los responsables del programa de telerrealidad Gran Hermano lo tienen claro a la hora de cortar, zanjar y no emitir secuencias en las que pueden verse vulnerados derechos fundamentales de las personas por actitudes o comportamientos irresponsables, evitables y rechazables por el común social. Sabedores de la trascendencia del programa y del consumo mayoritario de jóvenes seguidores/as, evitan a toda costa escenas que puedan rozar violencia de género, manifestaciones agresivas y momentos escabrosos por malas relaciones entre concursantes. Gran Hermano vigila para que el programa no se convierta en escuela de malos modos, torpes discursos y patosas expresiones que empañen el correcto desarrollo de un programa millonario en audiencia y que no debe verse como un mal referente, ni ejemplo para la educación y respeto convivencial y sujetar a los potros embravecidos para que la cosa no se desmande y la casa circule por carriles de buen entendimiento y normalidad. El incidente entre dos concursantes, enzarzados en una dialéctica de palabras que afortunadamente no llegó a más, es el último ejemplo de conductas a perseguir, cuando se pasa de las palabras a los malos hechos. La dirección interviene para poner a cada uno en su sitio y muestra la amenazante tarjeta roja de la inmediata expulsión. Situación que no llegó a producirse pero hizo intervenir a los responsables que les recordaron que violencia ante las cámaras, nada de nada. La iracunda y áspera discusión se frenó en seco, al borde del precipicio y que los gallitos tuvieron que retirarse con paso previo por el confesionario donde les advirtieron de la posible muerte súbita concursal. Dos machos alfa defendiendo sus posiciones e incrementado el calor de la discusión es situación mediática que T5 no debe consentir y así lo hizo, cortando de raíz el asunto.
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