Vitoria - Ahora está en su papel de productora. En unos días arranca en Badajoz el rodaje de la película infantil La bola dorada, un proyecto “de imagen real” dirigido por el bilbaíno Aitor Aspe (Baskavígin). Sigue además con su trabajo para la pequeña pantalla y asegura que está haciendo sus “pinitos” con la literatura. Lo que, de momento, queda apartado sine die es su trabajo como realizadora de cine animación. La gasteiztarra Maite Ruiz de Austri -ganadora de dos Goya- no puede más. “Es mejor no seguir haciéndome mala sangre y dejarlo. Ha llegado un punto en el que si no eres parte del lobby, es imposible. Es muy duro decirlo, pero es que es así. Yo lo vivo y lo veo”.

“No he tomado la decisión de dejar el cine de animación, en el que he desarrollado una gran parte de mi vida profesional, por cansancio, ni por falta de ilusión o de ideas. No ha sido mi deseo hacerlo. Amo el cine, me fascinan las técnicas que pone la animación al servicio del contador de historias y también el mundo de los niños y estoy convencida de la importancia que tiene el hecho de que puedan encontrar películas, historias que les ayuden a crecer en valores y como personas. Todas estas cosas se ponen en un platillo de la balanza antes de decidir dejarlo. En el otro está todo lo demás y ese demás pesa tanto que es imposible seguir”, describe. “Esto les está pasando a otros muchos directores, productoras independientes y estudios que, en este momento, son ya una especie en extinción gracias a la voladura controlada de todo el sistema de protección y promoción del cine de este país, especialmente del cine de animación. A esta tarea de demolición se han aplicado con interés y solvencia durante la última legislatura los legisladores del partido gobernante, administrándola desde el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, cuya misión y responsabilidad es precisamente la de apoyarlo y promoverlo”.

Partiendo de la base de que “el cine, como toda actividad económica, necesita de políticas que faciliten su crecimiento, ayuden a dinamizarlo y a apoyar su rentabilidad y el empleo que crea”, Ruiz de Austri señala tanto al desarrollo legislativo que se ha dado en los últimos ocho años en torno al séptimo arte como a los cambios producidos en el sistema de protección (a través de ayudas anticipadas y a la amortización) en los últimos cinco, como las bases que han cimentado un sistema en el que es imposible trabajar. Así, a la bajada constante de dotaciones presupuestarias se une la falta de transparencia e igualdad en la concesión de ayudas, a lo que se suma la potenciación del papel de las televisiones privadas, generándose unas situaciones de privilegio que expulsan, por principio, a toda producción independiente.

“Es triste que una actividad con tantos buenos profesionales, con empresarios que arriesgan, porque eso está en el ADN de los productores independientes, con ideas y con ganas, se vea desbaratada por aprendices de mago, por gente que no sabe ni quiere saber, que cobra sus sueldos de la administración y que le trae al fresco si esto se acaba o no. La desidia me produce tristeza. Hasta los modelos oficiales de los impresos que hay que rellenar son del siglo pasado. En 50 años nadie se ha tomado la molestia de cambiarlos. Siguen desgranando por epígrafes en los modelos de presupuestos, procesos cinematográficos que ya prácticamente no se dan e ignoran las nuevas tecnologías que se utilizan para hacer cine. Nuevas, desde hace más de una década, claro. ¿Se puede caer en más abandono? ¿Qué hacen todos esos políticos y funcionarios que trabajan en organismos cuya función dicen que es apoyar y promover al cine?”, apunta.

Por todo ello, la directora -que es la única persona que tiene dos películas entre las diez más taquilleras de animación en España según el Observatorio Europeo del Audiovisual- no esconde que “estoy harta de que tengamos un Gobierno que detesta el cine y que sólo legisla en contra del sector. De la discrecionalidad y arbitrariedad con que se impulsan o descartan proyectos en función de no se sabe qué intereses de quién. De la dejación y el desinterés. De cómo te trata cualquier funcionario del sector. Creo que así no es posible ni producir ni dirigir. Sin ninguna garantía jurídica”. - DNA