Ni pobre ni grafitero. La galerista que le dio a Jean-Michel Basquiat su primer espacio expositivo, Annina Nosei, desmonta en una entrevista la condescendencia racista que planea sobre la figura del pintor y, 25 años después de su muerte, relee su vida de manera más intelectual y menos pop.

Nosei, que en su galería de la calle Prince en el SoHo neoyorquino acogía a artistas como Barbara Kruger o Keith Haring, descubrió a Basquiat con 19 años tras una muestra de jóvenes talentos en el museo vanguardista PS1 de Queens. Un futuro astro del arte contemporáneo de quien el próximo lunes se cumplen 25 años de su muerte por sobredosis de heroína en Nueva York.

"Siempre pensé que era un genio, pero nunca que se produciría esa explosión mercantil de su obra", recordó la galerista italiana sobre el artista negro más cotizado de la historia, cuyo cuadro Dustheads, que ella vendió en 1982 por 20.000 dólares, alcanzó este año 48,8 millones de dólares (36,5 millones de euros) en una subasta, un récord para el artista. "Todavía no se ha entendido la verdadera grandeza del arte de Jean Michel-Basquiat", se quejó Nosei, mamma del artista en el mercado del arte y quien lamentó cómo ha sido el racismo el que ha reescrito al icono pop en detrimento del verdadero reconocimiento artístico.

"No había nada de fábula social en su vida. Se han dicho un montón de estupideces alrededor de su figura. No era un artista de grafiti. Escribía poesías sobre el muro, pero no tenía nada que ver con los grafiteros del Bronx, que eran de una generación precedente. Su lenguaje pictórico era arte moderno del siglo XX en estado puro. Como Picasso o Matisse", reclamó Nosei.

"Piensan que era grafitero porque era negro, y los estadounidenses son racistas. Consideran que al ser negro tenía que ser pobre, cuando en realidad venía de una familia de clase media-alta", recordó.

El padre de Basquiat había nacido en Haití, mientras que su madre era de origen puertorriqueño. "Sus hermanas iban a la escuela más cara de Nueva York, y su madrastra era una mujer inglesa que escribía sobre jardines", añadió, y apuntó que, en cambio, Julian Schnabel, quien llevó al cine la vida de Basquiat, sí que procedía de un entorno humilde y nadie habla de ello.

Nacido en 1960, hijo de un contable y de una diseñadora gráfica, Basquiat había empezado a fascinarse por el arte viendo las ilustraciones de libros de anatomía y tenía una vasta cultura. Al poco de conocer a Nosei le regaló un libro sobre Marcel Duchamp y le hablaba de Napoleón, de Edison o de Leonardo Da Vinci. Cuando Nosei lo descubrió, le pidió más pruebas de su talento y, a los pocos días, pintó para ella la famosa cabeza sin título que figura en la colección de Eli Broad. Fascinada, decidió dedicarle una sala en su galería. Le pagó 400 dólares y le cedió su sótano para que trabajara allí, donde "ponía la música demasiado alta, como cualquier adolescente", rememoró Nosei. Esa música era el jazz de Miles Davies o el bolero de Ravel, que ponía en bucle. "¡Cambia de disco!", le gritaba la galerista. Hubo quien dijo que ésta lo tenía "esclavizado" en su sótano, otra seña de racismo que denuncia Nosei, pero Jean-Michel Basquiat estaba lejos de las galeras.

Tenía una relación sentimental con una futura eminente psiquiatra, Suzanne Mallouk, entonces asistente de René Ricart, quien escribiría el primer gran artículo sobre Basquiat, titulado The Radiant Child, que junto con la exposición de Nosei lo catapultó al éxito.