De un segundo a treinta minutos. Ese es el tiempo que tienen los cortometrajes para hacernos sentir, suspirar y vivir una historia. Al igual que en los cinco ediciones anteriores, este año las obras audiovisuales también se han colado en la Durangoko Azoka con títulos como Garai Berriak, Arconada o Soroa. Durante toda la mañana, en la sección Irudienea, se hizo un repaso de trece de los últimos proyectos cinematográficos de corta duración realizados por directores vascos.

“Surrealista”. Así definió Asier Altuna, el consagrado director de cortos bergarés, el nuevo trabajo que presentó en Irudienea: Soroa. “Conseguí una idea muy potente de un poema de Jorge Oteiza y a raíz de ahí he sacado una pequeña historia en imágenes”, explica. En cierto modo, lo considera una especie de proyecto experimental. “Trata sobre el dramatismo de la naturaleza, sobre los cambios y la tensión que producen”.

En cuanto a su perfil de cortometraje, Altuna comenta que los prefiere “cortos, directos y experimentales”. “Lo que más me gusta de ellos es que son mucho más libres que los largometrajes”. Sin rigidez de formato o dependencia de factores económicos. “Son ideales para practicar cine experimental”.

Pero además de cortometrajes, Altuna también se ha atrevido con obras más largas, como Aupa Etxebeste, la cual codirigió junto a Telmo Esnal, o Bertsolari. “Son dos mundos diferentes”, asegura. Según él, la gran diferencia entre ellos, además de la duración, es la barrera existente entre lo profesional y lo amateur. “Yo soy ambos al mismo tiempo: vivo del cine desde hace diez años, pero los cortos no dan ni para comer a día de hoy”. Esto, en su opinión, es lo que lleva a muchos a menospreciar estas obras audiovisuales de menor duración. “En la industria de la gran pantalla los cortos todavía no tienen cabida, por desgracia”.

Pese a todo, los cortometrajes también tienen su circuito, aunque “muy limitado”: sus únicas plataformas son canales como ETB, festivales de cine y Kimuak, la selección anual de cortometrajes realizados en Euskadi. “El dinero sale de los premios o de las subvenciones, si es que las hay”, informa Altuna. Sin embargo, opina que ello tampoco frenará el arte del cortometraje. “Incluso sin muchos recursos se puede hacer una buena historias si tienes un buen guión y un mejor equipo de producción”. Aunque algo está claro: “Cada historia es un reto”.

Del maestro al principiante Jose Cruz Gurrutxaga fue otro de los directores que se pasó ayer por Irudienea. En su caso, para presentar su primera obra: Eta orain zer egingo dugu? “Es un corto muy breve que versa sobre la igualdad y la desigualdad con respecto a la gente físicamente limitada”.

Orgulloso de su trabajo, se muestra satisfecho por poder presentar su corto al lado de directores como Altuna, a quien considera uno de los precursores del resurgimiento del cine vasco con la película Aupa Etxebeste. “Gracias a esta obra se ha vuelto a recuperar esa dinámica de crear buenos trabajos en euskera”.

Trabajar, estudiar y mejorar. “Haciendo se aprende y con esfuerzo se progresa”. Considera que mantener el euskera es importante y no ve la pega de introducirlo en el cine. “Mientras que los actores sepan hablar bien el idioma no hay problema”. Aun así, sobre todo, remarcaría un buen guión como la clave para conseguir un buen cortometraje.

‘Sagarra jo, motherfuckers’ Otra de las obras que también se presentó fue Sagarrak Bildu, un corto dirigido por Iban Rusiñol, que hace de reportaje introductorio del documental que saldrá el año que viene: Sagarra Jo. Su trama no es otra que la historia de Madonna y Kalakan, un grupo musical euskaldun al que la cantautora estadounidense llevó de gira tras quedarse encandilada con su música.

“La película servirá para cristalizar el orgullo que tenemos los vascos de ser eso precisamente: vascos”, bromea Rusiñol. Sin embargo, el director de Iparralde asegura que sus pretensiones van más allá. “No solo hablaremos de euskaldunes, sino también sobre cuestiones universales”.

Sagarra jo, motherfuckers. Así lo resumiría su cortometraje. “Es lo que gritaba Madonna en los conciertos cuando iba con Kalakan”, explica Rusiñol. En su opinión, este corto, así como su posterior documental, tendrán una buena acogida en todos los países. La única excepción: Francia. “Allí no les gustan las culturas minoritarias”.

Por lo demás, considera que hay interés por el cine vasco, algo que en gran medida se debe a la música euskaldun. “Ha ayudado mucho a darnos a conocer, porque cantamos en euskera”. Ello, explica, da un toque exótico a lo vasco.

“Antes hacer cine en euskera era un hecho politizado, pero eso ha cambiado”, opina María Elorza, directora del corto Nirekin eraman nahiko nuken jende hori. Más natural, así es como describe el hecho de producir cine en euskera a día de hoy. “Al fin y al cabo, el cine no es más que otra manera de vivir nuestro idioma”, asegura Paul Bilbao, secretario general del Consejo de los Organismo Sociales del Euskera.

La mañana fue de los cortos, pero a la tarde los largometrajes se convirtieron en los protagonistas de Irudienea. Martina eta Tarzan, Bide berriak y Loreak fueron las tres películas que se expusieron en la gran pantalla. Sin duda, para aquellos que se acercaron a la tercera jornada de la Azoka, ayer fue un día de cine.