas consecuencias en positivo que tiene el hecho de apostar a pesar de todo. “Nuestro ideal sería poder hacer de manera regular eventos más grandes, grabarlos a modo de programa de radio...” desea Postigo. De momento, y a la espera de solucionar el futuro de la iniciativa, la próxima llamada se producirá justo dentro de siete días. Ellos volverán a hacer que cualquiera pueda ser y sentirse músico.