Vitoria - Se despide con Cifu para los amigos. Nunca hay que perder de vista a los referentes. Antes suenan temas como Por camineras y Valse pour Noor, entre otros. Así se construye el cuarto trabajo discográfico del contrabajista gasteiztarra Pablo Martín Caminero, un Salto al vacío que es una realidad desde hace unas pocas semanas y que arranca, de manera literal, con un lanzamiento en paracaídas del propio autor.

Ese salto físico se traduce en sonidos a través de los cuatro primeros cortes que abren el álbum. “Es casi una suite”, describe Caminero, antes de añadir que “es flamenco jazz programático. Empezamos con el despertar del héroe que decide hacer el salto, algo que en mi caso fue real pero que en el caso de otras personas se puede referir a saltos de otro tipo; de ahí pasamos a la aproximación al lugar, al salto en sí y terminamos celebrando que estamos vivos, que nos hemos tirado al vacío y no solo no ha pasado nada, sino que estamos eufóricos”. No hay red de seguridad. Tampoco hace falta.

Grabado junto a Ariel Brínguez (saxofón), Toni Belenguer (trombón), Moisés P. Sánchez (piano) y Borja Barrueta (batería) así como contando con diferentes invitados para las percusiones, el contrabajista propone su cuarta referencia como líder tras la buena acogida que tuvo su anterior trabajo, un O.F.N.I. con respecto al cual Salto al vacío “supone una evolución en lo que se refiere a la composición y a la manera de ver la banda”, más allá de que el jazz y el flamenco sigan siendo los dos pilares fundamentales.

Caminero asegura que no hay expectativas, que su único objetivo pasa por “hacer mi obra, tratar de realizarla de la mejor manera posible y avanzar”, aunque tiene claro, al mismo tiempo, que este nuevo CD -que en breve va a estar también disponible en plataformas digitales- “es un disco más emocional que los anteriores y me gustaría que el público sintiera esa emoción”. “No dejo de ser un autónomo con la suerte de que hago solo lo que me gusta. Claro que quisiera que mis proyectos tuvieran más proyección y que en consecuencia saliesen más conciertos, pero esto también es una cuestión de la infraestructura de cada uno y en mi caso es limitada: soy independiente, me hago mis discos, me los pago, vendo mis copias. He elegido este modelo y estoy feliz. Me dejo llevar, tengo un pequeño equipo de gente y confío en que todos vamos aprendiendo poco a poco. Así que la única intención es pasarlo bien, aprender y pensar en el siguiente proyecto”.

Con todo, esa línea elegida no puede esconder que el gasteiztarra hoy es un músico a tener en cuenta, un intérprete inquieto que, además, está involucrado en no pocos proyectos de distinta índole. “Tocar con formaciones diferentes es algo que siempre he hecho. Actuar con Euskal Barrokensemble o con Abe Rábade, por ejemplo, es lo que me gusta porque si haces música y además es con amigos, ¿qué más puedes pedir?”. Y aún así, aunque “me divierte interpretar y me gusta investigar”, Caminero asume que “claro que tengo una marca de la casa, pero todavía la tengo que afianzar y ponerla a prueba en otros formatos”. Otro salto al vacío.

De momento, eso sí, toca tener a mano su nuevo disco, un trabajo que se presentó hace un par de semanas en el festival de jazz de Madrid con el cartel de completo colgado en Conde Duque. “No fue una presión extra, sino un aliciente”. Allí, acompañado a la percusión por Paquito González, puso de largo por primera vez un álbum que desea traer a Gasteiz y al País Vasco, aunque verle por aquí parezca en ocasiones imposible. Su última visita profesional fue dentro del Festival de Jazz de Vitoria, pero no con su proyecto personal sino en el formato Konexioa. “Tuve la suerte de poder tocar con Chris Cheek, pero me gustaría poder ir algún día con mi banda y mi proyecto”. Ojalá.