parís - Pasea por las calles de París como quien vuelve al vientre de su madre, de su madre artística, sabedor de que fue en la capital francesa donde “empezó todo” y donde Paco Ibáñez regresa para comenzar a revivir sus Vivencias, un proyecto cultural, musical y de memoria del trovador de la guitarra que cumple 50 años de su primer disco.
El Teatro de los Campos Elíseos, “el lugar culminante del arte de París”, será mañana el escenario del primero de los cuatro conciertos que le llevarán luego a la Maestranza de Sevilla (20 de noviembre, el día de su 80 cumpleaños), al Nacional de Barcelona (25 de noviembre) y el Victoria Eugenia de San Sebastián (10 de diciembre). “Son cuatro ciudades que son como mis cuatro almas. Cuatro almas cargadas de futuro”, afirma el cantautor, orgulloso de que en este proyecto encuentre “todos los lugares en los que uno ha vivido y que se han instalado en uno”.
“El corazón se alegra más cuantas más almas tiene”, añade sonriente Paco Ibáñez, enamorado de Francia pero crítico con el país que le acogió. “Este país le ha dado al mundo la libertad, la igualdad y la fraternidad. Pero se olvidó de añadir la diversidad”, afirma el trovador, orgulloso de que España haya mantenido vivas varias lenguas mientras que Francia “las sacrificó en nombre de un idioma único”.
De lenguas habla locuaz, orgulloso. “He cantado en euskera, catalán, castellano, gallego, francés, italiano, hebreo, provenzal”, enumera. “Todas las he vivido. No puedo cantar en una lengua que no he vivido, yo no hago corta y pega”, asegura para justificar que en su nómina falten el bretón o el corso. “Las lenguas también son vivencias”, asegura, resuelto a mirar al pasado de sus 60 años en los escenarios, 50 desde que editó su primer disco, aquel dedicado a Góngora y a Lorca, ilustrado por Dalí.
A punto de abrir el octavo decenio de su vida, presume de que “España haya mantenido viva la llama de la identidad” de cada uno de sus pueblos.
El primer concierto de Vivencias lo dará en París un día después del 9-N catalán que vive como “una tergiversación”. “Los catalanes tienen derecho a decidir los calcetines que se quieren poner. ¿Quién es quién para decirles cómo tienen que vestir? Es un salvajismo impedir a un pueblo elegir su destino. Si una Constitución es antidemocrática hay que cambiar de Constitución”, afirma.
Pero pronto vuelve a la música, a su concierto del lunes, a su “sueño” cumplido de cantar en el Campos Elíseos, que en su boca resuena como una meta, él que llegó al Olympia en su juventud, “el Olimpo”, pero que nunca había pensado subir otro escalón. Recuerda que acompañaba a su padre -“creo que era en el año 55”, apunta- a entregar a ese teatro las castañuelas que fabricaban para las compañías que actuaban allí. “Ahora voy a entregarme yo ¿Quién me iba a decir que iba a cantar en el Champs Élysées?”, se asombra en ese “frañol”, español mezclado con francés del que se siente tan orgulloso.
No teme a un escenario al que nunca antes ha subido, ni a una ciudad que siente como suya. “A París nunca vuelvo porque nunca me he ido. Es una ciudad fantástica. La quieren superar pero no pueden. Basta con darse una vuelta para darse cuenta de que es un centro creativo de nivel mundial. Pero no hay que tomarla con superficialidad, no hay que ir a Disneyland”, dice.
Aquí llegó en 1951, “todavía como un paleto de caserío”, con los ojos abiertos y con ganas de aprenderlo todo. “Era un analfabeto total y aquí aprendí todo lo que sé”, señala. En el camino quedaron tantas “vivencias” que ahora, cuando se adentra en los 80, quiere rescatar de la memoria como tantas veces lo hizo con los versos de los grandes poetas que le han acompañado en su carrera.