Madrid - Andreu Buenafuente y Berto Romero, pareja televisiva de éxito y compañeros de trabajo desde hace años, acaban de rodar su primer largometraje juntos, El pregón, una comedia rural en la que hacen méritos para recoger el testigo del dúo humorístico más popular del país.
“Ojalá fuéramos Pajares y Esteso, ellos eran los p.... amos de la comedia. Había bofetadas en los videoclubs para conseguir sus películas”, afirma Romero. “A ver si así descansan ellos. Es curioso, porque mira que hay cómicos en este país, pero quizá emparejados no tantos, Martes y Trece, Cruz y Raya..., pero ellos son siempre los primeros en el imaginario español”, opina Buenafuente, aunque asegura que ellos “no son ese perfil”.
Esta cinta dirigida por Dani de la Orden cuenta la historia de dos hermanos que fueron ídolos del pop en los años noventa y que llevan veinte años sin hablarse, desde que se disolvió el grupo y ninguno fue capaz de buscarse la vida. Arruinados, ambos se comprometen a dar el pregón de las fiestas de su pueblo, donde siguen siendo muy queridos, y, de paso, ayudar al alcalde a recuperar a su novia.
Con guion de Diego San José, uno de los artífices de Ocho apellidos vascos, la historia llegó a manos de la productora el Terrat en el momento apropiado para que Buenafuente y Romero hicieran realidad un proyecto largamente deseado. “Hombre, aunque parezca que siempre estamos haciendo cosas juntos cada uno tiene su mundo, pero cuando nos juntamos sale otra cosa que tiene una entidad propia y la gente lo reconoce”, explica Romero.
Buenafuente, que ya rodó El culo del mundo, donde hablaba de su propia inestabilidad laboral, asumió “buenos consejos de amigos” que evitaron “el síndrome de la primera película: meterlo todo dentro”. “Nos dijeron que no nos liáramos, que la gente quiere reírse con nosotros y punto. Algo tan sencillo como eso había que traducirlo en una línea de comedia”, explica el presentador, a lo que Romero apunta: “Desde el principio quisimos hacer una comedia honesta, poco pretenciosa y que hiciera reír a la mayor cantidad de gente posible”.
Por eso, se trata de una comedia “blanca” y rural, apolítica y desternillante, donde una procesión de nazarenos se convierte en el mayor disparate o tirar a una cabra desde lo alto de un campanario en un acto ecologista de lo más comprometido.