Berlín

Acaso es Richard Wagner un ser humano? ¿No es más bien una enfermedad?". La pregunta del filósofo Friedrich Nietzsche sigue abierta: la figura del genial músico alemán llega a su bicentenario como una de las más influyentes, incómodas, veneradas y detestadas en la historia de la cultura universal.

Revolucionario de la música, ególatra, megalómano y antisemita, Wagner (1813-1883) despierta pasiones más cercanas a lo religioso que a lo estético. Las descripciones de su música por parte de contemporáneos abundan en alusiones a delirio, posesión y éxtasis. En Alemania se habla hoy de la droga Wagner. "Wagner polariza, antes y ahora. En su día, por su postura estética y su vocación de poder. Ahora, casi exclusivamente como consecuencia de su antisemitismo. La moral ocupó el lugar de la estética", resume el experto Egon Voss en una de las tantas biografías publicadas con motivo del bicentenario.

Pero, ¿quién fue en realidad Richard Wagner? Nacido el 22 de mayo de 1813 en Leipzig como noveno hijo de una familia burguesa, Wagner llevó una vida tan convulsa como la de los personajes de sus óperas, salpicada de amores tortuosos, la constante fuga -literal- de sus acreedores, años de exilio forzado y vertiginosos bandazos entre el hambre y la gloria.

Después de que sus primeras obras pasaran desapercibidas y de vagar por Dresde, Magdeburgo, Riga, París o Zúrich, comenzó por fin a triunfar con Rienzi (1842) y sobre todo con El holandés errante (1843) y Tannhäuser (1845), las dos primeras óperas ya típicamente wagnerianas. Lohengrin (1850) asentó esa fama.

La suerte de Wagner cambió definitivamente en 1864, cuando Luis II asumió el trono de Baviera. El joven rey, un excéntrico melómano de 18 años que admiraba al músico, lo invitó a Múnich, pagó sus múltiples deudas y organizó el estreno de obras como Tristán e Isolda (1865) y Los maestros cantores de Núremberg (1868).

Escándalos La vida del músico dio un giro también personal cuando conoció a Cosima von Bülow, 24 años menor, hija de Franz Liszt y mujer del pianista y director Hans von Bülow, dos buenos amigos de Wagner. Tras un largo romance que escandalizó a Múnich, Wagner se casó por fin con Cosima en 1870, después de que muriera su primera esposa, la actriz Minna Planer. Siguieron juntos hasta la muerte de él y tuvieron tres hijos.

Wagner dedicó 25 años a su monumental tetralogía El anillo del Nibelungo, cerca de 16 horas de música que llevan a la perfección su idea de la Gesamtkunstwerk (obra de arte total), unión armónica de drama, música y artes visuales. El ciclo completo se estrenó en 1876, en la ciudad bávara de Bayreuth, donde el músico había construido el teatro que hasta hoy sigue celebrando cada año el mayor festival wagneriano del mundo.

Wagner murió el 13 de febrero de 1883, en Venecia, un año después de concluir su última ópera, Parsifal. Antisemita, como muchos alemanes de su época, publicó el agresivo panfleto El judaísmo en la música (1850), donde defiende que los judíos no pueden hacer música. Su última línea es tristemente famosa: "Sólo hay un medio para conjurar su eterna maldición: la redención de Ashaverus, el exterminio".

Su odio a los judíos y sus temas de la mitología germana enamoraron a muchos nazis y lo convirtieron en preferido de Adolf Hitler, frecuente huésped en el festival de Bayreuth. Muchos descendientes de Wagner fueron nazis y su nuera Winifred profesó una ferviente lealtad al Führer incluso después de 1945.

La larga sombra del nazismo y el tono épico de algunos fragmentos de Wagner deformaron con el tiempo la imagen de un compositor esencialmente romántico, cuya obra se caracteriza, ante todo, por una sensualidad sin par en la historia de la música. "Sentí el orgullo y el placer de entender, de dejarme invadir, penetrar, una voluptuosidad realmente sensual", le escribió el poeta francés Charles Baudelaire tras asistir al estreno de Tannhäuser, en París. Las metáforas eróticas de fusión, clímax y disolución son comunes en sus admiradores contemporáneos.

Nada fue igual después de Wagner. Conceptos como los de obra de arte total, melodía infinita o música del futuro refundaron la ópera y las artes escénicas, transformaron la armonía occidental y anticiparon un ámbito que afecta incluso a quien no haya escuchado jamás su obra: las bandas sonoras de Hollywood.

De Leipzig a Venecia, de Buenos Aires a Shanghai, de Nueva York a Melbourne, el mundo celebra este 2013 a Wagner con una catarata de conciertos, conferencias y publicaciones que exploran todas sus facetas y que tuvieron su punto culmen el pasado 22 de mayo, día del bicentenario de su nacimiento, cuando el respetado director wagneriano Christian Thielemann dirija un concierto de cumpleaños en Bayreuth. Nietzsche, estrecho amigo de Wagner en la década de 1870, calificó su posterior distanciamiento del músico como "una experiencia de curación". El bicentenario muestra que, a diferencia del filósofo, en 2013 el mundo entero sigue siendo adicto a Richard Wagner.