Bilbao. A la música tortuosa y en ocasiones claustrofóbica de The Cure del primer día del Bilbao BBK Live Festival 2012 y la heterodoxa y arriesgada de Radiohead de la segunda velada, le dio el relevo anoche, en la recta final del festival, el pop mayoritario y convencional, pasto de los primeros puestos de las listas de venta internacionales, de los británicos Keane, que repasaron un arsenal de canciones repleto de melodías agradables, melifluas y aptas para todos los oídos, como Everybody's changing y Silenced by the night, que fueron seguidas con una gran respuesta por parte de más de unas 35.000 personas. Antes, el soul blanco de Eli Paperboy Reed y el rock nostálgico y oscuro de los escoceses Glasvegas calentaron la tarde antes del recital mayoritario de los otros cabezas de cartel, Garbage, que no habían actuado al cierre de esta edición.
La tercera y última jornada del festival, por cuya cabeza de cartel compitieron los británicos Keane y los reagrupados Garbage, se inició con el rock estatal fronterizo de Corizonas, el proyecto musical conjunto de Arizona Baby y Los Coronas, que presentó su disco de debut en el arranque de la velada, a las 18.00 horas, entre un público que ya empezaba a notar las múltiples horas de conciertos en sus piernas. Tras ellos, ocupó el escenario dos de Kobetamendi la primera estrella de la última jornada, el estadounidense Eli Paperboy Reed, un joven pálido de tez pero de garganta y corazón negro que se ha confirmado como una de las más dotadas voces del soul del nuevo milenio.
Eli, que debe su apodo, Paperboy, a la gorra que portaba de joven, similar a la de los chavales que reparten periódicos por los suburbios de las calles de Estados Unidos, es un animal de escenario, tal y como había demostrado en sus anteriores apariciones vascas y volvió a confirmar en su recital de ayer. Ejemplo del artista surgido desde el arroyo y tras una carrera forjada en pequeños clubes y sellos independientes, en los que publicó sus dos primeros discos, Eli, como se pudo comprobar en Kobetamendi, es un artista cuya garganta poderosa y su fogosidad en escena ha cautivado a un sello internacional, el que publicó su tercer álbum, Come and get it, que sonó glorioso gracias a canciones energéticas como Name calling, Tell me what I wanna hear o la que le da título, o antiguas como The pleasure is mine, que fueron recibidas con el baile de sus fans.
Rock emocional El mismo escenario acogió, a las 21.00 horas, al grupo escocés Glasvegas, uno de los últimos grupos de rock cuyo debut homónimo logró mayor unanimidad entre la crítica y el público gracias a varios singles que, a pesar de su grandeza e inmediatez sonora, estaban tamizados por el dolor, originado por la muerte de un hijo o la ausencia de los padres. Su música, de gran calado emocional, heredero de las tonadas pop de Phil Spector aunque oscura en su formulación, alternó ayer las composiciones primigenias -Daddy´s gone, Geraldine y Flowers & football tops- con temas de su segundo y menos interesante disco, un trabajo titulado Euphoric, grabado en California de corte más épico y menos accesible.
La recta final de la tarde y primera hora de la noche estuvo copada por uno de las dos estrellas de la jornada, los británicos Keane, que todavía ofrecían su repertorio a la hora de cerrar esta edición. El trío, ahora ampliado a cuarteto, convenció a los ya más de 30.000 fans que se concentraron en el escenario principal, con un repertorio que alternó canciones de toda su carrera, que puede alardear de ser, junto a la de Beatles, la única que ha llegado al primer puesto de las listas de éxito de su país con todos y cada uno de sus discos. Liderados por la voz de su vocalista, Tom Chaplin y las composiciones del pianista Tim Rice-Oxley, empezaron su concierto repasando los temas de su último y exitoso trabajo, un Strangeland que ofrece un sonido más directo y pop.