Dicen que el buen arte no es útil. Dicen que es un fin en sí mismo: ars gratia artis. Esto es: el arte por el arte. Entonces, si practicamos un asesinato sin un fin determinado, si no hay motivaciones políticas, religiosas, económicas? ¿matar se convierte en arte? ¿Acaso algo que nos causa rechazo moral puede ser arte? Desde luego no es lo mismo producir una película de asesinatos o pergeñar una pintura al estilo Los fusilamientos del 3 de mayo que trinchar a alguien en vivo y en directo por razones estéticas. Ya en 1827 el literato Thomas de Quincey hablaba del homicidio como arte en su obra El crimen como hecho estético, describiendo una sociedad que estudia el asesinato desde un punto de vista estético, en la que “el asesino deviene en una especie de artista performativo cuya obra se basa no en la creación, sino en la posesión y aniquilación del cuerpo del otro”. En ese sentido el surrealista André Bretón manifestaba: “el acto surrealista más simple consiste en salir a la calle con un revólver en cada mano y, a ciegas, disparar cuanto se pueda contra la multitud”.
Y ayer se presentaba en la librería Zuloa una nueva novela gráfica guionizada por Antonio Altarriba y dibujada por Keko: Yo, asesino. Nueva en España, porque -dicho sea de paso- esta obra se ha editado hace unos meses en Francia. Al respecto, Antonio declarada en un medio de comunicación: “Esto es consecuencia de lo que está ocurriendo en nuestro panorama cultural. En estos momentos la industria editorial se resiente mucho en España. (?) Es una situación tan tremenda, tan precaria y tan insegura, que de una manera o de otra he tenido que emigrar. Yo sigo viviendo en Vitoria, Keko sigue viviendo en Madrid, pero ahora en estos momentos estamos trabajando para una editorial francesa. Es un gran grupo que nos da la proyección que necesitamos. Yo lo siento mucho, porque yo he sido uno de los primeros que ha estado predicando que hay reforzar el sector propio y a partir de las exportaciones sustentar mejor una industria que por lo menos desde el punto de vista de los autores es prometedora. Pero visto lo visto no nos ha quedado otro remedio, simplemente si queremos poder seguir trabajando, porque aunque sea poquito, necesitamos comer, es así de sencillo.”
Pero olvidémonos de los asesinos de la cultura y centrémonos en la novela gráfica: Enrique Rodríguez, el protagonista de la novela gráfica, es profesor de Historia del Arte en la UPV y dirige un grupo de investigación sobre “el dolor y el tormento en la pintura occidental”. Y es un asesino. “Yo mato poco”, dice Enrique: “Uno o dos delitos por año.”
Yo, asesino nos incita a especular sobre por qué entendemos el asesinato cuando existen razones políticas, incluso económicas y en cambio lo perseguimos, lo rechazamos cuando no existe una razón detrás. Una vez más el premio nacional de cómic Antonio Altarriba nos ofrece un cómic, una novela gráfica, para un lector adulto y reflexivo.