La tranquilidad de la pequeña localidad ayalesa de Maroño lleva algo alterada desde que, en el verano de 2012, comenzaron todos los trabajos de preproducción del largometraje Baile en el sindicato, del cual se ha convertido en un plató de fin de semana que ha hecho retroceder a los lugareños al crudo invierno de 1936-1937, cuando el lugar fue testigo de verdaderos combates durante la Guerra Civil española.
No en vano, se trata de un proyecto de la productora Incromedia y la Asociación Sancho de Beurko que, bajo la dirección del asturiano Fran Longoria y con guión del gallego Sergio Balchada, está dando forma a una película dramática de género bélico ambientada en la citada contienda y, más concretamente, en el frente vizcaíno-alavés, entre el Valle de Ayala y la ciudad de Orduña que, "si todo va como hasta ahora, terminaremos de rodar en enero, ya que solo nos quedan paisajes de enlace", apunta Balchada que calcula que podrá presentarse el próximo verano, "teniendo en cuenta que toda la labor de montaje nos llevará hasta mayo o junio".
El film se centra en un batallón de milicianos de la CNT procedentes de Bilbao, que ocupan esta aldea cercana a la línea del frente, con el objetivo de reforzar las defensas ante el inminente avance de las columnas de requetés, soldados carlistas de compañías alavesas adeptos a la causa de los sublevados. Entre ellos se encuentran las jóvenes milicianas anarquistas Santa (protagonizada por Xandra García) y Alicia (Estíbaliz Orbe), que entablará una estrecha relación con Rosarito (Cintia León), una chica del pueblo, que intentará sobrevivir a una guerra que cambiará su forma de vida para siempre.
Las primeras escenas se rodaron el 18 de enero, y en uno de los planos un grupo de milicianos que se encuentran en labores de patrulla se disponen a inspeccionar unos caseríos. Con todo, las jornadas de trabajo más complicadas tuvieron lugar en febrero y marzo cuando se rodaron escaramuzas, tiroteos y columnas de avance con largas filas de milicianos, junto con dos burros que transportaban armas, municiones y comida, caminando hacia el frente. "La escena con los requetés en los que se recreó una pequeña batalla tuvo su complicación, pero lo difícil de verdad son los días como hoy que grabamos con mucha gente", subraya el guionista a DNA, en el difícil plano secuencia que sacaron adelante, el pasado domingo, en la plaza del barrio Ulizar de Maroño.
extranjeros Entre ellos también se encontraba el actor Damián Portka que da vida al corresponsal gráfico Jaroslaw. De hecho, "la prensa extranjera se vio atraída por esta contienda fratricida que llegaron a definir como La última guerra romántica, y numerosos periodistas y fotógrafos de prácticamente todo el mundo, como el mismísimo Robert Capa, se desplazaron hasta la península para tomar testimonio de la guerra, las personas y sus costumbres, y Euskadi no fue una excepción, que también hemos querido reflejar en este proyecto", subraya Balchada.
En Baile en el sindicato también se recrea la vida cotidiana de las milicias en el frente, las horas de asueto entre combates, guardias y patrullas. Momentos en los que pretenden desterrar de sus pensamientos la sangre y la pólvora, y volver a convertirse en las personas que dejaron en el hogar gracias a unos instantes de risas con los camaradas de armas. Para estas escenas, una de las localizaciones clave ha sido la ermita de Etxaurren en el vecino pueblo de Menoio que "como la iglesia de Maroño fue puesto de observación de las tropas vascas leales a la república", explica el guionista que también interpreta al miliciano El gallego en el largometraje.
No en vano, todo el elenco de actores y actrices que toman parte en el film, así como figurantes y extras, "somos voluntarios que nos presentamos al casting, simple y llanamente, porque nos gusta actuar", apunta el veterano actor Javi Alaiza que, como sus compañeros de reparto, "tiene mucho callo y se nota, porque vienen del mundo del teatro y la televisión, o del entorno de la productora", matiza Josu Aguirregabiria, presidente de la Asociación Sancho Beurko.
Elenco variopinto Así, junto a vecinos de la comarca como el amurrioarra Alfredo que da vida al cura o Markel, un bebé hijo del guionista y el miembro más joven del equipo, se encuentran estos días por Maroño los actores y actrices Mertxe Hernández, Estibaliz Orbe, Xandra García, Samuel Gibert, Javier Cortés, Javier Alaiza, Cintia León, Nerea Aldazabal, Sandra Bermejo o Ramón Moro, muchos de los cuales son miembros de compañías teatrales tales como Pánico Escénico, Beso Teatro, Elikón o Guatxalamen.
Poniendo orden a todos ellos y detrás de la cámara está Fran Longoria. Se trata de un joven director asturiano que tras varios cortometrajes ambientados en la Guerra Civil como Matar o morir, El último día del Cinturón de Hierro, Libremente, Con el Cuerpo Disciplinario en Ubidea o Lluvia de plomo, afronta su ópera prima con ilusión. "Es una experiencia más complicada de lo que estoy acostumbrado a hacer, pero al final no deja de ser un cortometraje de 90 minutos de duración, y como no tenemos la presión del tiempo, todo está yendo rodado y con tranquilidad", apunta, al tiempo que quiere dar las gracias "a todos los actores voluntarios y a la asociación Sancho de Beurko por su implicación en mi primer largometraje".
No en vano, el grupo de recreación histórica de esta última es el que ha aportado todo el vestuario y armamento para que esta ficción se ajuste a los hechos históricos de 1936-1937, en los que -como cuenta Baile en el sindicato- también hubo combates y escaramuzas, pillajes y robo de ganado, e incluso historias de amor y muerte. En definitiva, una historia de gente corriente, de las muchas que oímos contar a nuestros mayores.