Donostia. Fernando Trueba regresó ayer al Zinemaldia tras el varapalo recibido cuando en 2009 proyectó, fuera de concurso en la Sección Oficial, El baile de la victoria. Su último trabajo, El artista y la modelo, ha dividido a los que consideran que el director ha recuperado su buena forma y a quienes piensan que a la película le falta hondura. Hay mayor coincidencia, eso sí, a la hora de alabar el clasicismo formal de una cinta rodada en francés y que, ambientada en la Francia ocupada, cuenta la relación entre un viejo escultor y una joven española escapada de un campo de refugiados.

El artista y la modelo es, después de Blancanieves, el segundo título español a concurso con fotografía en blanco y negro. Una decisión que Trueba tomó incluso antes de escribir la primera línea del guión, coescrito con Jean-Claude Carrière. También eran previos a la historia sus actores, pues el guión se redactó "teniendo siempre en la cabeza" a Jean Rochefort como el escultor, a Claudia Cardinale como su mujer y a Aida Folch como la modelo. En cambio, la ausencia de música -solo suenan breves fragmentos del Caravan de Duke Ellington y de la Novena Sinfonía de Mahler- lo decidió durante el montaje al ver "cómo respiraba la película".

Trueba confesó haberse inspirado en la figura real del escultor Aristide Maillol para crear al protagonista, que también guarda ecos de artistas como Picasso, Monet, Cézanne y David Hockney. Según apuntó, el personaje de Rochefort es alguien que atraviesa una "gran depresión". Ha padecido la I Guerra Mundial, vive en la Francia ocupada por los nazis, siente que su muerte se acerca y ha perdido la confianza en su trabajo. Hasta que Mercè, su futura modelo, aparece en su vida. "La película intenta atrapar el inesperado momento de plenitud de un ser humano", expresó el realizador, que resume la esencia del filme con una frase "regalada" por el veterano actor francés y que luego incorporó al guión: "ciudades bombardeadas y almendros en flor". Es decir, "en una época oscura y negra, se produce un momento mágico". Rochefort ve la película como un "canto a la vida" protagonizado por un hombre "que se acerca a la muerte pero de repente vuelve a la juventud". Trueba, que dedica la película a su hermano Máximo -fallecido escultor sin cuyo influjo nunca habría sido cineasta-, se refirió a la clásica dicotomía artista-artesano. Para él, ambas facetas van de la mano, pues "sin técnica ni oficio el artista no puede existir". "En las escuelas de bellas artes los chicos de hoy aprenden a ser Marcel Duchamp pero no se les enseña a pintar. No se les dice que hay que mancharse, tocar la materia", lamentó el director, que recordó la lección que Bresson impartió con las películas Pickpocket y Un condenado a muerte se ha escapado: "El alma de un pintor no está en sus ideas, en su ideología ni en su teoría artística, sino en sus manos, en el hecho de crear".

Además, opinó -citando a Jean Renoir hijo- que "el arte es hacerlo": no mirarlo ni admirarlo, sino crearlo. Un arte que, en su opinión, es imposible separar de la vida. "Uno no existe sin el otro, y menos en el cine, que se hace con vida. Los libros se crean con palabras, la pintura con colores y el cine con seres humanos, con actores que son los colores y palabras usadas para narrar las historias", aseguró antes de proclamar: "Como decía Pasolini, el cine es el lenguaje de la realidad. ¡Cómo vamos a separar el cine de la vida, es imposible, son la misma cosa".

A un periodista que preguntó sobre la placidez y la calma que transmite El artista y la modelo le respondió que el filme reivindica la "lentitud" de "pararse a mirar las cosas en la vida y en el arte", pues en la época actual ya no se leen ni textos de 10 líneas, que casi parecen tesis doctorales. "Hoy día, hasta una sola palabra parece larga. 'Que' es 'q', y yo defiendo volver a disfrutar de lo largo, lo denso y lo profundo, de aquello que requiere un tiempo y un esfuerzo, porque solo en eso hay placer", contestó Trueba, que confesó que ahora solo lee "cosas que sean largas" y le lleven "mucho tiempo".

proceso y resultado Por otro lado, se refirió al proceso de creación y al resultado como dos factores complementarios en el arte. Reconoció que en general al público no le interesa cómo fue el rodaje de tal o cual película, sino solo "si le conmueve o le interesa". Pero "el cine es un arte colectivo" y "cada rodaje es una pequeña vida que vives una sola vez". "Suelo comparar hacer una película con ir en un barco con gente que has reclutado para buscar una isla en la que esperas encontrar un tesoro. Por eso es importante rodearte de buena gente, porque al hacer una película lo que quieres es encontrar el tesoro", recalcó.

Los últimos compañeros de viaje de Trueba se mostraron encantados de haberle acompañado . "Fernando progresa adecuadamente, cada vez me dirige mejor", bromeó la protagonista Aida Folch, que interpreta desnuda el grueso de su papel y ya trabajó con el cineasta en El embrujo de Shangai: "Fernando dijo una vez que Dios era Billy Wilder. Para mí Dios es Fernando". Cardinale celebró haber vuelto a coincidir con Rochefort, con quien no trabajaba desde hace 50 años, cuando coincidieron en Cartouche (1962). El intérprete, por su parte, aseguró que es la segunda vez en su carrera, que abarca unas cien películas, que trabaja "con tanta armonía".