S ara Etxea, la casa en la que el antropólogo, etnólogo, arqueólogo y sacerdote José Miguel de Barandiaran vivió y pasó sus últimos años de vida se convirtió ayer en un hogar para todos los asistentes al homenaje por el 25º aniversario de su fallecimiento. En la misma casa hoy en día se pueden encontrar cientos de libros, homenajes y reconocimientos que recibió. Todos los invitados tuvieron la ocasión de escuchar trazos de la vida de Barandiaran y también de visitar al que él llamaba su “taller”. Un espacio donde casi no queda sitio para ningún libro ni reconocimiento más, y donde se puede ver junto a la ventana el lugar donde solía pararse a escribir sobre sus descubrimientos. El lehendakari, Iñigo Urkullu, la presidenta de Navarra, Uxue Barkos, y el diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, fueron testigos.
En el centro, una gran mesa donde se conserva el lugar donde solía sentarse. Y entre los libros hay algunos del psicoanalista alemán Wundt, que le sirvió de gran ayuda al antropólogo cuando no sabía muy bien si meterse de sacerdote o no. De hecho, se enteró de que el psicoanalista daba una charla y con el poco alemán que conocía fue a conocerle para que le pudiese guiar en las dudas que tenía. Al parecer, Wundt le comentó a Barandiaran que él no podía pretender encontrar las respuestas a sus preguntas buscando en lugares lejanos, que tenía que comenzar a indagar en zonas cercanas. Y así lo hizo.
Fueron muchos quienes recordaron ayer con anécdotas la vida de Barandiaran. Jexux Aizpurua contó cómo la sobrina, Pilar de Barandiaran, cuidó de él en sus últimos años de vida. “Vivían los dos juntos y si tenía que salir ella a hacer algún recado le solía decir que no se fuera lejos, por si se moría. Quería que alguien pudiese estar cerca para poder ayudarlo si le pasaba algo”. Además, también contó cómo después de que Barandiaran falleciese, Pilar no se atrevía a sentarse en el lugar que perteneció durante años a su tío, en la silla de la mesa central del taller.
El viceconsejero de Política Lingüística del Gobierno Vasco, Patxi Baztarrika, también ataundarra, reveló además que él celebró muchas navidades en aquella sala, ya que se hacía familiar directo de Barandiaran. Pilar Barandiaran y la abuela de Baztarrika eran hermanas, por lo que el viceconsejero pasó parte de su niñez en Sara Etxea. “Esta mesa central, y aquella en la que escribía fueron hechas por mi padre”, comentó ante el asombro de varios visitantes. Sin duda, Aita Barandiaran creó en vida muchos lazos que hoy en día todavía siguen atados.
dos cursos en uno Y como no podía ser de otra forma, también comentaron la lección que le dio la madre de Barandiaran cuando era muy pequeño. José Miguel Barandiaran de joven regresó a Ataun tras finalizar el curso escolar muy contento porque había obtenido muy buenos resultados y le habían aprobado dos cursos en uno, por lo que se sintió muy orgulloso de su trabajo y con aires de grandeza volvió a su casa, momento que al parecer fue uno de los más felices de la vida del arqueólogo. Estaba tan contento Barandiaran con el resultado que volvió junto con sus compañeros a Ataun echando cohetes en el tren.
Pero cuando llegó a su casa no sabía todavía que su madre le iba a enseñar una de las grandes lecciones de vida que sin duda lo marcó. Esta le llevó ante la puerta del caserío, donde tenían dos manzanos con las ramas dobladas por el peso de las frutas. “Cuanto más dan, más humildes son”. Barandiaran siguió la lección que le dio su madre durante su juventud en los 101 años que vivió. Casi 102.
sencillo, como él El acto de homenaje fue sencillo y humilde, pero lleno de emotividad y emoción. A media mañana llegaron a la ceremonia de clausura el lehendakari, Iñigo Urkullu, y la presidenta de Navarra, Uxue Barkos. Asistieron también el diputado general de Gipuzkoa y alrededor de sesenta personas que representaban a instituciones y sectores diversos de Euskal Herria.
Todos quisieron agradecer y poner en valor el trabajo realizado por el antropólogo, y recalcó Urkullu que “la cadena que comenzó Barandiaran no debe terminar. Es nuestra responsabilidad seguir con ello”.
Muchos de los que se acercaron al homenaje convivieron con el ataundarra. “A las cinco de la mañana, cuando José Miguel Barandiaran dejó de respirar, yo estaba a su lado agarrada de la mano”, comentó emocionada Gurutzi Arregi, la etnóloga y secretaria de la fundación que lleva su nombre. “Hemos hecho muchos trabajos juntos, tengo muy buenos recuerdos de él”, remarcó. De hecho, estando Barandiaran en vida sacaron el primer tomo del Atlas Etnográfico de Vasconia en el año 1978, contando con su aprobación. “Barandiaran vio el primer tomo terminado, y nos comentó que nuestro deber más grande era el publicar esos tomos para que todos pudiesen tener esa información”.
Mencionar Ataun es mencionar José Miguel Barandiaran. La localidad de la magia, de la mitología, las leyendas, la cultura vasca. Y así, sin esperarlo ofrecieron una pequeña actuación donde los asistentes quedaron boquiabiertos. El legado de José Miguel de Barandiaran sigue más vivo que nunca, su árbol está lleno de frutos y así debe continuar, regado para que siga dando frutos durante muchos años.