MADRID. Premio Nacional de Cinematografía en 1986 y Medalla de Oro de la Academia del Cine en 1998, Querejeta ha sido para el cine español del último medio siglo un referente que siempre ha manifestado su confianza en la fuerza del cine para "poner problemas delante de los ojos" y concienciar sobre la importancia de "aquello que parece que no tiene valor", según sus propias palabras.
Nacido el 27 de octubre de 1934 en la localidad guipuzcoana de Hernani, estudió en el colegio del Sagrado Corazón de San Sebastián donde, con solo 16 años, formó un cine-club.
Aunque hizo unos cursos universitarios de Ciencias Químicas y se licenció en Derecho, fue al llegar a Madrid en 1960 cuando se decidió por el cine; antes había probado fortuna en el fútbol, donde llegó a la primera división con la Real Sociedad (1953-1959) y que siempre sería su gran pasión.
Su primer cortometraje, "A través de San Sebastián" (1961), fue un intento ambicioso que compartió con Antonio Eceiza y cambió la estructura fija de los documentales realizados entonces en España.
Con Eceiza rodó luego el corto "A través del fútbol" (1963), prohibido por la censura por su contenido político reflejado a través de acontecimientos futbolísticos que arrancan con la primera Copa de España que se celebró en Madrid en 1902 para conmemorar la coronación de Alfonso XIII.
En 1963 creó su propia productora, Querejeta PC (desde 1988 convertida en SL y de la que él es partícipe) para dedicarse ya casi por completo a la producción.
A mediados de la década de los 60 empezó a destacar el tándem Querejeta-Carlos Saura, que funcionó hasta 1981, a quien produjo la mayoría de filmes, como "La caza" (1965), "Pepermint frappé" (1966) o "La madriguera" (1969), y las últimas "Elisa vida mía" (1977), "Mamá cumple cien años" (1979) y "Deprisa, deprisa" (1980).
Su impronta también está en otras obras "maestras" del cine español, como "El espíritu de la colmena" (1973) y "El Sur" (1983), de Víctor Erice; "Habla, mudita" (1973), de Manuel Gutiérrez Aragón; "La prima Angélica" (1973) y "Cría Cuervos" (1976), ambas también de Saura, "Pascual Duarte" (1976), de Ricardo Franco, o "Tasio" (1983) y "27 horas" (1986), ambas de Armendáriz.
En 1989 presentó varios mediometrajes reunidos bajo el título de "Siete huellas", producidos por él y uno de ellos dirigido por su hija Gracia, fruto de su unión con la diseñadora de vestuario María del Carmen "Maiki" Marín.
Con ella escribió el guión de su largometraje de debut, "Una estación de paso" (1992), y después le produjo "El último viaje de Robert Rylands" (1996), "Cuando vuelvas a mi lado" (1999) y "Héctor" (2003).
En los años 90, el productor vasco trabajó en los filmes de Montxo Armendáriz "Las cartas de Alou" (1990) e "Historias del Kronen" (1995), y con Fernando León de Aranoa en "Barrio" (1998) y más adelante "Los lunes al sol" (2002), esta última Concha de Oro y Premio Ondas, y cinco Goyas, entre ellos el de mejor película.
En 2001 Querejeta produjo e hizo el guión del documental "Asesinato en febrero", basado en el asesinato del socialista Fernando Buesa y su escolta por ETA y, en 2007, trabajó en "Goodbye, América" y "El productor", del brasileño Sergio Oksman y Fernando Méndez-Leite, respectivamente.
También en 2007 produjo la aclamada "Siete mesas de billar francés" de su hija Gracia, que los Goya consagraron con diez nominaciones, entre ellas, mejor película y mejor dirección, de las que obtuvo dos premios para las actrices Maribel Verdú y Amparo Baró.
En 2009 dirigió y produjo el documental "Cerca de tus ojos" sobre la vulneración de los derechos humanos, desde su Declaración Universal en 1948 hasta el presente.
Su último trabajo fue un proyecto inconcluso, de nuevo, con Saura: "33 días", con Antonio Banderas y Gwyneth Paltrow, sobre el proceso de creación del Guernika.
En una semblanza sobre el productor emitida por RTVE dentro del ciclo "Imprescindibles", Querejeta afirmaba no haber sabido "nunca bien qué le gusta al espectador".
En el documental, sus amigos Carlos Saura, Jaime Chávarri, Víctor Erice, Manuel Gutiérrez Aragón, Montxo Armendáriz y Fernando León hablan de su "huella indeleble" y le califican de "persona fundamental para el cine español", además de "controlador" y "cabezota", aventurero, gran jugador de póquer y gran conversador, riguroso, prolífico, atrevido y comprometido con la cuestión vasca.