Donostia. Aitor y Amaia Merino son los artífices de este trabajo que saben que recibirá algunas críticas furibundas por parte de algunos sectores. "Hay quien nos dice que hemos sido valientes, y yo les digo que más bien hemos sido ingenuos", comenta el actor, que, sin embargo, recibirá mejor los ataques si estos sirven para abrir un debate sobre el conflicto vasco. Precisamente, el tabú y el silencio son dos de los elementos que ha querido superar con este trabajo en el que intenta explicar a sus amigos de Madrid -y a todo el mundo en general- quién es su amigo de la infancia.

¿Cómo está viviendo los días previos al estreno en Donostia?

Pues con una mezcla de nervios, ganas, ilusión y responsabilidad.

Habla en plural.

La película está dirigida por mi hermana Amaia y por mí. Y aunque esté contada en primera persona y sea autobiográfica, Amaia y yo somos responsables de hasta la última coma. Ella ahora está en Ecuador.

De hecho, la vinculación de 'Asier eta biok' con Ecuador es grande.

Amaia vive en Ecuador desde hace casi 20 años y la primera fase del montaje se hizo allí. Tengo una relación muy especial con mi hermana y viajo con bastante asiduidad, así que decidimos presentar el proyecto al Consejo Nacional de Cine y ganamos un premio para la postproducción. Además, contamos con Cineática Films, una productora ecuatoriana.

¿Qué otra gente está detrás de esta película?

En la coproducción también está Doxa Producciones, con Ainhoa Andraka, que es el otro puntal de Asier eta biok junto con Amaia y conmigo. Además, durante este tiempo hemos ido ganando algunos premios. Participamos en la sección Cine en construcción del Festival de Guadalajara (México) y nos dieron cuatro premios que nos han servido para terminar la película. Aparte, también ha estado la campaña de crowfunding. Ha sido estupendo saber que un montón de gente cree en tu proyecto no solo de palabra, sino que además pone dinero, y más tal y como están las cosas.

Han sido años de trabajo, ¿tiene ganas ya de despegarse de la película y que siga su propio camino?

La verdad es que todavía no. No tengo ganas de apartarme de la película, sino de compartirla con el público. Han sido tres años de un trabajo a veces agotador y ahora viene la parte buena, que es compartirla con el público, viajar por festivales y ver las reacciones que suscita.

¿Es ese el plan que tiene para después del Zinemaldia?

El plan es lanzarla por Internet, aunque todavía no puedo decir la plataforma. Y luego veremos si existe la posibilidad de estrenarla en salas, aunque creemos que sí.

¿Cuáles son sus expectativas o, mejor dicho, cómo le gustaría que fuera el público a ver este trabajo?

Bueno... Primero me gustaría que la gente fuera a verla. Creo que el público no tiene por qué ir predispuesto de ninguna manera, da igual si va con la mente abierta o no. Lo que más nos interesa, eso sí, es que vaya público de fuera de Euskal Herria.

¿Les interesa más esa perspectiva?

Especialmente. Nos encantaría que la película se viera en Valencia, en Soria, en Madrid, en Sevilla... Y que suscite un debate sobre un conflicto que, más que poco conocido, creemos que es mal conocido.

En ese sentido, tendrá claro que se va a recibir de una manera diferente dependiendo del lugar.

Sí. De la misma manera que en México o en Ecuador no lo van a entender igual que en Inglaterra. Sabemos que el público al que nos dirigimos especialmente es bastante susceptible y entendemos los sentimientos contradictorios que despierta el tema. De hecho, hemos hecho la película con eso muy presente, hemos huido del tono beligerante porque nuestra intención es establecer puentes de entendimiento.

Quizá hemos empezado por el tejado y no hemos recordado por qué se decidió emprender este proyecto, que, ante todo, presentan como una historia de amistad.

Es que sobre todo es una historia de amistad en un entorno de violencia y conflicto. La película surge a raíz de mi dificultad de hablar sobre el conflicto en Madrid, donde vivo desde hace ya mucho tiempo. Incluso denominarlo conflicto allí en muchas ocasiones ya se rechaza. Partiendo de esa base es muy difícil hacer entender qué es lo que ocurre en Euskal Herria o cuáles son las razones por las que Asier entró en ETA. Precisamente, una vez que él fue detenido y entró en la cárcel, yo sentí la necesidad de explicar a mis amigos de Madrid quién era ese otro amigo cuya simple mención despertaba una gran desconfianza y miradas llenas de preguntas que muchas veces ni se atrevían a formular. La película nació a partir de esa falta de comunicación y de ese tabú tan arraigado en el que las cosas han pasado a ser blancas o negras o conmigo o contra mí. Desde esa franja intermedia en la que yo habito, la película nace como necesidad de comunicar todo eso que a veces es muy difícil contar con palabras.

La película también contiene sus propias preguntas en torno a sus sentimientos y sus afectos hacia Asier.

Así es. Una de las cosas de las que Amaia y yo nos hemos dado cuenta es de que también nosotros estamos llenos de dudas y que, de alguna manera, no tener certeza de todo lo que nos ocurre con respecto a este tema es más interesante que darle al público unas respuestas cerradas. Hemos pensado que la mejor manera es compartir nuestras dudas para que el espectador se plantee sus propias cuestiones.

¿Y ha podido satisfacer esa necesidad personal que tenía cuando inició el proyecto?

Solo en parte. El tema del conflicto político es tan complejo y la amistad también tiene tantísimas aristas... Tratar de mostrar a una persona es muy difícil y siempre queda un cierto componente de frustración. Nos hemos dado cuenta de que en hora y media no se puede contar una amistad; hay cosas que no hay tiempo para que ocurran o que bien no ocurrieron delante de la cámara. A pesar de eso, estamos absolutamente satisfechos con la película. No hemos podido abarcar todo, nos hemos dedicado a hablar sobre mi amistad y a plantear una serie de cuestiones que debe responder el espectador si acaso puede.

¿Cómo se tomó Asier que quisiera hacer esta película con él?

Asier se lo encontró. El día que fue liberado de prisión yo estaba escondido detrás de un seto con una cámara y al principio ni me vio. En aquel momento ni yo mismo era consciente de que quería hacer una película para explicar a mis amigos quién era Asier. Fue a la hora de elaborar el guión cuando nos dimos cuenta de las razones que me habían llevado a grabar a Asier de esa manera. Después, los acontecimientos se fueron sucediendo y lo que pasa en la película es fruto del azar en gran medida. Asier se ha ido adaptando, ha seguido el proceso y nos ha permitido entrar en su intimidad de una manera muy generosa y valiente.

Les permite el acceso a momentos muy personales como la visita a la tumba de su padre, una cena de Nochebuena con su familia...

Eso no ha sido lo más difícil porque somos amigos; para mí la muestra de generosidad por su parte ha estado en compartir eso con el público. Que yo estuviera ahí no es nada del otro mundo, otra cosa es que yo lo grabase para una película que va a ver y, por tanto, criticar la gente. Además, no hemos hecho una película en la que ensalcemos la figura de Asier; de hecho, lo que se ve quizá sea el aspecto más difícil y más duro de su persona.

Después de verla queda claro que en absoluto es una hagiografía; es más, hay momentos en que él expresa su discurso y esto claramente puede provocar rechazo.

Lo sabemos todos, él el primero. Todos sabemos que ya el simple hecho de aparecer en un documental y mostrar tus ideas de manera pública tendrá una repercusión en su vida diaria y en la de su familia. De alguna manera, es poner nombre y apellidos a una persona que de otra manera sería anónima y parte de esa generosidad es la razón por la que quiero tanto a Asier.

¿Qué le ha parecido el resultado?

A él le gusta la película y aunque no comparte muchos de los puntos de vista que trasladamos, entiende que es un trabajo que hemos hecho Amaia y yo y los respeta, aunque a veces sean muy duros para él. Y se lo agradecemos de todo corazón.

En la película Aitor Merino está muy presente, incluso hablando a cámara en varios momentos, ¿por qué optó por este enfoque?

Cuando empecé a grabar no tenía claro qué quería. De alguna forma, sabía que podía disponer de un lugar privilegiado para desmontar una serie de mitos sobre el etarra malvado. Quería ahondar en la persona que es Asier, en el amigo que yo conozco más allá de su militancia. Y conforme grabábamos, lo que iba ocurriendo delante de la cámara me afectó. De hecho, hubo un momento en el que, sin quererlo, me convertí en el protagonista de mi historia. Las dudas que me generaba lo que veía de Asier provocaron que el foco cambiara hacia mí, y son esas dudas las que compartimos con el espectador. Al principio, la película ni siquiera se iba a titular Asier ETA biok (Asier Y yo), sino que iba a ser sobre Asier, pero finalmente terminó siendo una película sobre los dos.

En la película aparecen varios de esos amigos actores de Madrid, casos de Juan Diego Botto, Pilar Castro o Armando del Río, ¿cómo les involucró y qué respuesta obtuvo de ellos?

Fueron muy generosos, porque cualquier aparición en esta película no es fácil. De algún modo, si yo me muestro como amigo de un exmilitante de ETA, ellos se están mostrando como amigos de un amigo de un exmilitante. Y ese es un paso muy valiente por su parte. Lo hicieron por amistad y porque también entendían que hacía falta empezar a arañar ese tabú y romperlo.

A lo largo de la película se ha ido adaptando a las contingencias que se producían y que escapaban a su control. De hecho, termina con el anuncio de cese de la violencia.

Sí, todo lo que fue ocurriendo lo hemos aprovechado para contar nuestra historia. Al mismo tiempo, tengo que decir que el azar quiso que ocurrieran cosas importantes cuando estábamos grabando. Este momento esperanzador en el que ahora vivimos nos ayuda a que nos planteemos qué es lo que hace falta para que este conflicto se supere de una vez. Este planteamiento también se lo trasladamos al espectador.

¿Precisamente por eso cree que éste es el momento adecuado para ver películas de este tipo y empezar a hablar abiertamente del tema?

Nuestra intención es que la película sea una piedrecita más en el nuevo camino que queremos llevar; para que sea un camino más abierto y podamos empezar por hablar. Es que una de las cosas que yo he sentido en Madrid es que directamente no podía hablar de este tema sin que me arrojaran cincuenta lobos al cuello. De todas formas, pese al anuncio del cese de violencia de ETA y al momento especial que estamos viviendo, queda muchísimo por resolver.

¿A qué se refiere?

La raíz del conflicto sigue existiendo y nos queda mucho por delante para normalizar la situación. Por un lado, estamos los vascos, que tenemos cosas que solucionar entre nosotros, y, por otro, están las políticas de un Gobierno que no permiten decidir libremente a nuestro pueblo. De hecho, a mí me parece que esa es la cuestión; hay que preguntarse si ETA hubiera existido de tener la posibilidad de elegir. Aparte, está claro que las víctimas no van a volver y el daño causado no tiene forma de repararse, pero sí hay cuestiones que hay que resolver y creemos que deben afrontarse desde el entendimiento mutuo.

¿Está preparado para los ataques de cierto sector de los medios de comunicación y de otros ámbitos?

Me voy preparando poco a poco. Algunos me dicen que hemos sido muy valientes y yo les digo que más bien hemos sido ingenuos. Imagino que se van a producir ataques, pero no podemos evitarlos; si se da esa situación, siempre y cuando todo esto ayude a que se produzca el debate, será positivo. Además, no tenemos nada que ocultar; hemos contado la historia que queríamos con total honestidad. Si luego no gusta, pues qué le vamos a hacer.

De entrada, mostrarla en el Zinemaldia ya supone un gran escaparate.

Uff, es toda una oportunidad poder mostrar la película primero en casa para que luego empiece a recorrer otros lugares. Antes me preguntaba cuál era el plan, y, entre otras cosas, sabemos que vamos a viajar por festivales de todo el mundo y esperamos en el futuro poder venderla a televisiones de dentro y fuera del Estado español. Estar en Donostia es una oportunidad de oro.

Para terminar, ¿cree que algún día será más fácil ser vasco, que será tan natural como lo es hoy declararse de este o de otro lugar?

(Ríe). Es tan difícil... Pero estoy convencido de que algún día podremos decidir qué queremos ser: sea seguir como estamos hasta ahora o sea establecer un marco diferente respecto a los estados español y francés. Debemos tener la posibilidad de expresar nuestras inquietudes con libertad. Eso hoy en día no sea da y se tiene que dar, y creo que eso será lo que ayude a normalizar la situación. Mientras eso no suceda, ser vasco va a implicar cierto movimiento de tierras; mientras no podamos decidir qué queremos ser, no podremos asentarnos en el mundo como nos corresponde.