gijón - El director Arturo Ripstein, cuya película La calle de la armargura compite en el Festival Internacional de Cine de Gijón, defendió ayer el dramatismo del blanco y negro como esencia del séptimo arte. “Aprendí a ver cine, a amar y a odiar en blanco y negro y cuando proyecto una nueva película la veo en monocromo”, afirmó ayer.
El director, que el viernes celebró el Premio Cineuropa en Santiago de Compostela, destacó que por ese motivo su obra tiene un “tono algo monocromo”. Con el tiempo las películas se decoloran y se transforman en “algo horrendo”, en cambio el blanco y negro, con sus contrastes entre las luces y las sombras, “permanece”, añadió. El blanco y negro de su ultima película, La calle de la amargura, crea una “atmósfera en la que la miseria se huele”, según la crítica especializada. El filme se basa en un suceso ocurrido en México DF en 2002, el asesinato accidental de dos enanos, artistas de lucha libre, por dos prostitutas avejentadas que les drogan para robarles, mostrando la cara de un país que no se exhibe en los folletos turístico. - Efe