Se hace la noche en el Federico García Lorca y el público pide silencio con atronadores chssssst. Cientos de culos inquietos ocupan las butacas del teatro, ansiosos ante el arranque del espectáculo. Una canción acaba con la espera. Suenan las notas trepidantes de Yakety Sax de Boots Randolph, aquella tonata que popularizó Benny Hill. Y sale él, el mago Kayto. Una perfecta esfera con chistera y tirantes. Mira a los asistentes y rompe en carcajadas. Se ríe con semejante energía que el barrigón le tiembla como un flan. El alborozo es tan contagioso que los chavales empiezan a troncharse. Los segundos pasan sin que aminore el cachondeo. Hasta los profesores se desternillan. Y aún no ha empezado la magia. Esto pinta bien.

Kayto pertenece a la tercera generación de una familia dedicada al circo. Se nota. Suyo es el prestigioso premio Warner Bros. de Magia Infantil. También se nota. Sólo con sus gestos es capaz de meterse al público en la chistera. Y gracias a Magialdia, hará reír y sorprenderá durante toda la semana a alumnos de unos cuantos centros educativos de la ciudad. Ayer comenzó su espectáculo, coincidiendo con el estreno de este gran festival, y continuará hasta el viernes con dos funciones al día. "¿Quién quiere ayudarme?", pregunta el ilusionista. Casi todos los niños levantan la mano y gritan "yoooooo", tratando de llamar su atención. Kayto empieza a cantar una retahíla de ésas que se utilizan para rifar un juego. Y el afortunado es... "¿Yo, yo, soy yo?". "Sí, sí, bueno vale, tú mismo". Mikel sube al escenario sin vergüenza. "Míralo... Míralo... Míralo". El mago lo señala insistentemente con voz meliflua y los asistentes vuelven a reír. Le gusta chinchar y ellos responden con buen humor.

La sal protagoniza el primer número de ilusionismo de la función. Kayto la vierte sobre su puño derecho y consigue hacerla aparecer en el izquierdo. Luego, la manda a la zapatilla deportiva de Mikel. Éste es el resumen, porque de por medio se la juega una y otra vez a su ayudante para alegría del respetable. Lo marea con el micrófono, con el plato con el que ha de recoger las sobras de sal, con un rollo de papel higiénico... El estudiante encara las chanzas con estoicismo y, por eso, al final recibe un regalo. El ilusionista saca un globo. "¿Te gusta el negro?, ¿te gusta el negro?, ¿te gusta el negro?", pregunta, petardo como es él, una y otra vez. Lo hincha y, al dárselo, se divide en dos. "Ooooooohhhh", exclaman los chavales desde sus asientos. No va a ser el primero de la mañana.

Otros cuatro niños ejercerán de voluntarios a lo largo de la función, todos elegidos al pito pito gorgorito -y sucedáneos-. Mare ayuda a Kayto a hacer desaparecer un huevo de una bolsa. Los niños aplauden y él les enseña el truco, muy simple. "Pero ahora lo voy a hacer como los magos de verdad", anuncia. En vez de eso, burdamente lo guarda bajo la axila para que el público le espete. Y vamos si lo hace. "Tongooooo", "lo tienes en el sobacoooooo", se desgañitan los chavales. Pero oh, sorpresa, se equivocan. Lo que esconde es un huevo frito de plástico. El número prosigue y los asistentes se van revolucionando. Empiezan unos pocos y acaban gritando todos: "Tira el huevooo, tira el huevooooo". No lo tira, no, "que cien lo pasarán bien pero uno llorará". En vez de eso, Kayto recurre nuevamente a los globos. Esta vez, los va convirtiendo en sombreros. "Ahora eres un gato, ahora una cafetera, ahora una princesa cisne. Ahora...". Hincha otro con forma de corazón, los ata y se los pone en la cabeza a Mare. "¡Lady Gaga!". La chavalería ríe, más calmada tras el efecto mayonesa. Menos mal.

Maitane es la tercera agraciada en disfrutar en primera fila de los efectos mágicos de Kayto. El ilusionista guarda un dado en una caja, de ésas que se abren por distintas partes, y promete enviarlo a una bolsa situada a metros de distancia. Otra vez, pica a los niños con chabacanos movimientos que ellos rápidamente desenmascaran. "Tramposo, tramposo", le gritan en un clamor unísono, deseosos de que les siga engañando. Al final, se obra el milagro. Y el público aplaude presa del asombro. Lo que no se imaginan los chavales es que el clímax está por llegar. En el último número, mientras un gorila asusta a los voluntarios que salen a cantar al escenario "un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña", llueven paquidermos sobre las butacas. Son muñecos enormes, en realidad, pero la muchedumbre se vuelve literalmente loca. Y cuesta varios largos minutos que los niños los vayan empujando hacia abajo, deseosos todos de tocarlos.

"Está llegando el final de la actuación", anuncia Kayto. "Ooooooooh", replican los niños. Éste es de pena. Se lo estaban pasando tan bien que no saben ni cuánto tiempo ha pasado. El mago, feliz y agotado de tanto movimiento, pide un aplauso a los profesores. "Porque ellos hacen de vosotros unas personicas maravillosas", dice. Y el público vuelve a romper en aplausos. Los niños salen del teatro alborotados, emocionados, dispuestos a repasar cada una de las jugadas vividas. Algunos, incluso, picados ya por el gusanillo de la magia. No serán los primeros que gracias a este festival piden para Olentzero una chistera y una varita. Magialdia transmite ilusiones y las contagia. Gracias a funciones como ésta, y también a los talleres infantiles que se celebran toda la semana en la carpa de Artium. Están dirigidos a chavales de entre 7 y 12 años, y enseñan a los participantes algunos trucos divertidos para iniciarse en el mundo del ilusionismo.

Esta actividad tendrá lugar hasta el sábado, todos los días a las 18.00 horas. En las pasadas ediciones ha sido un éxito, así que todo indica que un año más los talleres volverán a llenarse. Ayer, fueron decenas los niños que se acercaron a Artium. También se juntaron unos cuantos curiosos en las paradas de Angulema y Parlamento del tranvía. Fue una oportunidad única, e irrepetible en lo que queda de festival, para disfrutar de un espectáculo de ilusionismo en un escenario tan poco habitual como el de los raíles del metro ligero. Este año, Magialdia llega a rincones tan distintos que resulta imposible que haya un solo vitoriano que termine la semana sin haber disfrutado de un número de prestidigitación. A las galas del Teatro Principal y el Europa, se suman las actuaciones gratuitas en escaparates, en la Casa del Cordón, el Bibat... Además, a partir de mañana, habrá funciones de magia de cerca en varios establecimientos hosteleros. Un off festival que promete una gran respuesta.

Mañana, los niños vuelven a ser los principales protagonistas de la jornada. A los talleres infantiles y las funciones de Kayto se suma la gala de magia infantil Caja Vital Kutxa en el Aula Fundación Caja Vital del centro comercial Dendaraba. Las entradas, a 5 euros, pueden adquirirse en la Oficina de Turismo de once a dos del mediodía, o en el lugar del espectáculo hasta 60 minutos antes de su inicio. A las 17.00 horas, chsssssst.