Vitoria. Dicen de él que es guardián del flamenco más puro y, a la par, un outsider del género guiado únicamente por su voluntad. Hace dos años se vio obligado a suspender su paso por la calle Coronación debido a una hernia inguinal, pero hoy cumple con la visita, en compañía de Zapata, con su concierto en la sala Jimmy Jazz, a partir de las 21.00 horas.

Es, efectivamente, dos en uno. Por un lado, un auténtico maestro a la antigua. Por otro, también, un artista que aporta su sensibilidad arisca a los estilos más difíciles del flamenco. Seguiriya, soleá, tonás, malagueña, bulerías… El cante abrupto y sensual de El Cabrero puede adquirir acentos trágicos ahí donde otros sólo expresarían tristeza y también, del mismo modo, revelar una alegría interior profundamente oculta.

Se cumplen cuarenta años del debut del cantaor, que celebra con esta gira Porque callar es morir, en la que sigue fiel a esa poética rebeldía que no deja de ser su forma natural de ver -y cantar- a las cosas. Esas cosas que surgen en el escenario en esa otra vertiente de este hombre de campo que arrastra desde hace mucho tiempo a seguidores de todo tipo de generaciones con su particular manera de ver -y cantar- a las cosas. A la vida.