GASTEIZ - La frase popular el esfuerzo tiene su recompensa, en el caso de Maite Ruiz de Austri e Iñigo Silva, es cien por cien real. Si alternamos esfuerzo por tres años y medio y recompensa por quedar finalista en los World Humanitarian Awards, el resultado es la película El extraordinario viaje de Lucius Dumb. Este largometraje de animación de 153 minutos, dirigido por Maite Ruiz de Austri y producida por el Iñigo Silva -alaveses afincados en Extremadura desde hace ya unos años-, cuenta la historia de Lucius Dumb, un joven científico cuya misión es encontrar un instrumento perdido que es capaz de convertir a la Tierra en un planeta pacífico y feliz.
El filme trata el tema de los Derechos Humanos, y en especial los de los niños, enfocado al público más joven. “La idea principal era demostrar que si se respetan los Derechos Humanos, el mundo realmente puede ser mejor”, apunta la directora.
Este año El extraordinario viaje de Lucius Dumb se ha proclamado como uno de las finalistas los World Humanitarian Awards que se celebran en Jakarta, Indonesia, con motivo del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria de la ONU el día 19 de agosto y a raíz de haber ganado el Premio Platinum. Estos galardones forman parte del International Film Festival y premian no solo la película, sino todo el esfuerzo que existe detrás de las cámaras, lo que para Iñigo significa “un espaldarazo, porque precisamente la película trata los Derechos Humanos de los niños y niñas”.
Según explica Ruiz de Austri, “no hace falta ser alguien importante para optar a los premios, ni siquiera que la producción sea enorme, sino que se haya dedicado energía, creatividad y tiempo a intentar que el mundo sea un poco mejor”. Y ciertamente eso es lo que ha conseguido Lucius en los casi tres años y medio que duró su elaboración, desde las primeras palabras del guión hasta las últimas grabaciones.
Asimismo, el proyecto, desde su estreno en 2013, ha participado en más de setenta festivales y muestras de todo el mundo, quedando finalista en los Premios Goya y obteniendo, entre otros, la Medalla de Plata en la categoría de películas de televisión de audiencia infantil en el Woldfest Festival, en Houston y el Premio Platinum en el Festival de Cine Internacional de la Mujer, Asuntos sociales y Zero-Discriminación en Jakarta, en 2015. Para esta antigua estudiante de magisterio atraída por el mundo de la animación, una nominación a cualquier galardón supone mucho más que para cualquier gigante de la industria. “Para una productora pequeña e independiente como la nuestra los premios son una manera de enseñar las películas al mundo, es decir, son un escaparate donde se publicita la película, que de otra manera no se daría a conocer”, asegura.
La productora de la que habla es Extra, en la que Maite Ruiz de Austri se ocupa de la dirección de los filmes e Iñigo Silva de su producción, respaldado por un equipo de 200 personas y pioneros en el mundo de la animación, no solamente en Euskadi, sino en el resto del Estado.
Por si no fuera poco el trabajo que supone realizar una película de animación, el equipo decidió añadir unos pequeños extra que hicieron del resultado final un trabajo detallista y cuidado. “Creamos pequeñas historias en las que cada una se destacaba un derecho de los niños y niñas diferente, con un tipo de diseño, color y decorado distinto”, cuenta Ruiz de Austri. “Lo complicamos por cuenta propia porque queríamos enriquecer la historia”.
A ello se le suma la ausencia de ayudas institucionales. Al ser una productora pequeña, su presupuesto también lo es. “Es un handicap a la hora de recibir ayudas públicas u obtener coproductores, como pueden ser las televisiones privadas o TVE, aunque al no ayudarnos nunca, tampoco lo echamos de menos”, apunta el licenciado en Filosofía, pero con su futuro como productor claro desde los ocho años. Ruiz de Austri, por su parte, evalúa el esfuerzo que les llevó sacar la historia de Lucius adelante, y a pesar de solicitar subvenciones, “no consideramos que fuera algo interesante para apoyarlo”, lo que para Iñigo fue “un estallido” debido al tema que trata: los derechos humanos.
Sin embargo, “decidimos que merecía la pena hacerlo y tiramos para adelante, por eso valoramos más los premios, porque decimos ‘igual no estamos tan solos’”, se apena la directora. Así, la falta de presupuesto desembocó en la carencia de fondos para publicidad, por lo que la única manera que tuvo -y tiene- Extra de brillar es gracias a los premios internacionales que hacen que tenga notoriedad para los medios de comunicación. Con lo que sí contaron fue con la ayuda de la campaña Los Derechos Humanos tu mejor instrumento, de la ONG Músicos Sin Fronteras, quienes cedieron su canción a la película para convertirse en la banda sonora oficial. “Ellos jugaban con el equívoco del nombre, es decir, tocan música, pero también lo hacen con los Derechos Humanos como herramienta para conseguir que el mundo sea mejor”, recuerda la realizadora.
Tres años después del estreno, Extra ha seguido trabajando en distintos proyectos, todos ellos basados en la animación. Además también ha participado en otro tipo de producciones, como el documental histórico Baskavigin, nominado en el Zinemira del Zinemaldia, que se sitúa en el siglo XVII y narra la historia de 31 balleneros vascos que fueron a Islandia a pasar un viernes y terminaron asesinados por el pueblo islandés. Además, para el mes que viene prevén rodar una película de imagen real que se estrenará en diciembre, la primera de la historia de la productora y que tiene como trama una comedia de enredo para niños. Dos de los personajes que participarán en el proyecto son el donostiarra Andoni Agirregomezkorta y la cantante Soraya.
Emperatriz En el imperio de la animación, Maite Ruiz de Austri es la emperatriz. Es la única mujer que se dedica a los largometrajes de este género y a su espalda lleva dirigidas siete películas de animación infantil. “Ha habido un techo de cristal en cuanto al papel de la mujer en la animación, no solamente en la dirección, sino también a la hora de dibujar”, asegura la directora. Ruiz de Austri achaca esta brecha a la falta de legislación y afirma que incluso, a veces, están “penalizadas”. Empezando porque en las subvenciones públicas se llevan a cabo mediante un sistema de puntos en el que el formulario es el mismo para todos los géneros. Aquí es donde la directora ve el problema. “Los trabajos de la animación son diferentes a los de una película de imagen real, en las que existen una serie de trabajos que no se requieren en nuestra categoría, como lo son, por ejemplo, la peluquería”. Al no precisar de ese personal, normalmente llevado a cabo por mujeres, “nos quedamos sin acceso a las ayudas porque directamente no podemos rellenar la acreditación”. Parece un asunto fácil de arreglar, aunque “a veces es fruto del desinterés”, expone Ruiz de Austri. “La producción de la animación es difícil para todo el mundo, pero sobre todo para la mujer”, concluye la directora.