Gasteiz - ¿Novela histórica o historia novelada? El consultor, escritor y periodista Eugenio Ibarzabal (Donostia, 1951) no sabe muy bien cómo definir Cincuenta semanas y media en Brighton, pero confiesa que tampoco le importa. “Mi padre pintaba a espátula y yo suelo decir que me considero un escritor de espátula; cuando te acercas al cuadro lo que ves son simplemente los golpes, pero no distingues absolutamente nada. A mí lo que me ha interesado es reflejar dos épocas, la que va del 58 al 68, donde yo creo que pasa todo, el origen de lo que ha sido determinante en estos años en Euskadi; y la etapa reciente, en Brighton. Diría que el resto son casi excusas”, confiesa el que fuera secretario general de la Presidencia y portavoz del Gobierno Vasco durante el mandato de Ardanza, que ha dedicado tres años de su vida a esta novela.
Escenas vividas que llevarán al lector de la mano del protagonista, Benjamín Solaguren, un bilbaíno de 70 años, a un viaje a Inglaterra en busca de la última oportunidad vital, donde revisará la historia de su vida, que es la historia de este país en sus últimos cincuenta años. A lo largo de sus 425 páginas, asistimos a un desfile de personajes reales, acompañados de otros ficticios, que acompañarán a Benjamín durante su juventud nacionalista, las difíciles situaciones vividas durante el régimen franquista y su exilio obligado. Benjamín también será testigo del nacimiento de la violencia de ETA.
En su libro indaga otra vez en el comportamiento humano.
-Cincuenta semanas y media en Brighton es una historia de amor y desamores (Julia, Anne, Joana, Carmen), de supervivencia, de confianza en la propia vida. Es una historia de optimismo, que demuestra que uno puede vivir varias vidas. Y un thriller -un género que me interesa mucho porque te permite un juego inteligente con el lector- , que va a acabar en un cúmulo de desenlaces inesperados, con dos historias que terminan por unirse en un círculo. Constituye también la historia de una familia y de unos jóvenes, protagonistas, a la vez que testigos, de una época.
Su protagonista, Benjamín, escribe también sobre su vida, sobre su compromiso político en la segunda mitad de los cincuenta en Bilbao, sobre el origen de ETA...
-Así es; pero en mi novela no hay juicios. A las presentaciones han acudido familiares de Txabi y José Antonio Etxebarrieta, que aparecen en mi libro. Sin estos hermanos, no se entiende el origen de ETA. Un día, hablando con una persona, pregunté qué había aprendido en los últimos años. Me dijo que a dejar terminar hablar a los demás. Y esa idea me gusta. He contado las cosas y me he callado para que los lectores se hagan su propia opinión. Es como si hubiera dicho: ‘Voy a tratar de entenderte bien y no voy a demostrar tu propia contradicción, porque contradicciones tenemos todos’. Tiene que haber una especie, no voy a decir de encuentro, que me parece excesivo, pero sí de intento de vivir en paz y la paz no significa tampoco que estemos de acuerdo. No tenemos por qué. Hay paz cuando uno está en paz.
Su personaje necesitaba tiempo para escribir y distancia. ¿A Eugenio Ibarzabal le ha pasado lo mismo?
-Mi protagonista va a Brighton y no sabe lo que va a hacer. Escribe como entretenimiento, como desahogo y porque tiene tiempo para hacerlo. Y, en mi caso, si hace años no me hubiera comprado tiempo, este libro no hubiera podido salir, porque esta novela me ha llevado tres años, dos de investigación y uno, escribirlo. Leí en una ocasión que no había que preocuparse si nos encontrábamos pensando en nada porque en realidad estás atrapando y visualizando cosas, que poco a poco van a ir tomando cuerpo. He pasado muchas horas así.
¿Y por qué Brighton?
-El escenario es importante en una novela y pensé que no había motivo de inventarme uno cuando había uno, como Brighton, que lo conocía muy bien. He estado muchas veces ahí, mi familia vive muy cerca. Y, al fin y al cabo, al protagonista lo tenía que sacar fuera de Bilbao; lo podía llevar a cualquier sitio, ¿por qué no a Brighton? Esta ciudad de la costa británica, además de tener una gran connotación de libertad, es el sitio donde muchas personas han rehecho sus vidas, gente que ha sufrido, que ha trabajado mucho, que lleva una vida muy estresada... Me parecía que era un escenario bueno para mi protagonista, y a la vez, me permitía contar cosas de esta ciudad, que me interesaba relatar.
Un día su hijo, al preguntarle por el pasado, le dijo: “No me cuentes opiniones, porque opiniones tenemos todos. Cuéntame vidas y yo luego sacaré mis propias opiniones”. ¿Ha sido su intención escribir este libro pensando en las nuevas generaciones?
-Algo hay también de esto. Es una especie de humilde legado. Tenemos que contar lo que nos ha pasado, lo bueno y lo malo. Es algo como decir: yo lo he visto así, haz con ello lo que te dé la gana. Saca tu propia opinión.
¿Existe desconocimiento entre los jóvenes sobre esta parte de la historia de Euskadi? ¿De que, por ejemplo, en los años 50 el gobierno franquista multaba por gamberrismo simplemente por llevar corbatas de colores que pudieran recordar a la ikurriña?
-O que eran encarcelados por tocar el txistu en un bar. Pero, lo quiero decir con claridad: tampoco tienen obligación de saberlo, porque los que tenemos una cierta edad tampoco sabemos mucho de la gente joven. Pero, al menos, hay que hacer lo posible para que nos podamos conocer. En ese sentido, tenemos obligaciones mutuamente y más aún en este país en el que, en mi opinión, tenemos un grave problema de comunicación. En realidad, matizo, dos. Somos muy soberbios, todo lo tenemos que empezar nosotros mismos, partiendo de cero, y por otra parte, no sabemos comunicarnos bien. Si se mezclan las dos cosas, el problema es letal. Forma parte de nuestra identidad, no sé si somos mejores o peores que otros. Sabiendo eso, hagamos el esfuerzo. Es muy duro, generación tras generación, empezar de cero. Solo con pensarlo me cansa. Pero tenemos que ayudarnos mutuamente, contar lo que ha pasado, lo bueno y lo malo, y retirarnos humildemente. Yo ya he cumplido, con este libro, tengo esa sensación.
Han sido dos años de investigación. ¿Muchas entrevistas, muchos testimonios de esta época difícil para Euskadi?
-Así es, pero yo me he limitado a preguntar, me he callado, y como he dado confianza y han visto que tenía buena intención, me han confesado cosas que no han contado nunca.
De esta parte de la historia vasca se ha escrito muy poco... ¿Era necesario tomar distancia, que pasara tiempo?
-El tiempo es importantísimo. Creo que va a haber más y más memorias, va a haber más gente que va a contar cosas; lo ideal es que todos podamos aprender y que decidamos que de algunas cosas, nunca más.
Insiste en que no se trata de una novela autobiográfica. Pero, ¿cuánto hay de Eugenio Ibarzabal en la historia?
No es autobiográfica en el sentido de que no coincide para empezar con la edad de mi protagonista, él es diez años mayor, ni soy bilbaíno como él, aunque lógicamente he aprovechado también para introducir cosas mías que conozco. Pero, me pregunto, ¿qué es autobiográfico? Parece que es exclusivamente lo vivido, pero si lo has leído, si lo has escuchado, si lo has deseado, si lo has imaginado... Al final no se distingue si te ha pasado o no.
Relata que hubo un proyecto de ‘secuestrar’ a María Callas en Bilbao con su consentimiento para que a su liberación denunciara públicamente la represión del pueblo vasco por la dictadura franquista. ¿Ficción o realidad?
Hay gente que puede decir que incluso se consultó con ella y la Callas estaba de acuerdo. La verdad es que la persona que lo plantea pudo tener relación con ella cuando vino a Bilbao. Pero, la respuesta no se hizo esperar y se descartó desde el primer momento.
¿Y el origen de ETA? ¿Es tal como lo cuenta?
-Es así, evidentemente habrá detalles que se pueden mejorar, completar, pero lo fundamental es así. Benja, mi protagonista, lo cuenta no con la perspectiva de hoy sino con la del testigo ingenuo que ve nacer otro mundo. Para empezar hay un grupo de gente muy joven, de familias muy bien de Bilbao, de alta formación, ingenieros la mayoría, pero de alguna manera, yo diría con una cierta soberbia intelectual, que creen en un protagonismo que quizás los demás no les van a dar. Piensan , de algún modo, que esto no va a ningún sitio, que pueden dar la vuelta a la situación. Hay una necesidad de culpar, de buscar un enemigo interior, de pensar que la situación no es tan mala ni tan triste, sino que no lo han hecho bien. Quieren empezar de cero: ‘No me cuentes tu vida, si lo hiciéramos de otra manera...”, se revuelven. La etapa 58 y 68 es fundamental, todo está explicado ahí, y luego no se hace más que repetir y repetir la misma historia, porque les sigue otra generación que les pone las mismas pegas que ellos a su vez habían puesto a la anterior: ‘Es que no lo habéis hecho bien, si empezáramos de nuevo, si lo hiciéramos de otra manera...”. Y eso lleva a un radicalismo mayor.
En estos momentos, en Euskadi sabemos que algo se ha acabado, pero, ¿ahora qué comienza?
-Sinceramente, lo que nos espera son largos años de una situación totalmente diferente. Si nos dedicamos a trabajar, mejorar lo que tenemos, nos esperan historias maravillosas. No vamos a volver atrás. Nunca más.