la habana - De repente aparece Joseba Sarrionandia en La Habana, ¿dónde estabas?
-Hace años que vivo en La Habana, haciendo vida normal. Me sorprende que la prensa diga que vivo escondido y que no dejo que me saquen fotos. Hace bastantes años que no vivo escondido, aunque nunca he tenido ningún interés en salir en la prensa.
Hace 16 años que no tienes problemas con los tribunales en España. ¿Por qué vives tan discretamente?
-Es que yo me dedico a escribir, que es un trabajo para el que por suerte uno se sienta solo en la esquina de un cuarto y ya está, escribe. Eso es lo que me gusta hacer, además de conversar con los amigos, o mirar la luna. Pero no entiendo para qué tengo que salir en la prensa salvo que haya publicado un libro.
A Milan Kundera tampoco le gusta salir en la prensa, pero manda de vez en cuando una foto. Salman Rushdie, que está amenazado por los islamistas, se deja ver también en los medios. De ti no ha aparecido foto en 30 años.
-Agradezco a los que tienen fotos mías que no las hayan publicado, por el respeto humano que implica. Y tengo que agradecerte a ti por compararme con escritores que aparecen en Babelia y en el New York Times, aunque no creo que tenga mucho que ver con esas eminencias. Soy un humilde escribidor de una lengua del monte, y no me veo en los medios audiovisuales. Lo que espero, con la foto que me vas a sacar ahora, es pagar el tributo a la sociedad del espectáculo, que no se diga que no hay fotos mías, y ya, que me dejen trabajar. Sácame por lo menos tres, para que no venga algún idiota a sacarme treinta.
Hubo escándalo cuando te dieron el Premio Euskadi con el Gobierno de Patxi López y retuvieron el dinero. Luego se habló cuando programó una conferencia tuya en la Universidad de Mondragón, y ahora cuando te han nombrado profesor de la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca en La Habana.
-Me parece que fueron globos periodísticos propios de la prensa amarilla, y de la política amarilla, porque la política es también muy amarilla en relación a ciertos temas. Yellow, en inglés, además de amarillo significaba cruel y cobarde: el tergiversar la voz del otro, los titulares sensacionalistas, las falsedades normalizadas de tanto repetirlas. Se trata de hablar de la basura. Hace siglo y pico se hacía referencia a la manera de actuar de William Randolph Hearst, pero hace tiempo que casi todos los medios se mueven de esa manera hearst.
Una pregunta que despierta curiosidad, ¿dónde has vivido antes?
-Pues, en diversos lugares, habitados por muchas personas, como yo, o diferentes. No me gusta contar las cosas a todo el mundo, por eso prefiero escribir, porque es como hablar a una persona. Quien lea con un poco de atención mis libros se dará cuenta en donde he andado.
¿Qué es este trabajo en La Habana? ¿Cómo te lo dieron?
-Se convocó la plaza de lector en La Habana por parte del Instituto Etxepare y, simplemente, me presenté a las oposiciones. Se presentaron 39 personas, según me dijeron y, mediante una selección por puntos, eligieron a tres. La Universidad de La Habana eligió a una de esas tres personas, y en julio me avisaron que debía acudir a trabajar.
¿Qué vais a hacer?
-La asignatura de Lengua y Cultura Vasca va a ser asignatura optativa a partir del tercer año en la carrera de Lengua y literatura, y en la de Historia del Arte. También son optativos el gallego, el catalán y el turco, mientras la lengua inglesa es obligatoria. Además, espero organizar algunas actividades culturales y publicar cosas.
¿Qué vais a publicar?
-Tenemos la idea de publicar, por ejemplo, una revista que se llamará Kokuioa, o sea, El Cocuyo, que es un coleóptero que vuela de noche dando una luz verde. La luciérnaga tiene la luz en el culo, pues el cocuyo la tiene en la cabeza, ¿verdad? (se ríe). Espero que la revista ilumine un poco algunos temas lingüísticos, literarios o históricos poco explorados.
¿Vais a organizar conferencias?
-Espero que sí, por ejemplo sobre Blas de Otero, que vivió en La Habana más de tres años entre el 64 y el 68, un periodo de su vida interesante con momentos muy tormentosos sobre el que se ha publicado poco. Quisiéramos reunir en un conversatorio a gente que lo conoció en La Habana de aquel tiempo.
Como usas el nosotros, ¿trabajas con más gente?
-Estoy solo en nómina, pero no creo que debo usar el plural por los colaboradores voluntarios que he tenido en estos tres meses. Me han ayudado profesores de la facultad o vascos que viven aquí, gracias a los cuales ya tenemos un buen local con su pequeña biblioteca. He acumulado ilusión hacer cosas con la solidaridad y la generosidad, o como se quiera llamar, que he visto en bastantes personas.
Acaba de publicarse la traducción al castellano de ‘Será colosal’, que yo leí en euskera.
-Es un relato desde el punto de vista de un niño de la guerra civil en una población imaginaria de la costa entre Ondarroa y Mutriku: la inocencia frente al desastre. El título se refiere al triunfalismo de los vencedores y a lo que se preparaba acabados los combates en el 37, porque lo que iba a venir de Alemania era más colosal todavía.
Ahora estás dando las últimas correcciones a una antología de poesía, ¿cómo se titula?
-Se publicará en la editorial Pamiela, de Pamplona, y se llamará La poesía está muerta. Pero no pienses que fui yo, ¿eh?
Yo leí el libro de los moros, que me asombró por la investigación que implica. ¿Cómo te pusiste a escribir un libro así?
-Porque tenía tiempo y curiosidad por conocer cómo se desplegaron desde mediados del siglo XIX las relaciones de poder que se llamaron colonialismo. Y una gramática rifeña escrita en español me proporcionó un hilo para ir investigando sobre la ocupación y la resistencia, la economía y la religión, las lenguas y la política, especialmente en el norte de África, pero lo que pasa en el Rif sucede en todo el mundo. Moro es siempre el otro, pero somos nosotros los verdaderos moros. Las relaciones de poder se establecen en todas partes, y tuve esa obsesión por tratar de entender el desastre sobre el que se asienta la sociedad nuestra.
El año pasado publicaste ‘Lapur banden etika ala politika’, que todavía no se ha traducido, pero tiene un título que dice bastante: La ética de la banda de ladrones o la política.
-La idea de que la organización política funciona con la ética de una banda de ladrones atraviesa toda la filosofía política: es una de las ideas básicas de Platón en su República. San Agustín glosó la idea con aquella conversación entre Alejandro Magno y el pirata. El capitalismo, desde Adam Smith hasta Friedrich Hayek, piensa que esa ética de la banda de ladrones estimula el crecimiento económico. Y lo peor es que parece cierto, porque por ejemplo la destrucción de Libia viene ser una gran oportunidad para las empresas americanas y europeas, para crecer y crear puestos de trabajo, como dicen ellos. Todas las organizaciones políticas tienen algo de Cosa Nostra, el socialismo real naufragó en esas contradicciones. Y bueno, ese es uno de los temas del libro, donde también hay autocrítica. La cuestión fundamental es ver si se puede hacer política de otra manera.
Tu padre murió este último verano, ¿cuándo tiempo hacía que no lo veías?
-31 años y unos días, y me dejó con una gran deuda con él por todo ese tiempo. Tengo todavía allí a mi madre, y un montón de sobrinos.
¿Por qué no vuelves al País Vasco?
-Por un motivo, se puede decir que político, que espero que se resuelva pronto.
¿Qué opinas sobre el proceso de pacificación? Te lo pregunto porque la gente, sobre todo en España, te vincula a ETA.
-Yo fui de ETA a finales de los 70, como algunos de los que me criminalizan ahora. Después anduve de la ceca a la meca no porque fuera de ETA, sino porque me perseguía la policía española. En cuanto a tu pregunta, claro que estoy de acuerdo con el proceso, incluso me parece que debía haberse negociado veinte años antes y se hubieran ahorrado muchas desgracias.
¿Y por qué no hiciste entonces declaraciones públicas desvinculándote de ETA?
-¡Qué iba a decir yo frente a la Inquisición Española y con el sambenito puesto en el cuello, si me perseguían como a una bruja del siglo XVII! Además, ¿qué es eso de recondenar a los condenados? Yo no voy a ponerme a servir a los inquisidores. Perseguían a los de ETA y, de paso, a los que no eran de ETA, y hace cinco años que no tienen el pretexto de ETA, pero siguen igual. A los catalanes, que nunca han disparado un chícharo, ya han procesado a centenares de representantes políticos por defender la libre decisión de la ciudadanía. Hablan de violencia, cuando los únicos que usan la violencia son ellos. Tienen un presupuesto policial y militar impresionante y asumen tan alegremente el monopolio de la violencia que hasta se sienten con derecho a bombardear Afganistán e Irak. Y quien duda que, tras cargarse un poco de motivos como quien recarga una pila, estarían dispuestos a bombardear de nuevo Barcelona o Gernika. Ni se plantean por qué muchos vascos, muchos catalanes y bastantes gallegos queremos la independencia. “Mi mundo no es de ese reino”, decía José Bergamín, a pesar de que era profundamente español. A mí me seguirán criminalizando mientras no hable bien de la Constitución, de la Guardia Civil y de lo bien que nos sentimos los vascos en España, pero es algo que no está entre mis planes.
Me ha sorprendido, buscando en Internet, encontrar una foto tuya, publicada en ‘El Correo’ el 7 de julio de 1985, en la que apareces visiblemente torturado.
-La foto es de noviembre de 1980, del segundo o tercer día de detención, y siguieron torturándome durante otros seis días. En aquel tiempo me parece que torturaban a la mayoría de los detenidos por el tema nuestro. Hay gente que dice que no sabía que sucedía, pero cómo no iba a saber, ¡si publicaban las caras de los torturados en la prensa! Era lo normal, fue lo normal durante décadas y me parece que siguen torturando, aunque ahora se cuidan de que no haya fotos. Hace unos días la policía mató a un senegalés en una comisaría de Pamplona. La gente que dice que no sabe que sucede, lo sabría si sucediera al revés, ¿no?
¿Cómo se podria solucionar el problema de los presos?
-Cuando se acaba una guerra o un conflicto político hay una justicia transicional. Pero el Estado español no quiere ninguna paz, como no quiere ninguna libre decisión de la ciudadanía, y entonces el proceso de paz será como andar con una pierna. Los presos deberían quedar libres en el proceso de paz y, mientras tanto, en mi opinión, son secuestrados políticos. Es verdad que ha habido muchos desastres, pero los presos vascos deberían quedar libres aunque solo fuera por la injusticia comparativa que supone que la violencia del Estado ha quedado impune. Porque, en términos individuales, quién ha matado más gente que Enrique Rodríguez Galindo, que hizo unos meses de cárcel, o Felipe González, que ni ha sido procesado? No es que espere ni que suelten a los presos vascos y que el Estado español se procese a sí mismo por asesinatos, por torturas y por miles de abusos. No sé cómo se puede resolver el problema, pero en la década de los 70 se consiguió con mucha solidaridad, muchas actuaciones unitarias a partir de diversas sensibilidades y mucha insistencia hasta conseguir abrir los muros.
Has pasado 30 años sin fotos y sin un trabajo público. ¿Un nuevo modo de vida?
-Yo seguiré igual, me parece. Las fotos en las que aparezco no me entusiasman. Y continuaré escribiendo, que pienso que es en lo que puedo aportar algo.