Zaramaga está de fiesta, transitando el camino del verano al otoño de la mejor manera. Es un barrio afortunado. También lo fue hace quince años, cuando una producción cinematográfica eligió sus calles como epicentro de la acción de un largometraje con marcada pátina social, ésa que siempre ha acompañado al vecindario. Quince años nada menos. La niña bonita. La película, claro, se llama Suerte.
Tras la cámara estaba Ernesto Tellería, a los mandos de su tercer largometraje, afrontando ese reto que es coordinar a todo un equipo en busca de hora y media de historia audiovisual. Hoy volverá al barrio. Porque es parte de la fiesta. A las 19.00 horas, el M3moria-Gunea de la calle Fermin Lasuen, habitual txoko del mejor cine social, proyectará la cinta, que contará con la presentación del realizador. Tellería relatará la experiencia del rodaje, y quizás, lo más seguro, no se quede a la proyección de la cinta.
No por nada personal. Es moneda común entre la mayoría de realizadores. "Al final terminas odiando las películas; en el momento en que me siento y empiezan los diálogos te los puedo recitar todos seguidos. En el momento en que digo se acabó, ya no vuelvo a verlas nunca".
Tellería guarda buen recuerdo de un rodaje en el que se dio cita parte de la camada del actual cine peninsular. Daniel Guzmán y Nuria Prims estaban al frente de un reparto que completaban Pepón Nieto, Javier Albalá o el difunto Ion Gabella. "Ya prometían", recuerda Tellería. "El que más me gusta es Javier Albalá, porque es de los pocos actores que dice las cosas con intención; normalmente los actores tienen una tendencia a dejarse ir". Albalá, un actor que cuenta con un elegante toque teatral, pero, como explica el director, "un actor que no sobreactúe no es un actor".
También recorrían las calles de Zaramaga Anne Igartiburu, Ramón Agirre o un Juanjo Puigcorbé que, "cuando vino, ya leído el guión, esperaba un barrio obrero al estilo de Barcelona y sus alrededores, de los cinturones", y se encontró un entorno amoldado a la ciudad. Un entorno, como recuerda Tellería, poco acostumbrado en cambio a focos, micrófonos y cámaras. "No se solía rodar mucho en Vitoria y era todo un espectáculo para la gente; ponías la cámara y, como el sonido era directo, tomas enteras de noche no se grababan bien porque igual había trescientos chavales mirando, y se les escuchaba".
Tocaba entonces volver a grabar el sonido de pasos y movimientos. Repetir, algo que resultaba difícil para un realizador adicto a lo espontáneo. "La primera toma es la que montamos prácticamente en todos los planos, porque andaba buscando esa frescura que en la segunda los actores ya la han perdido", recuerda Tellería. Hay otra razón. "Me aburro mucho cuando ruedo". Más creativas que las esperas de las tomas son para él labores como las de guión y montaje.
Tellería empezó con Eskorpion -"normalmente en la primera película intentas meter demasiadas cosas, metes todo lo que luego vas desarrollando en otras"- y siguió con Menos que cero. Las preocupaciones sociales siempre han sido su sello, lo que demuestra, quince años después, la pendularidad de la vida. No en vano, los jóvenes en paro, el dinero negro y la marginalidad de Suerte recuerdan demasiado a la actualidad. Son un encuadre vigente. "He tenido la desgracia de acertar en ver el proceso que venía, una juventud en paro y un racismo que también tiene connotaciones económicas; no es lo mismo un negro que viene en patera que uno que juega en el Madrid".
Suerte, que ganó el Premio del Público en Aguilar de Campoo, vuelve pasado mañana a Zaramaga. El bar Teo volverá a ser el metafórico Australia. Puigcorbé volverá a ser un ertzaina. La juventud, lamentablemente, no tendrá que retrotraerse desde las imágenes a una situación amenazada.
Tellería cambió la fotografía por el cine, pero Suerte resulta un retrato más que fijo de la sociedad. Un retrato que acercará a muchos a una Zaramaga a la par cercana y lejana. Una pequeña nostalgia muy apetecible en medio de la fiesta.