A sus 71 años y cuando se cumple justo medio siglo de su debut musical, Bob Dylan publicará mañana Tempest (Sony Music), su 35º disco de estudio, un álbum encapsulado en el tiempo y fiel a la sonoridad clásica de las baladas rock, el folk y el blues que el estadounidense mamó de Muddy Waters. El autor de Hurricane, que compartirá gira con Mark Knopfler en las semanas próximas, impregna de un profundo poso literario las letras de este disco "tempestuoso".

Tres años después del exitoso Together through life, Dylan vuelve a marcar músculo, como hace desde que editó Time out of mind. Desde 1997, todos y cada uno de sus cuatro crepusculares trabajos han mantenido alto, muy alto, el listón artístico. Y Tempest, que se publica el martes, coincidiendo con el aniversario del ataque a las Torres Gemelas, reincide y, seguramente, tal y como se prevé por la espera ansiosa de sus seguidores, volverá a lograr ventas destacables y numerosos premios.

Tempest, cuyo título juega ambigua y calculadamente con una obra de Shakespeare, se lo ha cocinado Dylan en casa. Ha pasado de productores ajenos como Daniel Lanois y él mismo, bajo el seudónimo de Jack Frost, es el responsable absoluto de su sonido. El álbum se ha grabado en un modesto estudio de la localidad californiana de Santa Mónica, el Groove Masters, con el apoyo de la banda que le acompaña en los últimos años en su gira interminable y que recientemente recaló en Bilbao, liderada por las guitarras de Charlie Sexton y Stu Kimball, y la steel guitar de Donnie Herron. David Hidalgo, de Los Lobos, colabora con pequeños pero coloristas arreglos de violín y acordeón.

La voz más ajada y áspera que nunca de Dylan lidera un disco que podía haber sido grabado hace cuatro o cinco décadas, con la banda limitándose a seguir las indicaciones del "maestro", sin atisbo alguno de protagonismos, alardes ni "solos" virtuosos, con los músicos como meros "modistos" de las letras-río de Dylan, profusas y caudalosas. El clasicismo marca el sonido de Tempest, que se inicia con Duquesne Whistle, single de folk añejo y sabor sureño con una base rítmica swing propulsada por el bajo de Tony Garnier. "Escucha sonar el silbato del Duquesne (un tren), lo hace como si estuviera en su último viaje", canta Dylan.

El "último viaje" sonoro de Dylan, que podía ser uno cualquiera de finales de los 60 o principios de los 70, ofrece bellísimos momentos de folk calmo, como Scarlet town, en el que destaca un gran banjo, y, sobre todo, en las largas Tin angel y Tempest, esta última con una duración de 14 minutos, con cierto aire de folk celta con leves influencias country y sin un ligero amago de estribillo que llevarse a la boca.

El libérrimo Dylan de 2012 también incluye en el CD varias baladas, de un Soon after midnight acariciante y nocturno, con aires a guateque de los 60, a la electricidad rock de Long and wasted years y Pay in blood, pasando por la triste y estremecedora Roll on John, dedicada a su amigo John Lennon. El resto son ejercicios de blues "old style", entre los que destacan la polvorienta Narrow way y, sobre todo, Early roman kings, blues de aroma viejuno, primario y repetitivo que revela la admiración de Zimmerman por Muddy Waters, y que está coloreado por un riff de armónica y un gran acordeón.

"Eres una idiota, chica", canta el siempre esquivo Dylan en Narrow way, mientras que en Long and wasted years pide perdón y reconoce que en sus ojos "hay secretos que no puedo disfrazar". Aunque ya anciano, el estadounidense sabe sonar amenazador -"puedo pagar en sangre, pero no con la mía", dice en Pay in blood- y jugar a radiografiar, tirando de metáfora evasivas, la falta de moralidad y ética de nuestra sociedad. "El final está cerca/lo diabólico y la bondad conviven", narra en Scarlet town, mientras que en Tempest aprovecha la desgracia del Titanic como metáfora del alma humana, capaz de la traición y de actos de heroísmo. Al final, el CD se tiñe de sangre y muerte. La de Tin angel, que narra un triángulo amoroso repleto de traiciones y corazones rotos, con ecos shakesperianos, y la de Roll over John, oda amorosa al amigo asesinado.