- El maestro Juanjo Mena (Gasteiz, 1965) se encuentra en uno de los momentos más dulces de su carrera tras haber debutado con éxito al frente de algunos de los conjuntos sinfónicos más importantes del mundo, entre los que se encuentra la famosa Filarmónica de Berlín. En su puesto de Director Asociado de la Orquesta y Coro Nacionales de España y titular de la Filarmónica de la BBC con sede en Mánchester, Mena llega al Arriaga el próximo martes con un equipaje repleto de experiencias y con mucha ilusión. El Arriaga es un lugar con gran significación en su trayectoria, donde ofreció sus primeros conciertos con orquesta y donde vivió momentos de gran emoción. El concierto que ofrecerá, patrocinado por la Fundación BBK y la Diputación Foral de Bizkaia, forma parte de una gira que lleva a la sinfónica de Mánchester por cinco ciudades del Estado, que le acercará los días previos a Barcelona, Valencia, Zaragoza y Alicante. En el foso, Mena se acompañará del pianista británico Stephen Hough, con quien unirá fuerzas para acometer en el teatro bilbaíno piezas de “enorme virtuosismo” como la Sinfonía 1 en la bemol mayor Opus 55 del compositor inglés posromántico Elgar, que “transportará al público a una escena de amor sublime, llena de éxtasis, dulzura y contrastes”.
Juanjo Mena es ahora uno de los directores de orquesta más prestigiosos del panorama internacional. ¿Qué queda en la actualidad de aquel joven que alzaba la batuta por primera vez en el Teatro Arriaga?
-Permanece lo que tanto gente me ha dado en este tiempo. El próximo martes en el Arriaga yo no estaré solo en el podium, estaré con todas esas personas que me acompañaron en aquella época, con la Orquesta Sinfónica de Bilbao, con Antxon Zubikarai... Todos estarán conmigo. Ahora, quizás tenga más disciplina porque estos siete años con la Filarmónica de la BBC han sido fundamentales para cambiar el planteamiento de mirar la música, con una mayor objetividad, con mayor claridad... En ese sentido, creo que he crecido. Además, estar en un país diferente me ha dado otras visiones, otras aproximaciones de la música... Pero el Juanjo actual sigue siendo aquel chaval del barrio de Zaramaga que cantaba en los coros, que tocaba el txistu en pasacalles, que iba a las verbenas a bailar...
Ha recordado en la presentación del concierto a Antxon Lete. ¿Sin él Juanjo Mena no hubiera sido músico?
-Siempre lo digo, mis padres no tenían tradición musical. Si a mi padre en vez de enviarme al colegio que había a tres o cuatro calles de mi casa, se le hubiese ocurrido inscribirme en el que estaba enfrente del portal, probablemente hoy no sería músico. Quizás pensaron que en el colegio Samaniego había más actividades extraescolares. Un día, de manera altruista, apareció un profesor, Antxon Lete, con una flauta, comprobando qué sabíamos de música y si podíamos entrar en un coro. No sé cómo pero yo identifiqué rápidamente una serie de notas, Aquel día cambió mi vida. Fui un afortunado. Lo que me ocurrió no sucede ahora. ¿Qué profesor, en el colegio en que trabaja, crea un coro y se entrega de forma altruista por completo a él? Eran otros tiempos.
También ha recordado a Carmelo Bernaola...
-Fui su alumno, aunque Bernaola fue, en realidad, mucho más que eso. Carmelo no solo me enseñó música, me enseñó a amar esta ciudad, a amar la vida, a entender que la música no es solo lo que se estudia, que está vitalmente en la calle, tu personalidad tiene que crecer, tus vivencias... Si no, no puedes hacer música.
Desde 1999 a 2008 dirigió la Orquesta Sinfónica de Bilbao. ¿Qué recuerdos guarda de estos años?
-Aprendí muchísimo con ellos, fue una época difícil y decisiva para la orquesta. Hubo un antes y un después, se abrió Euskalduna cuando fui titular de la orquesta, se estableció un convenio profesional... Fueron momentos claves para la orquesta y yo estoy contento de haber formado parte de ellos.
¿Y ahora, cómo ve a la sinfónica bilbaína?
-No he tenido muchas oportunidades de escucharla, pero sé que Erik Nielsen está haciendo un buen trabajo, que los músicos están contentos; es una persona de gran creatividad, tiene un gran conocimiento del repertorio, con muchas vivencias importantes en Berlín... A la orquesta, no le veo un planteamiento diferente a cuando yo me marché. Creo que hay algunos problemas que siguen estando y mientras eso no se solucione, la orquesta no podrá llegar a otros niveles.
Tras su paso por la BOS en 2010 aceptó el cargo de director titular de la Filarmónica de la BBC. ¿Hay mucha diferencia a la hora de trabajar con una orquesta inglesa?
-La primera lectura de una orquesta inglesa es impresionante, recuerdo que estábamos en la radio y apenas había un público de cuarenta personas. Pero ves que los músicos tocan como si les fuera la vida en ello. Lo hacen por una razón: conscientes de que lo estaban interpretando ante una audiencia media de 20.000 personas, a la que no pueden ver porque se encuentra en sus casas pero que son tantas que no lograrían convocar en un concierto en vivo.
El año pasado le invitaron a dirigir a la Filarmónica de Berlín, le han dado el Premio Nacional de Música, la Medalla de Oro de Araba... ¿Está atravesando su mejor momento profesional?
-Todavía estoy en el camino. Había dirigido ya orquestas del nivel de la Filarmónica de Berlín, en Boston, en Chicago... Pero fue la de Berlín, que mediáticamente tiene una gran atracción, cuando de repente me catapultó a los medios. No soy ni mejor ni peor director que antes de es concierto, estoy en el camino, todavía me quedan, espero, 25 años de mis mejores momentos para hacer música, de mayor conocimiento.
¿Y su relación con la Filarmónica de la BBC? ¿Piensa continuar siendo su director en los próximos años?
-He hablado con el general manager con el que mantengo una estupenda relación, y mutuamente hemos acordado, tanto por parte de la orquesta como por la mía, que era el momento de acabar en agosto de 2018. Han sido siete años muy intensos, de enorme actividad, tanto para ellos como para mí. En la música se necesita en algunos momentos respirar, por eso es bueno que vengan directores invitados. Pero también para los titulares, es necesario músicos que puedan marcar otra dirección. Además, son otros momentos también para Inglaterra. He aprendido muchísimo, estaré siempre agradecido a todos los músicos por ello, he dado el máximo como siempre. Ahora, a seguir adelante.
¿Va a hacerse cargo ahora de otra orquesta?
-Gracias a Dios tengo muchísimo trabajo, muchos conciertos como director invitado... Seguiré siendo el director principal del Cincinnati Festival, pero esto son solo dos semanas en mayo. En este sentido, creo que debo esperar y tener paciencia para encontrar muy bien la siguiente orquesta que me dé otra visión, que me enriquezca aún más. Ya no es tanto la experiencia que yo pueda aportar a las orquestas, que sin duda, lo hago siempre, pero necesito seguir creciendo. Tengo varias ofertas encima de la mesa, pero lo tengo que pensar muy fríamente.
En alguna ocasión, ha confesado que la profesión de director de orquesta es muy solitaria. ¿Le han influido también motivos personales a la hora de dejar la Filarmónica de la BBC?
-Con esta profesión te pierdes muchas cosas, ahora es mejor que antes porque tenemos FaceTime, Skype, pero sin duda, nos seguimos perdiendo muchísimo. Mi mujer y mis hijos viven en Legutiano, y yo siempre que puedo vuelvo a mi casa. Además, siempre he tenido mucho cuidado tratando de racionalizar mi agenda.
Se ha manifestado siempre muy crítico con la ley actual de la enseñanza...
-Por su falta de criterio humanista; es necesario acercar la música a los niños de manera natural, tal y como el solfeo llegó a mi vida, sin enterarme. Es triste observar en tantos restaurantes familias enteras que no hablan, lloran, ríen ni hacen nada, solamente están cada una con su móvil, probablemente chateando. Los niños no solo deben tener iPads y estudiar matemáticas sino también volver a aprender música en las aulas. Hay que pensar más en las personas, en la sociedad.
¿Por eso va a destinar los 30.000 euros de la dotación del Premio Nacional de Música a la Federación Alavesa de Coros Infantiles Arabatxo?
-Así es, quiero que los niños y las niñas tengan las mismas oportunidades que tuve yo.
¿Sus hijos estudian música?
-Sí, Alain toca el clarinete y Clara, el violín y canta en un coro. Nosotros les estamos dando la oportunidad de que conozcan la música, ellos tienen que escoger si quieren o no dedicarse a este mundo, que es muy complicado. Pero serán ellos los que decidirán. De momento, disfrutan mucho con la música.