EL canal 24 horas es un producto del ente público RTVE que dedica numerosos medios y profesionales a la cobertura de la actividad parlamentaria, tanto en el Congreso de los diputados como en el Senado a través de distintos modos informativos: crónicas, debates, mesas redondas y retransmisiones en directo más allá de los programas con motivo de las sesiones del debate sobre el Estado de la Nación. El modo encorsetado y rígido de la realización televisiva nos depara una serie de clichés icónicos a los que les sobra encorsetamiento y pide a gritos una manera menos institucional de encarar la transmisión informativa. Cuando hay sesión con retransmisión en vivo y en directo, sus señorías se visten, comportan y presentan la mercancía de remilgada manera más atentos a quedar monos en la pantalla que a presentar batalla dialéctica a la búsqueda de soluciones a los problemas ciudadanos, repitiendo esquemas manidos tanto la fuerza gobernante como la roqueña oposición. Este planteamiento de trabajar para las cámaras, sabedoras sus señorías del poder divulgador de los medios audiovisuales, convierte las semanales intervenciones en un juego de frontón que anima al desistimiento del modelo democrático y a la vituperación de la clase política, que en estas ocasiones parlamentarias, son más lo primero que lo segundo. Como figurines de Dior o maniquíes de Armani se presentan en la cámara, pendientes de cómo les devuelve la pantalla su imagen, ajenos a la solución del caso y empeñados unos y otros en no llegar a cesiones, acuerdos y pactos, ni aunque les moliera el ventero de Don Quijote. Lástima de oportunidad perdida para hacer de la tele un mediador de los quehaceres parlamentarios y no el reflejo del desfile de enjoyadas parlamentarias, diputados encofrados en trajes de mil euros y personajes varios de la farándula congresual. Una pena.