Madrid. Jake Gyllenhaal había mostrado en Jarhead o Hermanos las consecuencias emocionales de un mundo violento, algo en lo que reincide en Sin tregua, de David Ayer, un seguimiento íntimo de dos policías de Los Ángeles tras el que ha rodado la adaptación de Un hombre duplicado, de José Saramago. Con su cara de ángel y su cuerpo de bestia, Jake Gyllenhaal sigue explorando los matices a menudo esquizofrénicos en la sociedad contemporánea. En Sin tregua interpreta a Brian Taylor, un policía simplón con el latino Michael Peña como compañero de patrulla. Ambos de forma "brutal, casi animal", arriesgarán tanto su vida como la ética profesional en cada misión.

"Hay un mundo dentro del coche, en el que los vemos llevarse estupendamente, dos personas que dialogan, que hablan y se ríen todo el rato, a los que es imposible no coger cariño como espectador. Pero luego, salen del coche y la barrera entre su trabajo y la brutalidad está continuamente en entredicho, y el espectador se enfrenta a ese contraste, a saber si puede seguir queriendo a esos personajes o no", explica Jake Gyllenhaal. Así, esta película de nervio latino y efectividad hollywoodiense se convierte en un dilema. "Los personajes hay veces que se comportan como auténticos héroes y a veces cometen abusos. Me temo -dice- que esa es la realidad del mundo, no la del típico policía inmoral y corrupto. Es una realidad compleja y multidireccional, y por eso me gusta esta película y la manera en la que David Ayer la ha realizado". Sin tregua se estrena el miércoles en España y esa "manera" que despliega David Ayer, un especialista en el nuevo realismo callejero metropolitano estadounidense, es la de usar cámara doméstica para retratar el trabajo de los dos policías, prácticamente como si fuera un reality show.

"Teníamos que ser muy meticulosos en nuestra investigación y en nuestro trabajo. En la pantalla se ve como algo televisivo, casi improvisado, pero lo irónico es que nos tomó mucho tiempo hacerlo. Fue un trabajo muy, muy elaborado, y teníamos que ver los personajes con 360 grados, y de la misma manera el mundo. Como actor ha sido genial", asegura Gyllenhaal. Por sus venas, además de sangre nórdica, corre el cine. El oficio al que se dedicaron sus padres -director él, guionista y productora ella- y su hermana, la también actriz Maggie Gyllenhaal. Él debutó en 1991, con solo 11 años, en Cowboys de ciudad. Su descubrimiento llegó con la cinta de culto Donnie Darko y su consagración se llamó Brokeback Mountain, prodigio de trasgresión sensible de Ang Lee con la que optó al Oscar.

Anna Kendrick Adolescente ante la adversidad climática en El día de mañana, chico taciturno de la América profunda en The Good Girl, héroe de videojuego en El príncipe de Persia o dibujante de viñetas en Zodiac, de David Fincher, Gyllenhaal se ha convertido en uno de los actores más solicitados de Hollywood, aunque disfruta trabajando con realizadores de todo el mundo, como el irlandés Jim Sheridan o el taiwanés Ang Lee. Sin tregua, que cuenta con una participación especial de Anna Kendrick, también muestra el enriquecimiento de las culturas en Estados Unidos, a pesar de mostrar también su lado más violento, a través del enfrentamiento entre las bandas latinas y las afroamericanas. "Para cualquier habitante de L.A., la cultura latina está más que presente. Y, pese a la violencia que desatan en la película, también se muestra la verdadera amistad entre los protagonistas, cómo entre ellos se hacen bromas sobre racismo", dice. Todavía bajo el influjo multicultural, tiene dos de sus próximos proyectos vinculados al realizador canadiense Denis Villeneuve, que sacudió el cine internacional con Incendies.