El actual modelo de televisión generalista propicia la aparición de un cierto tipo de personajes que desarrollan trayectoria e imagen impregnadas de popularidad y hacer comunicativo, usurpando funciones propias de la profesión periodística y que de vez en cuando generan polémicas sobre el fenómeno del intrusismo periodístico de estos chiquilicuatros del negocio. Las diversas teles de nuestros días amparan a exuberantes ellas y monigotes ellos, que se encargan de igual manera y desparpajo de un programa de chascarrillos o un viaje de quinientas leguas al Extremo Oriente.

Descaro, punto de cara dura, gracejo sin fin convierten a estos monaguillos del mediático circo, en actores improvisados que como en el caso de Cristina Pedroche se hacen con un hueco importante en la oferta televisiva. Soltura ante las cámaras, velocidad en los diálogos, risa desbordante y punto molesta en esta profesional que ha hecho de la noche de las campanadas de fin de año, cita obligada y referencial de sus vestidos extremos para el lucimiento corporal que muestra con donosura y generosidad, convirtiéndola en estrellita apreciada por sus centímetros cuadrados de desnudo cuerpo.

Esta nueva figura del firmamento televisivo se ha pasado al campo periodístico, asomándose a la pantalla con un programa titulado Dentro de y que con lenguaje informativo trata de descubrir los entresijos de una gran empresa, una compañía de aviación o las interioridades de Atresmedia. Este nuevo formato de enseñar como por sorpresa las tripas de un importante centro de trabajo mezcla técnica de equipo de investigación con toques de reality más la presencia de Cristina Pedroche que añade a la narración, comentarios, risotadas y guiños al espectador que puede acabar cazado por la propuesta. No es ejercicio periodístico, pero como si lo fuera y eso la muchacha lo sabe hacer de maravilla, paseando palmito por los platós.