no hay manera de enderezar el rumbo de la mayor empresa de comunicación del país, que vuelve a estar lastrada con gigantesca deuda que dificulta la compra de productos para competir en el mercado de la audiencia, donde Tele 5 y Antena 3 se llevan la parte del león y dejan a TVE en una situación de ansiedad y falta de definición de objetivos que ha llevado a su dimisión al último presidente de la corporación pública. Lo que en la época del extinto Gobierno zapaterista parecía resuelto al dotar al Ente de una seguridad financiera, eliminando la publicidad y creando una dinámica de respeto a los derechos profesionales de los trabajadores con amplios márgenes de libertad y oficio, se ha venido abajo con los manejos, disputas y peleas dentro del Partido Popular con ministerios enfrentados sobre el modelo de tele pública, que todos ven necesaria pero no se acaban de aclarar ni en los dineros, ni en el diseño empresarial que debe atender a los intereses ciudadanos, no a manejos partidistas. La falla de ingresos pone en cuestión la decisión de eliminar la publi y obliga a una reflexión sobre el concepto de competencia, legitimidad de ciertos programas y gigantismo de una empresa compleja, diversa y sometida a presiones manipuladoras asfixiantes. Una vez más TVE ante la picota, objeto de escándalo y campo de batalla política. Una vez más se hace indispensable recurrir al famoso dictamen de sabios que marcaba el rumbo y que quedó dormido en un oscuro cajón. Lo que debe hacer TVE y dónde debe competir ya quedó establecido, sólo falta voluntad política de aplicar lo acordado y dejar de usarla como patio de Monipodio, cortijo verbenero, instrumento de poder, hoy tuyo y mañana mío. Ahogada por deudas, disminuida en ingresos de privadas y telecos, la tele del Piruli se enfrenta a su enésima crisis con el horizonte en negro. Sin remedio.