Vitoria - Segunda doble sesión la que hoy afronta Mendizorroza para que el Festival de Jazz se reencuentre con músicos que en todos los casos ya han pasado por el certamen. De hecho, la gran mayoría en la última década han tomado parte en el Jazz del Siglo XXI del Principal. Le tocará abrir a Brad Mehldau y su trío, completado por Larry Grenadier y Jeff Ballard, una formación que en la capital alavesa ya ha dejado más de un momento para recordar. Tras ellos, el relevo lo tomará uno de esos denominados supergrupos (horrible expresión) en cuyas filas suman genios y sonidos Chris Potter, Dave Holland, Lionel Loueke y Eric Harland.
Al igual que ayer, la cita en el polideportivo se producirá a partir de las 21.00 horas con las entradas a la venta por 30 euros. De hecho, si la puntualidad siempre es una virtud, en este caso, y teniendo en cuenta que el primero en hacer acto de presencia será el pianista de Jacksonville, lo será todavía más. El silencio es un aliado que siempre busca. Los fotógrafos de prensa lo saben bien.
Lo cierto es que Mehldau no para. Ver su agenda, asusta. De hecho, ya tiene fechas confirmadas por medio mundo hasta mayo de 2016. A Vitoria llega inmerso en una nueva gira europea con su trío, compañeros de viaje con los que ya hace unos años que no edita material de estudio tras la salida de Where Do You Start y Ode. Más reciente, del año pasado, es Mehliana: Taming the Dragon, el debut del pianista junto a Mark Guiliana en una apuesta arriesgada y estimulante.
Con la tontería han pasado ya unos años de la última visita del también compositor y arreglista norteamericano al certamen alavés. De hecho, hay que irse hasta su colaboración, en 2009, con el desaparecido Charlie Haden, otro tipo singular donde los haya que dejó la escena en silencio hace ahora un año.
Desde que en 1993 actuase por primera vez en Gasteiz, la carrera del pianista ha sido imparable. Es cierto que nunca quiso asumir ese papel de joven promesa que le colocaron en sus inicios, que ha hecho lo que ha podido y querido sin atender demasiado a las apetencias de una industria que en cuando le dejan un segundo intenta fabricar proyectos de nuevas leyendas del jazz con las que seguir alimentando el saco. Mehldau hace cosas imposibles o que, por lo menos, lo parecen. Ese es su gran valor.
Junto a Larry Grenadier se ha pasado gran parte de ese rico camino, un contrabajista que cumple a la perfección el papel de secundario imprescindible pero cuya presencia parece no percibirse. Desde hace una década, uno y otro están sobre el escenario junto a Jeff Ballard, compañero de Grenadier en otra formación (Fly) y sustituto en el trío de Mehldau de Jorge Rossy.
Los tres, mano a mano, serán quienes abran la noche con un concierto que, conocidos sus argumentos tanto en el trabajo de estudio como en lo que suelen hacer sobre el escenario, promete, como mínimo, calidad a raudales.
De esa también tienen, y mucha, los siguientes en el cartel. Ahí estarán Chris Potter, Dave Holland, Lionel Loueke y Eric Harland. Como pasa siempre con estas formaciones esporádicas de grandes nombres, la duda es si esta unión responde a la necesidad de hacer caja o si, de verdad, hay una intención creativa detrás aunque parezca no estar sustentada en una apuesta a futuro. Habrá que ver, pero es indudable que esta doble sesión es la que, a priori, más satisfacciones puede prometer al amante del jazz que acude al certamen.
Como el orden de los factores no altera el producto y aunque es el nombre del saxofonista el que figura en primer término, no hay duda de que la mera presencia de Holland en cualquier concierto es ya de por sí toda una garantía. Para el anecdotario, recordar que tanto el contrabajista como Potter y Loueke actuaron juntos en Mendizorroza en 2008 acompañando a Herbie Hancock, justo el mismo día (15 de julio) que Harland estaba en el Principal actuando dentro del Jazz del Siglo XXI dentro del Charles Lloyd New Quartet. Cosas de la vida.
Más allá de eso, los cuatro, dejando a un lado generaciones y caminos propios, son nombres propios de la escena internacional, compañeros que ahora han decidido sumar intereses. Es de esperar que sea para ofrecer al público una buena ración de lo que llevan dentro puesto que cuando de verdad funcionan estos llamados supergrupos, los componentes no suman, multiplican.
Y si no es así, por lo menos será un placer volver a encontrarse con cuatro músicos que conocen bien su oficio. Pero conformarse, nunca es bueno. Hay que pedir más.