La caída del muro de Berlín, hace ahora 25 años, y la reunificación alemana han sido abordadas por tantas novelas -desde Es cuento largo (1995) de Günter Grass hasta Kruso (2014) de Lutz Seiler- que han terminado por formar un subgénero literario.
Ese subgénero no se limita estrictamente al proceso de la reunificación, impulsado el 9 de noviembre de 1989 con la caída del muro, sino que esas novelas son una especie de necrología de la RDA.
Algunas están escritas en clave satírica, como Héroes como nosotros (1995) o Avenida del Sol de Thomas Brussig, y otras en tono algo elegíaco, como En tiempos de la luz menguante (2013) de Eugen Ruge, quien no lamenta la desaparición de la RDA, pero sí todos los esfuerzos y los sueños que se perdieron en ese experimento fallido.
Otras, como es el caso de las dos novelas de Ingo Schulze que abordan el tema -Nuevas vidas (2005) y Adam y Evelyn (2008)- se concentran en las dificultades que tienen algunos personajes para reencontrarse consigo mismos en una nueva realidad.
En todo caso, las novelas coinciden en el intento de construir una especie de contradiscurso al oficial de la reunificación, relativizando el júbilo de 1989 y 1990.
Ese deseo es especialmente claro en Grass, cuya novela apareció en momentos en que en el este del país la euforia había dado paso a cierta desilusión debido al aumento del desempleo y a lo que muchos sentían como una pérdida de identidad.
En el momento de su aparición Es cuento largo fue un escándalo político y hubo incluso quienes acusaron a Grass de idealizar la RDA, de disculpar las prácticas criminales de la temida Stasi y hasta de incitar a la violencia contra el nuevo orden político.
La dimensión política de la novela hizo que en parte se perdieran de vista aspectos meramente literarios, como el que toda la novela esté montada en torno a una parodia sobre un personaje que se cree la resurrección del novelista decimonónico Theodor Fontane.
De todos modos, el libro de Grass inauguró el subgénero que luego sería seguido por otros desde perspectivas no tan claramente políticas.
Diez años después de Es cuento largo, Schulze publicaría Nuevas vidas, una obra epistolar que fue considerada por la crítica como la novela sobre la reunificación tanto tiempo esperada.
Nuevas vidas, como posteriormente Adam y Evelyn, es en parte una crónica de la desilusión. El paraíso con el que se soñaba, el oeste, es presentado como un paraíso perdido, en la medida en que ya no se puede soñar y se ha confundido con los problemas de la realidad.
Schulze, escritor nacido en Dresde, considerado por muchos como el novelista por excelencia de la reunificación y publicado en España por Destino, ha dicho sin embargo que la verdadera novela sobre ese proceso histórico debería ser escrita por alguien del oeste, que mostrará como ha cambiado la antigua República Federal de Alemania desde 1989.
Ese libro imaginado por Schulze, que debería ilustrar el desmantelamiento del estado de bienestar tras la desaparición de la amenaza comunista, no ha sido escrita todavía.
En cambio, si ha habido novelas que rememoran prácticamente toda la historia de la RDA, como En tiempos de la luz menguante, de Rüge, centrada en los sueños y las decepciones de una familia comunista alemana que sigue fiel al régimen, pese a que uno de sus hijos fue víctima de las purgas estalinistas, de lo que nunca se habla.
Uno de los personajes centrales, un historiador, solo se atreve a ajustar cuentas con el régimen después de la desaparición de la RDA.
Uwe Tellkamp, por su parte, narra en La torre (2012) -una novela de más de mil páginas publicada en España por Anagrama- la historia de una familia de Dresde que, en los últimos doce años de la RDA, vive en una especie de exilio interior.
Kruso, de Lutz Seiler, que acaba de ganar el premio a la mejor novela alemana del año, es el último ejemplo destacado del subgénero. El tema central allí es la búsqueda de la libertad y la idea de esa libertad un poco al margen de la represión concreta que se vivía en el régimen comunista.
Allí, sin embargo, la búsqueda individual del personaje central, que se refugia en una isla justo en 1989, termina contrastándose con la sensación de liberación colectiva que hubo con la caída del muro el 9 de noviembre de ese año.